Si no te dicen sí
Sin duda las alfombras ya no vuelan
y los atardeceres tienen gusto a limón
cada círculo de armonios lejanos
y segmentos de cantos angulares
desaparecen amorfos en las ilusiones.
Sin embargo se duda de los solsticios
de los párrafos construidos lejos
de la incómoda superficie de la queja
de la desesperación de no volar
como lo hacían las alfombras.
Ninguno puede ofrecer más aliento que el que tiene
ni más conciliación que la serenidad
nadie percibe cuando el llanto crece
y ahoga en el centro
de cualquier esquina oblicua del pecho.
Por eso no regresan los pies a una ciudad
porque se ahogarían en pantanos
se disolverían en tinta de relojes
y deberían tener alas para escapar de la asfixia
con que la raza irrumpe.
Tampoco van las manos aguerridas
ni las uñas que tambalean en la piel
no podrían quedarse sin caricias
ni transitar espacios de vacío
calculando minutos para celebrar.
No.
Hay que saber decir que no si no te dicen sí
si no se abren las ventanas para que llegue el día
si no te escriben sí en medio de la espalda
si no te encuentras sí en la saliva compartida
si los lunáticos malogros siguen su pelea.
Roberto Bianchi
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