lunes, 27 de septiembre de 2010

SUSANA GRINMAN,13-03-1941 / 27-10-2003, ARGENTINA

SUSANA GRINMAN

13/03/41 // 27/10/2003

Nació en Urdinarrain, Entre Ríos, Argentina, se radica en Jujuy, Argentina, donde transcurre su infancia y adolescencia.

Publica los siguientes libros:

Las verdes acacias 1983

Simplemente Carlitos 1984 ( al que pertenece el cuento temblor)

Feliz amanecer novela 1987

Son puros dedos 1992

Burbujas de infancia 1992

TEMBLOR

- Chango, chango, vení.

- No puedo. Estoy ocupado.

Carlitos sigue jugando.

Tiene figuritas en la mano, las tira a la pared con fuerza de atleta y gracia felina.

El sol abrasa con furia tostando la piel ya bronceada. Acaricia los cuerpos sudorosos y mal vestidos de los chicos.

Doña Antonia trajina en el rancho. Encuentra hilos por allá, monedas por acá y las guarda en los bolsillos de sus cuatro polleras. Está apurada. Tiene que salir con su carrito a vender comestibles:

- Marchanta, ¿Querís verdura?

- Marchante, ¿Querís tomate?

Los changos la ayudarán.

Pero no quieren hacerlo.

¡Tienen tanto trabajo!

Un atado lleno de camisetas de futbolistas para poner en condiciones.

- Carlitos, andá a buscar el pan.

- No puedo, estoy ocupado.

Y con tres guagüitas que andan por la calle polvorienta.

- Carlitos andá a buscar el pan.

- No puedo. Estoy ocupado.

La coya sale a ganar dinero. Camina despacio con su carrito. Palmea fuerte llamando a la gente.

Quita el aliento el viento norte. Arde el soplo endemoniado de los cerros. ¿Cuánto camina la pobre madre cansada?

Sigue la muralla del río hasta bien arriba donde se sienta a la sombra de árbol a comer una naranja dulce y jugosa como el beso de sus críos. Para ellos trabaja.

……………………………………………………………………………………….

Anochece. Aún respiran el aliento pesado de los cerros. Agosto. Agosto milenario, traicionero como zarpazo de fiera.

En el rancho van a cenar y se acomodan todos alrededor de la mesa humilde. Solo el Carlitos sigue empacado y se va a ubicar en la punta de una cama. Patea el suelo y hace dibujos con la zapatilla.

De repente se oye un trueno. Todos se miran. No quieren entender.

Porque ese trueno viene de adentro de la tierra. Una cuchara que quedó junto al plato se desliza sola por la mesa. Un vaso cae al suelo sin que nadie lo toque y se rompe. El filo del vidrio parece cortar a todos.

Carlitos salta de la mesa cuando siente que una pata del mueble se levante como si alguien lo empujara de abajo.

Un cuadrito en la pared se corre y queda como un rombo.

Todos se miran. Ya advirtieron lo que pasa.

- Te-te-te- temblor. Corran, corran afuera.

Rápido, los chiquitos en brazos. ¿Cuántos solmos?. Vamos al baldío.

- Yo creí que había chocado un camión dice un alacenero mofletudo.

- Me pareció que se me venía encima el ropero.

¿Escucharon el ruido? Es la primera vez que escucho el ruido de la tierra.

¡Qué feo es! Tercia un futbolista que no ha dejado de mascar un pedazo de manzana.

- Esperemos. Prontito vendrá otro temblor.

Ya acostumbrados al misterio del mundo que los asusta, pero que no alcanza una intensidad destructora, hacen tiempo. El fenómeno que no saben predecir sirve para unirlos. Todos los desastres de la humanidad unen.

Se sienten chiquitos, desposeídos, poca cosa. Levantan la cabeza al cielo oscuro tratando de saber que va a ocurrir más tarde. El calor sofocante va cediendo y la gente empieza a entrar.

Miran a todos lados. No hay destrozos.

Fue sólo un sacudón para humanizar al ser humano.

- Vamos a comer, dice doña Eulalia.

Uno barre el vaso roto.

Ya se enfrió el locro, pero es mejor no prender fuego.

Lo comen como está.

Tarde, tarde, todos duermen.

Carlitos de puntita, despacito, se va a la cama.

Se agacha y mira abajo.

No vaya a ser que el que la movió esté allí.

Y ve el ropero. Por encima asoma un pedazo de valija que se corrió de su lugar . El cuadrito sigue torcido en forma de rombo.

No puede dormir el chango.

Cuantas veces lo llamó la mama para que ayudara un poco. El no hizo caso. ¿Y si el temblor hubiese sido más fuerte?

No sabemos cuando podemos terminar. ¡Qué se gana con los caprichos!

No puede dormir el chango.

Y de pronto zigzaguea la cama de la cabeza a los pies. El niño tiene la certeza de que ese movimiento es superior a él. Tiene frío. Tiene calor. Traspira. Los brazos no responden. Una corriente de hielo le surca las venas. No se puede mover. Los ojos están muy abiertos, inmóviles, fijos en el techo que no se derrumba. Pero su familia no se despierta. Él no tiene voz para llamarlos. Es otro temblor.

Quieto……..quieto……..horas……..horas….

Al fin se duerme, Despierta tarde. La madre ya trajina la casa.

Todo le bulle al chango en el cerebro.

La lección de la naturaleza fresca y bien aprendida.

Todo está igual. ¡Qué alivio!

- - Güen día, Carlitos

- - Güen día mama Antonia. ¿Qué quiere que le ayude?

No hay comentarios: