viernes, 11 de septiembre de 2009

PROLOGO DE LA SEXTA EDICIÓN DE "SOPITA" DE ROLANDO REVAGLIATTI, POR RICARDO RUBIO, Y POEMARIO DEL LIBRO

SOPITA ESPESA DE LA MUSA
o REVAGLIATTI RELOADED



"Escribir con orgullosa soledad,
con la violencia de un cross a la mandíbula,
con sudor de tinta y manos fatigadas,
hora tras hora, hasta que los eunucos bufen."
Roberto Arlt


La estética basa su estudio o parecer en un sistema de relaciones muchas veces arbitrario, tanto como arbitraria pueda ser la mirada de un hombre. Una nota musical puede resultar bella o puede producir un disgusto según el lugar que ocupe en un pentagrama, según las notas que la precedan o procedan, según su duración o el lugar del planeta en donde se ejecute, o según el ocasional oyente. Del mismo modo sucede con un paso de baile, una pincelada de color o una palabra. En poesía, precisamente, es la palabra y su relación con las otras que concurren al texto —no sólo semántica sino también sonora—, las que proponen la estética, más valiosa cuando las novedades de fondo y forma se reúnen para individualizar el preciado estilo.
A lo largo de una extensa obra compuesta por más de quince títulos de poesía (también ha publicado teatro y narrativa), con sus muchas reediciones, Rolando Revagliatti ha hecho de la minuciosidad compositiva el norte de su mirada poética. Cierta preciosidad fónica, ciertas elecciones de vocablos, que según los varios significantes señalan la ironía del doble juego, ciertas escenas y personajes, cercanos y lejanos, raramente buscados por otros autores, son los recursos con los que edifica un arquetipo poético distinguido como individual, de ningún modo cerrado al juego lúdico con el ocasional lector, sino más bien lo contrario.
Suspicacias sí, sintonía fina y justeza verbal que suscribe un modo muy particular de transferir (y transgredir), un sistema aún más distintivo que los ya conocidos: en Luchi, a través de la mordacidad; en Huasi, con las torsiones y los neologismos; en Constantini, con el ingenio y el juego del doble sentido; o en Girondo, con las ocurrencias extravagantes; aludidos sin ánimo de homologar estilos, pues estos poetas han sido únicos del mismo modo en que Revagliatti lo es con la suspicacia de las reticencias a veces cáusticas y muchas veces críticas, aunque siempre joviales; un modo nada despiadado de señalar con el escalpelo hacia las actitudes y conductas supuestamente ominosas de nuestra civilidad más cercana con sus múltiples prejuicios.
En algunos poemas de “Sopita” nos encontramos con notables distingos del tono al que nos tiene acostumbrados: el mordaz, el sardónico y el picaresco, que dan lugar en una gran parte del libro, la primera, a una razón ardiente casi nostálgica y reposada; composiciones que exponen al evocador, al memorioso repaso de quien evita motivos o justificaciones para presentarnos el paisaje exterior e interior de la circunstancia del recuerdo, eludiendo con ajustada síntesis y vivas alusiones varios grados de follaje intimista, pese a llevar los ojos a pretéritas fotografías no tan pretéritas (se me perdone el epíteto, de hecho, toda fotografía es del pasado).

Ya se ha manifestado la posibilidad de esta pluma en muchos de sus versos como algunos que recuerdo al pasar: “Murió / dijo la radio...” (en “Ripio”), referido a la muerte de Nicolás Olivari, o el que cita que “ya estoy medio muerto” (en “Desecho e izquierdo”), entre otros del mismo color intercalados en sus libros. En cierto modo, salvo unos pocos poemas, “Pictórica” es la colección que tiene una cercanía posicional a “Sopita” en cuanto acto entre observador y cosa observada, pero no parentesco, que tampoco tienen “Obras completas en verso hasta acá”, “De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):”, “Ripio”, “Corona de calor” o “Desecho e izquierdo”, elaborados mayormente con el estilo personal e innovador que le es característico. Encontraremos que el poema “Sopita”, que da nombre al libro, guarda una relación estrecha con ese tono.
La anticipación a los poetas de su tiempo, que lo caracterizó desde las postrimerías de la década del sesenta —pese a editar más tarde—, continúa aún en la plena vigencia. Si bien la liberación de la formalidad protocolar del verso (el decoro, la mesura, la prudencia, etc.) y el uso de un lenguaje excesivamente coloquial gana los renglones de los poetas más jóvenes, en Revagliatti subsiste el respeto morfológico, la clarificación del concepto que no cede a devaneos, la construcción fónica que se vivifica y se comprueba con la oralidad y el extremo cuidado de la forma, cosas que en la actualidad otros poetas descuidan quizá demasiado en virtud de malas identificaciones con poesía traducida e inútiles esfuerzos de vanidad, que es mucho más frecuente que el talento. De modo que, con un carácter moderno, audaz y vanguardista, nuestro poeta aún mantiene su cruzada (avanzada), es decir, la posta de la originalidad, reuniendo creatividad, psicologismo, ironía y atrevimiento que, claro, no es poco.




Ricardo Rubio







SOPITA1
Rolando Revagliatti




Ruiz Sanz


Habrás de ser Contador Público Nacional
en la Argentina Agrícola-Ganadera de 1912
a la que arribarás en 1886

Habrás de casarte con Josefina Mugione
natural de Caibano, Nápoles
a quien advertirás acaso el mismo día de tu llegada
en el Hotel de Inmigrantes del puerto
de la hospitalaria Santa María de los Buenos Ayres

Sólo uno de tus seis hijos habrá de fallecer enseguida
y tú fallecerás durante la Gran Crisis de 1929

Imaginado en Soria, Castilla la Vieja
apenas después de tu nacimiento
Juancito Ruiz Sanz
en el Reino de la España de Amadeo de Saboya
de 1872.






Ajustada


Ajustada a su mochila
la nena se va al jardín

caminando
y de la mano de su papá

Volar me gustaría —arguye la nena
viendo algo volar—
pero no soy un pajarito

No —admite su papá

y siguen caminando.







Salta (1)


Debajo del cartel ferroviario que indica Salta
delante del cerco pintado quizá recientemente
(a dos colores)
Eduardo y Mecha se miran

Eduardo con un sombrero oscuro en su mano izquierda
toma del brazo a Mecha
abrigada con un tapado aún más oscuro que el sombrero de Eduardo
Se sonríen

El saco abierto del traje de muy buen corte de Eduardo
permite advertir el alto chaleco
Su pierna izquierda
flexionada
Detrás del cartel, un arbolito

En un ángulo inferior Mecha asentó
una fecha del invierno del cuarenta y uno
Detrás:
“Como recuerdo de nuestro viaje a Salta
para Tita y Héctor”
(Sí
¿Por qué esta copia concluiría entre las fotos de Mecha?)









Salta (2)


Sola
Recostada sobre una piedra
Sonríe y mira a su izquierda y más bien arriba
(el sol la ilumina desde su derecha)
Entorno de rocas y breve escalera de granito

Escribió Salta con tinta y mayúsculas al frente y debajo
y al dorso y arriba
Con otra tinta añadió:
Feliz.








Viva Jujuy


El cartel debajo del que miran a la cámara
manchado en la primera jota y en la segunda u
cuelga de la pared de piedras
debajo de una cornisa

Vestido claro y saquito, ella
quien proyecta su sombra
Pañuelo blanco en el saco del traje, él
Otra sombra, parásita, se atribuye
el ángulo inferior derecho de la placa

Al dorso: veinticuatro de agosto
Y en la minúscula cautivante de Mecha
de aquellos tiempos de ocio, amor y delicadezas:
Jujuy-Estación.










Hotel Llao-Llao


Es una misma foto:
copiada chiquita, en blanco y negro
y otra coloreada, que la triplica
La primera dice:
Hotel Llao-Llao, Bariloche
Fíjese:
le fueron recortados los bordes
Las letras del frente y del dorso han sido alcanzadas
efectivamente
por una tijera

Cielo, hotel, suaves y cortas barrancas
césped cuidadito, arbustos y unos cuatro cedros
(¿o un cedro, dos acebos y un ciprés común?
o bien, ¿un fresno, un mostellar y dos plátanos falsos?
o, por último, ¿un alerce, un boj
un ciprés de Levante y una araucaria?)

Sentada en escalinata, peinada para atrás
en gran sport, en pantalones
blusa blanca y saco escocés
Color, en el borravino de los pantalones
y el aladrillado de las probables tejas

Todo y Mecha:
muy bien, muy bien.









Mar del Plata


Boca abajo en la playa
codos en la arena
Mecha, divertida

Muy en segundo plano a la izquierda
agua y gente
A la derecha
gente y casino

Eduardo, bastante tostado
Los dos, lindos.








Profesionales


Elegantísimos, descansados
con las miradas luminosas coincidiendo en un punto a derecha del espectador
posando como experimentados profesionales lo harían
modelos o actores
prestancia, naturalidad
Ángel Magaña y Nuri Montsé

Él, chambergo, la cara demasiado llena
Ella, delante de él, la sonrisa
de indecible perfección
Con hermoso sombrero volcado
y tulcillo.








Nariz


Enmascarada por una
nariz de payaso
Flavia
con su nariz de payaso

Cuánta Flavia
en su nariz
de payaso

Embargada Flavia
en su nariz.







Holgar a costa de papá


Las tortugas
¿11 o 14
en el auto?

¿11 o 14
las veces que nos detuvimos
en los sucesivos serruchos
patagónicos?

¿Papá y el Ford 40 un solo corazón
y mamá un corazón resignado?

¿“La Monumental”
a través de su gran productor
empaquetando chubutenses y santacruceños
y las tortugas arrancadas
de sus destinos?

¿Mamá y yo la holganza
y papá la platita
que mamá administra?

Aporteñaremos las tortugas
las repartiremos
ese fastrai (incordios)
entre vecinos, parientes y favorecedores

Volveré al colegio
¿Y mamá también arrancada
de su destino?

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