RAQUEL PIÑEIRO MONGIELLO
Pregunto por esa voz
que está penetrándome
y se extiende,
en la concavidad de autorretratos
jamás vistos,
y lo digo porque traspasa los límites
de lenguajes internos
y no se que pensar,
si hasta ayer sólo había
un horizontal de pliegues diseñados
y una entrega de mutismo,
juntando goteras cotidianas,
ya implícitas en la fibra de parabrisas,
con siluetas de artilugios
que solo querían contener sueños
y cubrirlos en el paladar mayor
de unas horas sin tiempo,
y pregunté para qué
si solamente estrujando
las matrices de mis óvulos,
vi, que sólo eran,
los simulacros de un casting.
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Un hechizo de árboles
desmadeja hojas
y un viento trae palabras,
que sudan vigilias.
Perdidas entre paredes un día
las debilidades mastican
desmesura de angustias,
y todo parece descalzo.
Un destino quiere redondear tatuajes,
dejar de estar siempre en caída;
y ser evidencia que proteja
el levitar de ojos
que nunca terminan de mirar
las deudas,
que se van acumulando.
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