viernes, 11 de julio de 2008

JOAQUIN MARUY, PERÚ

Caracoles y Petirrojos

por TOORU

Mi pequeño jardín en Chaclacayo

es para Ale, mi nieto, su comarca de exploración,

su sabana africana, su página privada del National Geographic.

Me conduce a redescubrir a través de sus ojos azules, transparentes, emocionados, el prodigio de los chanchitos de tierra, el vuelo trashumante de las mariposas, las serenatas nocturnas de los grillos, el misterio de las abejas y el retozar prehistórico de las lagartijas.

Contempla con exaltación el torbellino de sutiles avecillas activando su volátil energía sobre el cielo, a veces azul a veces grisáceo, que refleja la melancolía de los cerros limeños y analiza cuidadosamente el romance que sostienen colibríes y geranios intercambiando piquitos y polen.

Desentierra los chanchitos con sus manos y los trata con sin par ternura, esbozando en ese gesto, la alianza natural existente entre los niños y la tierra.

Ale tiene ahora cinco caracoles, a los cuales les ha dado nombres, convirtiéndolos por medio de ese simple acto, en sus amigos de Chaclacayo.

Humanizar los insectos es también una forma de hermanarse con la naturaleza.

No se le ocurriría matar insectos por el placer de destruir. Tiene un supremo respeto por la vida. .Me dice-:

- " Abuelo, el otro día en la playa agarramos un pulpo"

- ¿Y se lo comieron?- pregunto yo.

- " No abuelo este pulpo era de verdad "

Esa veneración por la vida, sugiere que las antiguas religiones basaron su búsqueda de la felicidad en tratar de ser tan puros, desinhibidos, relajados y naturales como un niño que descubre un jardín lleno de insectos, pajaritos, flores, sol , sonrisas......y pulpos en la playa.

Desde hace un buen tiempo, un petirrojo llega todos los días al jardín de mi casa y se posa sobre las rejas de la puerta de fierro, justo cuando Ale viene a visitarme y a explorar su oasis.

Yo le conté a mi nieto una antigua leyenda tailandesa que cuando un familiar se muere, su alma, a los cuatro días del fallecimiento, vuelve a la familia reencarnado en cualquier forma viviente, puede ser un insecto, una planta, un animal o una persona. La forma no es importante, lo importante es que vuelve y acompaña y protege a la familia. Ale me dijo inocentemente:

- Abuelo ¿Tú tienes mamá?

- Si Ale, pero se ha muerto.

- El petirrojo entonces..... puede ser..... tu mamá visitándonos, abuelo?

- Si, Ale podría ser

- ¿Como se llamaba tu mamá?

- Se llamaba Sayoko y era la abuela de tu papá. Era tu bisabuela.

- ¿El petirrojo, puede ser mi bisabuela?

- Si

- Que chévere

- Abuelo, ¿Era buena tu mama?

Mi madre era una mujer extraordinaria. Era nuestra consejera, nuestra amiga, nuestra fortaleza, nuestro centro. Claro que era buena, Era buenísima.

En nuestra familia, de cepa peruano japonesa, no estábamos acostumbrados a los mimos prolongados, las caricias impensadas, los besitos acaramelados, las palabras, frases y apodos artificiosos que noto que diariamente se prodigan muchas familias aquí en Perú. Hay parejas que se dicen: amor esto y amor lo otro. ¡Amor, saca la basura! Por ejemplo, donde el termino "amor" pierde todo sentido y solo se convierte en un apodo.

Con mamá, el amor y el cariño se manifestaban en una conversación, en una sonrisa, en alguna lágrima emocionada, en ese sentimiento de orgullo por sus hijos que ella recatadamente mostraba.

Mamá seguía el aforismo taoista de guiar sin aspavientos, sin hacerse notar pero estando siempre presente, como el invisible oxigeno, suministrándonos la energía necesaria para poder vivir, crecer y desarrollarnos en armonía como una familia unida.

Poseía, mi madre una sorprendente habilidad para todas las tareas domésticas. Pero pienso que lo que mejor hacía, a la par de querernos.....era cocinar.

La cocina era nuestro lugar favorito y para mi madre, era como un templo de perfección : Un dojo

Con su mano izquierda – mamá, como todo buena cocinera era zurda - cortaba las verduras con la velocidad y precisión que solo se adquiere cuando la cocina se trata como un arte milenario equivalente a la caligrafía, la arquería, el ikebana, la esgrima, el karate.... El esfuerzo máximo sin esfuerzo, la perfección sin acosarse, la cocina como meditación, la unión del cuerpo, la mente, la naturaleza y la familia.

Mientras hablábamos ella cortaba, guisaba, salteaba, horneaba e iba creando ante nuestros ojos y con la complacencia de nuestros sentidos una singular sinfonía de sabores, aromas y texturas que aun hoy los encuentro irrepetibles a pesar de la búsqueda.

Mamá, cocinaba comida criolla y comida japonesa todos los días, para sus seis hijos, la abuela, mi padre, mi tío, dos sobrinas y varios empleados de la tienda que almorzaban con nosotros.

Esa fusión de estilos, nos transformó en privilegiados, porque acostumbramos nuestro paladar a una copiosa gama de sabores, a un grandioso muestrario de texturas, de colores, de fusiones culinarias desconocidas en esa época lo que nos impulsó a probarlo todo, a gozar de todo, a intentar mezclar lo dulce con lo salado, lo agrio con lo acaramelado, lo humeante con lo escarchado, el sol con el mar y las montañas, el Oriente con el Poniente... y el amor siempre con el amor y la cocina.

- Abuelo, ¿ era buena tu mamá ?

- Era buenísima, Ale como lo son todas las madres.

- Y entonces ¿por qué lloras?

- A veces uno llora de melancolía, Ale.

- ¿Qué es melancolía? Abuelo, ¿Qué es?

- Es una mezcla de tristeza y alegría.

- ¿Cómo se dice melancolía en japonés, Abuelo?

- Se dice sabishi

- Y tu ahora estas sabishi porque piensas en tu mamá., por el petirrojo.

Bueno, desde ese día siempre saludaba la presencia de mi avecilla sobre la reja del jardín, y ese saludo me dejaba un remanente de inmensa alegría y algo de mi oriental melancolía con el cual endulzaba mi café y mis días.

*****

Hace dos semanas que desapareció el petirrojo, y entonces ví a un gato, rondador, callejero y misterioso – como solo los gatos pueden serlo - acarrear algo entre sus dientes. Me estremecí secretamente, y esperaba cada mañana, en vano, la presencia del petirrojo. Comencé a odiar al gato blanco. Lo veía y un pensamiento secreto me estremecía < ¡Tú te has comido a mamá!>.

Pero yo se que todo es una leyenda, una fábula que yo mismo he alimentado, que el petirrojo puede estar por allí, en miles de lugares, volando hacia el sol, explorando otros jardines, haciendo felices a otros niños y a sus abuelos y que además, por más que haya hecho el gato, no debo odiarlo. Pero confieso. Lo miraba, y un sentimiento de rabia me recorría la espina dorsal.

*

- Abuelo, ¿dónde está el petirrojo? ¿Se ha ido ? ¿ Dónde? ¿Donde sus otros hijos, mis tíos?

- Si, Ale, ya vendrá. Tiene que visitar a toda la familia <>

- Abuelo, si el petirrojo no vuelve.... no te pongas triste. Te presto dos caracoles y busco chanchitos de tierra...

- GraciasAle. Graciasnieto. Gracias por ser parte de la familia.

Hoy día, hace media hora abrí mi mail, encontré una nota de mi hermano mayor que decía :

"Hermano, ayer fuimos a visitar la tumba de mamá, fuimos todos por su cumpleaños, al llegar vimos a tu petirrojo paradito sobre la lapida de mamá. Nos vio, y casi pareció saludarnos al emprender vuelo. Te juro que es cierto. Tal vez vaya hoy a verte a Chaclacayo".

En ese mismo momento sentí el silbido característico de mi hijo mayor anunciando su llegada. Me pongo muy feliz cuando vienen mis hijos, y más feliz porque viene con mi nieto. Ale entra corriendo y gritando a casa:

- ¡Abueloo, abueloo........Allí esta el petirrojo! ¡El petirrojo!


Salí emocionado. Ví a la avecilla rodeada de mariposas y geranios y flanqueada por dos apacibles lagartijas que estiraban su cuerpo hacia el sol de la mañana. Solo atiné a decir:

- Hoy volvió el petirrojo. Perdón gato blanco.

- Abuelo achocherado? ¿Hombre maduro regresando al mundo verdadero?

Recién comienzo a entender a Lao Tse cuando dice que:

Ser grande es proseguir

Proseguir es ir lejos

Ir lejos es retornar

Retornar es hallar la paz.


Publicado en ISLA NEGRA http://isla_negra.zoomblog.com- 11 de Julio, 2008, Categoría: cuento

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