viernes, 20 de junio de 2008

POETAS DE FUNES, PALABRA EN EL MUNDO II Guillermo Scardino

Antelación de lluvia, solo un segundo antes de.

Una vez mas la voz de la intuición y su fonética imaginaria me dirige la
palabra, oigo decirle que lloverá, oigo avisarme. Aunque algo inquieto le
confieso en silencio que esto no me turba; como no lo haría jamás el alud de
estrellas que ví caer alguna vez sobre tus ojos, o el caprichoso mar que aún
no conozco. No hoy. No en esta mañana casi presente, no hoy que todo es
hielo o es vacío. Quizás lo haga en un futuro apresurado, quizás despierten
en mí como nunca antes, en calidad de pánico, sensaciones encontradas, el
cauce infinito de la ola magna rompiendo contra mi pecho, o la blanda negra
tierra como mi lecho ultimo. Hasta puede que lo haga un dulce beso tuyo o la
ausencia de tu mano dibujando una caricia en mis espaldas. Pero tal vez no
sea yo quien naufrague (por temor, o amor o amarga adolescencia) en esta
cuenca de costas sureñas que luces de faros visten de gala en intermitencia.
Sagaz, los vientos en su aventura de ser, ostentan picando el dulce río,
rodeándome me envuelven, como los fuertes brazos de mi madre cuando niño. Y
con esto la sospecha prima, el aguacero…
Inquietos vividos detalles de este óleo nuboso, de esta escala de grises
vuelan agrupados hacia el sudeste, como huyendo en desesperada cooperativa;
van en busca de la mansa calma de aquellas costas sureñas en desamor o el
desencuentro.
Invade empalagoso el aroma a humedad, esa fragancia sensacional que brota de
las rocas, donde cubiertas de negro musgo se deslizan las gotas, una a una
se deslizan y se pierden en el fondo y es como si rieran en el eco eterno de
las corolas. Empalagoso, invade aquel rincón del que me adueño en la visita,
donde me afirmo, giro soberbio mi torso hacia el espectáculo, me alzo, soy
amo y señor de esta tierra que hoy piso; y del inacabado horizonte, cómplice
y reflejo en mis pupilas que hoy brillan o lloran desubicadas.
Desde aquí es que dirijo, puedo y debo aventurarme, porque me debo a esto,
armo y desarmo, tejo tristes redes que lanzo a la mar ansiosa, creo como el
zaino potro el andar propio de mis propias pampas y destruyo la intolerancia
que es turba enmarañada que apresa a la crisálida en un nuevo capullo.
Especulo con las cantidades, apuro la embestida, el fortuito ataque y
perezoso agonizo la retirada, la de mis días, la de mis pasiones; estratega
de mi destino solo siento y me abandono al impulso.
Soy el protector, el que nunca duerme, la eterna desvela; moro de rizados
cabellos que avista jubiloso desde lo alto de la torre la llegada del
bienvenido y en contrapunto, cauteloso y con temor la soledad del sendero
del visitante. Sueño, me pierdo una y otra vez en la búsqueda de mi punto en
el universo, el que me pertenece y al que todo le es suyo, al que nada le es
ajeno.
Me abstraigo de la aventura de abstraerme y despierto, creo, en la
inconstancia de mi consciencia un instante antes de llover. Todo es
silencio, es calma ensordecedora, es no tiempo en el ser, en mí ser.
Quiebra el inmenso tronando la luz de todas las luces! Rompe en llanto el
alguna vez celeste cielo dando vida al amor y a la siembra.
No son una, no dos, sino cientos, cientos de millones de furiosas gotas
estallando contra el paisaje! al que por azar natural o por destino esta
mañana de verano pertenezco.
Y ahora… la confusión, se pierde la antigua calma, el silencioso murmullo
embriagando de vértigo a los inoportunos caminantes, anaranjadas mariposas
heridas contrastan sobre el blando y verde césped del paseo floral.
Lluvia de abriles de pascuas y natalicios, hoy de noviembres. Oh, dulce
noviembre que has apagado en ella la inquietud por el reencuentro, deseo que
seas tu quien trajo a mí la soledad y su vago y oscuro aspecto.





Texto VIII

El cielo esta a punto de estallar, esta a punto de reventar rojo sangre.
El homicidio surrealista en manos del imponente o el suicidio irreverente de
libertad.
Los árboles desnudos sus pechos de un otoño que se va, reciben como
abrazando a este invierno prematuro. La curva del tiempo hace a la noche y
todo cae en silencio.
Muy a pesar, como lejanos, se escuchan sentencias de ruidos, angostos
rugidos de fantasmas en peregrinación vaga que se desvelan impersistentes.
Camino la calle llena de tiempo perdido. De repente la sirena del tren que
llega sin tocar, desaparece derruida por los vientos, aquellos que devoran a
los débiles.
Aunque desfigurada la imagen parda de mi sombra aún la percibo, mi andar se
hace lento, parece querer dejarse atrapar, pero solo es un juego, el tiempo
también lo es, como también lo es el amor.
La persigo caprichoso, creo, necio, poder pisarla y retardarla solo un
segundo al menos.
Parece que lo he logrado ahora camina a mi par, pero ha aparecido otra que
tomo su lugar y otra mas, (una tercera) y otra. Son cuatro las sombras que
ahora caminan conmigo, una a mi par y tres por delante, la madre tierra como
un espejo refleja esta noche un abanico de mí reflejos.
Todo se confunde y vuelve a ser solo una, pero ahora esta es gigante, la luz
incidental me juega una broma.
Parece que todos duermen y yo cuidando sus sueños.
Me dejo caer, me entrego a la media noche. Sin apuros ni apremios. Sin penas
no conocidas.
Un rocío muy ligero cae sobre mi rostro, o será llovizna, o será rocío.
Nuevos ruidos, esta vez de niños. Duros gritos de niños jugando a no temer,
me llegan y se van como lo ha hecho entonces ella.
Vuelvo sobre mis pasos a caminar la noche. La vuelta completa ha llegado a
ser.



Texto X

Antes que cierres tus ojos, me reflejaré en ellos y estaré desnudo
Y no recordaré tu nombre, ni la razón por la que te di muerte,
solo murmuraré una canción de cuna mientras abrigo tus manos.

Texto VII

En el inconformismo inconsciente muero,
huyo,
amo
y también me retraigo,
me reprimo.
Tu voz seduce mis espaldas y las entibia.
Tendido en mi lecho te recuerdo una noche mas,
en el suspiro de mi sueño todavía te figuras.
Eres la sombra retorcida que me observa descansar,
la cruda luna muda o la nula vanidad.




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