Este pequeño poema lo escribí hace unos años, a un amigo que tenía en la red..... Felicidades a todos sin excepción , aunque yo no necesito fecha para acordarme siempre de los amigos
Es mi amigo virtual.
Un ángel me cobijó en sus pupilas
Me ha dicho que me ama
Ha tomado mis manos, besado mi alma, y yo aquí toda turbada
podría decirles que tiene bonita cara
Es mi amigo virtual
El que tiene un poco de ángel y mucho de Dios.
El que ha compartido sus risas
y a veces provocando mis lágrimas desvaneciendo mis esperanzas.
Es mi amigo virtual.
El que cobijó mis turbios momentos cuando pesaba el frío invierno
y desde su interior percibía mis insomnios,
mis tristezas, mis dolorosas heridas por situaciones adversas
Es mi amigo virtual.
El que aún estando ausente continua a mi lado.
El que de fiesta engalana mis mañanas e inspira la belleza del alba en el madrigal de sus pestañas.
Es mi amigo virtual
Ese que ha plasmado mis bellos momentos en las paginas rosadas de un libro abierto
Es mi amigo virtual
Noris Roberts
Caracas, Venezuela
http://www.norisroberts.com
norisroberts@me.com
noris@norisroberts.com
Mostrando entradas con la etiqueta ROBERTS NORIS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ROBERTS NORIS. Mostrar todas las entradas
miércoles, 22 de julio de 2009
sábado, 23 de mayo de 2009
CAFÉ LITERARIO LUZ Y LUNA, JORNADA DEL 25 DE ABRIL, NORIS ROBERTS, VENEZUELA
NORIS ROBERTS, VENEZUELA
Heme aquí, en medio de la deshonesta desnudez de tu alma, como cuerda latiendo solitaria, ciega, bajo la nada, caminando sobre piedras en las calles empinadas
El feroz invierno presagia mi destino, no temo, nada pido,
No tengo futuro establecido
Vivo perdida en el valle donde no crecen los olivos
La muerte se adentra en mí, la he sentido anudarse a mi piel, olfateando mi tristeza, como bestia que conquista sin vergüenza
Proscritos mis días, lloré estérilmente bajo las zanjas de la luna, inasible, oculta en el silencio, y la noche parecía solicitar el blanco mausoleo al cielo
Heme aquí
los oscuros zafiros al cielo
aguas vacuas, impolutas moldeando
grita la muerte en mis manos,
las cenizas en mi garganta
ripio
impolutas
Y seguía llevando dalias muertas en cada palma de sus manos.
Ella, de pulcra presencia femenina, había llenado su vida de breves tonos de amargura.
En la vasta noche, donde habitan sus vivencias, un retrato recoge levadamente su desgarrante nostalgia, su amor sabe a distancia. Aquel a quien tanto amó sonaba falso y en esa fragilidad interior todo parecía fatal. El desgano, girando en su cabeza de lado a lado, los hilos de la angustia, lo incierto, corrían apresando su débil silueta en una significativa penitencia que ahuecaba su faz arrastrándola sobre un volcán. De pronto su cuerpo se llenó de edades y en una tentativa estéril, de hinojo, recuerda su juventud. Cierra sus ojos agolpando el llanto en su pecho y a lo lejos sus sentimientos, con tinte de melancolía
Con profundo abatimiento mira a su alrededor, sus días habían perdido la pureza por la vil fosforescencia de la traición. Se aproxima a un recodo de su silenciosa habitación, apenas escuchaba su respiración e inclinando la cabeza, azuzada por el miedo, un frío espeso diluía sus sueños, cayendo despiadadamente su felicidad. Sus flébiles ojos, ardían envueltos en negra llama, tan negra como la pena que reside en sus parpados. Aguardaba morir como las rosas castas.
Todo permanecía inmóvil, se habían escondido hasta sus palabras, imponía a su voz el encierro para no mostrar el peso de la perfidia.
¡Nunca, nunca había sentido tanto dolor! En la oquedad de su alma, alrededor de cada lagrima, la esperanza olvidada. Era como estar entre los fogonazos del infierno renunciando buscar otros horizontes.
La primavera de sus años se habían extinguido, castigándose a vivir en las cenizas de sus abriles idos.
Sin embargo, no manifiesta indignación ni retuerce sus labios por el sufrimiento, simulaba haberlo olvidado todo, no tenía mas pecado que haber entregado su corazón a aquel que no mereció su pasión. Y en esa vida soñolienta… las horas parecían interminables. Se acababa su tiempo, aquel cuerpo sólo denotaba la pulsación de los nervios sangrando callada, doliendo las ansias en su lecho, erigiéndose la inocencia en sus bordes amoratados por el invierno.
Amarlo fue mas que un afilado tormento. Fue mas que la tartamudez de un pretexto para subsistir.
¿Acaso la ilusión de una mujer desvelada pueda sucumbir así, entre súplica y confusión?
Todo está perdido. La noche tiene aspecto de asesino.
Se derrumba en sigilo.
Tras su última mirada, espera el ultimo tren que la transportase al olvido, y con sus brazos extendidos, seguía llevando dalias muertas en las palmas de sus manos.
© Noris Roberts
Heme aquí, en medio de la deshonesta desnudez de tu alma, como cuerda latiendo solitaria, ciega, bajo la nada, caminando sobre piedras en las calles empinadas
El feroz invierno presagia mi destino, no temo, nada pido,
No tengo futuro establecido
Vivo perdida en el valle donde no crecen los olivos
La muerte se adentra en mí, la he sentido anudarse a mi piel, olfateando mi tristeza, como bestia que conquista sin vergüenza
Proscritos mis días, lloré estérilmente bajo las zanjas de la luna, inasible, oculta en el silencio, y la noche parecía solicitar el blanco mausoleo al cielo
Heme aquí
los oscuros zafiros al cielo
aguas vacuas, impolutas moldeando
grita la muerte en mis manos,
las cenizas en mi garganta
ripio
impolutas
Y seguía llevando dalias muertas en cada palma de sus manos.
Ella, de pulcra presencia femenina, había llenado su vida de breves tonos de amargura.
En la vasta noche, donde habitan sus vivencias, un retrato recoge levadamente su desgarrante nostalgia, su amor sabe a distancia. Aquel a quien tanto amó sonaba falso y en esa fragilidad interior todo parecía fatal. El desgano, girando en su cabeza de lado a lado, los hilos de la angustia, lo incierto, corrían apresando su débil silueta en una significativa penitencia que ahuecaba su faz arrastrándola sobre un volcán. De pronto su cuerpo se llenó de edades y en una tentativa estéril, de hinojo, recuerda su juventud. Cierra sus ojos agolpando el llanto en su pecho y a lo lejos sus sentimientos, con tinte de melancolía
Con profundo abatimiento mira a su alrededor, sus días habían perdido la pureza por la vil fosforescencia de la traición. Se aproxima a un recodo de su silenciosa habitación, apenas escuchaba su respiración e inclinando la cabeza, azuzada por el miedo, un frío espeso diluía sus sueños, cayendo despiadadamente su felicidad. Sus flébiles ojos, ardían envueltos en negra llama, tan negra como la pena que reside en sus parpados. Aguardaba morir como las rosas castas.
Todo permanecía inmóvil, se habían escondido hasta sus palabras, imponía a su voz el encierro para no mostrar el peso de la perfidia.
¡Nunca, nunca había sentido tanto dolor! En la oquedad de su alma, alrededor de cada lagrima, la esperanza olvidada. Era como estar entre los fogonazos del infierno renunciando buscar otros horizontes.
La primavera de sus años se habían extinguido, castigándose a vivir en las cenizas de sus abriles idos.
Sin embargo, no manifiesta indignación ni retuerce sus labios por el sufrimiento, simulaba haberlo olvidado todo, no tenía mas pecado que haber entregado su corazón a aquel que no mereció su pasión. Y en esa vida soñolienta… las horas parecían interminables. Se acababa su tiempo, aquel cuerpo sólo denotaba la pulsación de los nervios sangrando callada, doliendo las ansias en su lecho, erigiéndose la inocencia en sus bordes amoratados por el invierno.
Amarlo fue mas que un afilado tormento. Fue mas que la tartamudez de un pretexto para subsistir.
¿Acaso la ilusión de una mujer desvelada pueda sucumbir así, entre súplica y confusión?
Todo está perdido. La noche tiene aspecto de asesino.
Se derrumba en sigilo.
Tras su última mirada, espera el ultimo tren que la transportase al olvido, y con sus brazos extendidos, seguía llevando dalias muertas en las palmas de sus manos.
© Noris Roberts
viernes, 10 de abril de 2009
NORIS ROBERTS, CAFÉ LITERARIO LUZ Y LUNA, 28 DE MARZO 2009
NORIS ROBERTS
VENEZUELA
Lo maravilloso de ser mujer
Hoy he descubierto contigo lo maravilloso de ser mujer
al sentir cada poro vibrar en mi piel
Súbito, en la tibieza de mí cuerpo una gota de tu aliento me hizo esplender,
ardo en lo infinito sintiéndote mío
como el mas bello poemario abrazando los sueños míos,
como si el viento estuviese tallando el momento mas allá de la gloria,
mas allá del firmamento, tu voz al nombrarme me eleva eterna en el diminuto silencio, y tus indecibles besos son el rostro de Dios
bendiciéndome desde cielo
Decir…
que idealicé el amor mas puro
y amándote por siempre viviré, te lo juro
Hoy he descubierto contigo lo maravilloso de ser mujer
Noris Roberts
¡Oh Poeta!
¿Que tienen tus versos de cierto para que tu albo lenguaje preludien las izadas fuentes, volcando el acopio de las visiones pasionarias como isla lejana donde navegan fantasías del alma?
Tú, el que llora calladamente cuando menos se espera
y tentando tu mirada iluminas sendas ajenas
El que hace gala de su imaginación,
sin mas pretensión que obsequiar los resplandores de alba,
como lágrimas que frente al espejo desbordan crudos sentimientos,
el que con la espada enarbolada
lucha a cambio de nada
¡Oh poeta!
Cuéntame de tus espesos silencios,
del mar agitado de tus sueños que partieron tras tus gritos áridos
sacudidos por el viento llevando la añoranza en el desvelo de tu mirada,
y tu voz algún día se apagará,
como la luz de la vela que se consume
y ya no alumbrará
¡Oh poeta!
© Noris Roberts
VENEZUELA
Lo maravilloso de ser mujer
Hoy he descubierto contigo lo maravilloso de ser mujer
al sentir cada poro vibrar en mi piel
Súbito, en la tibieza de mí cuerpo una gota de tu aliento me hizo esplender,
ardo en lo infinito sintiéndote mío
como el mas bello poemario abrazando los sueños míos,
como si el viento estuviese tallando el momento mas allá de la gloria,
mas allá del firmamento, tu voz al nombrarme me eleva eterna en el diminuto silencio, y tus indecibles besos son el rostro de Dios
bendiciéndome desde cielo
Decir…
que idealicé el amor mas puro
y amándote por siempre viviré, te lo juro
Hoy he descubierto contigo lo maravilloso de ser mujer
Noris Roberts
¡Oh Poeta!
¿Que tienen tus versos de cierto para que tu albo lenguaje preludien las izadas fuentes, volcando el acopio de las visiones pasionarias como isla lejana donde navegan fantasías del alma?
Tú, el que llora calladamente cuando menos se espera
y tentando tu mirada iluminas sendas ajenas
El que hace gala de su imaginación,
sin mas pretensión que obsequiar los resplandores de alba,
como lágrimas que frente al espejo desbordan crudos sentimientos,
el que con la espada enarbolada
lucha a cambio de nada
¡Oh poeta!
Cuéntame de tus espesos silencios,
del mar agitado de tus sueños que partieron tras tus gritos áridos
sacudidos por el viento llevando la añoranza en el desvelo de tu mirada,
y tu voz algún día se apagará,
como la luz de la vela que se consume
y ya no alumbrará
¡Oh poeta!
© Noris Roberts
jueves, 6 de noviembre de 2008
NORIS ROBERTS, VENEZUELA, CAFÉ LITERARIO LUZ Y LUNA, 01/11
Ella escribía ellos hablaban
Se acostumbraba verla escribir día tras día al borde de las tónicas noches donde flotaban las estrellas con los velos de Zeus, así como los bellos adornos de la naturaleza.
Ahí llegó la poeta! Gritaba una que otra voz.
Nadie advertía que la chica de ojos inquietos crecía apegada a la luz del viejo farol entregándose con su sagrada paciencia a la escritura, librando batallas hasta robarle la vehemencia a la razón
Algunos profetizaban que era un ave que trinaba con su fragancia desde su rama enamorada. Otros, que sus composiciones se desgarrarían tarde o temprano. Eran muchas las voces apostando que se harían trizas sus inspiraciones en su romería, pero ella siempre resucitaba aún entre las espinas y seguía con su gallardía honrando cada mano, incluso aquellas que le habían enterrado cien cruces en su costado, era su necia forma de dar lo que tanto deseaba, compartir sus sueños, sus cirios, sus lunas. No la detuvo ni el llanto en sus labios, ni los nubarrones que le acechaban en cada travesía, ella misma tomó de urgencia la antorcha entre sus dedos
Su mirada prudente, su sonrisa un rosal, su alma la habitación leal, no le daba acogida a la mezquindad. Nunca se mostraba falsa y en sus manos la pura firmeza.
Sus palabras procedían de sonora calma, de la nada cambiaba la congoja en alegría, la crueldad en la equidad y en segundos cristalizaba sus fantasías en realidad.
Con mucha humildad caminaba con la abundancia en su corazón y en su pluma las silabas levantadas sonando y resonando lejano edificando sonetos de ensueños, pasión, dolor, llegó incluso a deslizarse entre el vocerío de lobos que arrojaban sus letras en el ataúd de las leyes muertas, pero ella se alzaba antes los verdugos para eludir su furia.
No limitaba los predios de sus letras, fluían plenas poblando de soberano aliento las rutas de sus manos y allí, serenamente, entre la gente posó sus labios a la vida.
Nada la detenía, era una ráfaga de trigo volando en la brisa llevando entre sus alas la dignidad, pero no pudo evitar las excoriaciones que el hombre clavó a su alrededor.
No podía parar, era algo que estaba repujado en su manos.
Noris Roberts
Se acostumbraba verla escribir día tras día al borde de las tónicas noches donde flotaban las estrellas con los velos de Zeus, así como los bellos adornos de la naturaleza.
Ahí llegó la poeta! Gritaba una que otra voz.
Nadie advertía que la chica de ojos inquietos crecía apegada a la luz del viejo farol entregándose con su sagrada paciencia a la escritura, librando batallas hasta robarle la vehemencia a la razón
Algunos profetizaban que era un ave que trinaba con su fragancia desde su rama enamorada. Otros, que sus composiciones se desgarrarían tarde o temprano. Eran muchas las voces apostando que se harían trizas sus inspiraciones en su romería, pero ella siempre resucitaba aún entre las espinas y seguía con su gallardía honrando cada mano, incluso aquellas que le habían enterrado cien cruces en su costado, era su necia forma de dar lo que tanto deseaba, compartir sus sueños, sus cirios, sus lunas. No la detuvo ni el llanto en sus labios, ni los nubarrones que le acechaban en cada travesía, ella misma tomó de urgencia la antorcha entre sus dedos
Su mirada prudente, su sonrisa un rosal, su alma la habitación leal, no le daba acogida a la mezquindad. Nunca se mostraba falsa y en sus manos la pura firmeza.
Sus palabras procedían de sonora calma, de la nada cambiaba la congoja en alegría, la crueldad en la equidad y en segundos cristalizaba sus fantasías en realidad.
Con mucha humildad caminaba con la abundancia en su corazón y en su pluma las silabas levantadas sonando y resonando lejano edificando sonetos de ensueños, pasión, dolor, llegó incluso a deslizarse entre el vocerío de lobos que arrojaban sus letras en el ataúd de las leyes muertas, pero ella se alzaba antes los verdugos para eludir su furia.
No limitaba los predios de sus letras, fluían plenas poblando de soberano aliento las rutas de sus manos y allí, serenamente, entre la gente posó sus labios a la vida.
Nada la detenía, era una ráfaga de trigo volando en la brisa llevando entre sus alas la dignidad, pero no pudo evitar las excoriaciones que el hombre clavó a su alrededor.
No podía parar, era algo que estaba repujado en su manos.
Noris Roberts
Suscribirse a:
Entradas (Atom)