MARÍA MELECK VIVANCO
Maldonado
Uruguay
ARCOS DEL ATARDECER
La hora esta aquí
Cálida y ciega Imperturbable y lúcida
Su hocico húmedo de perro fiel
cabe ahora en la corola de una mano
Heliotropos ardidos regresan a la escoria del océano
Nubes en cíngulos acompañan su roja cabellera
La hora profética ha mellado la memoria del sueño
Besa mortalmente nuestros ojos
Vulnera nuestra piel desconocida
Niña-Luz que huérfana se deleita con antiguas monedas
elevando conjuros en un aire que embriaga
como el aliento de los pinos
Amor se yergue en el mástil del verano
Se encarama y vibra Fructífera y sucumbe
Revela su furor y calla
Deja mortajas de éter encendido
bajo los arcos del atardecer
Y la gran Verdad eclosiona
Engendra en las venas su prole silenciosa
y luego estalla en helechos
sacudiendo los manantiales del origen
LAS FORMAS DEL VACÍO
Casi no conocemos las formas del vacío
giran como la vida en hongo y calesita
Allí el puerto es de fuego La aventurada niña
El país tan remoto y el doliente fantasma
Casi no conocemos las trampas del vacío
Aires que desfallecen al laúd de los árboles
Sus humillantes filtros queman lenguas azules
y desquician las trémulas mariposas de mayo
Lentas sobre el desierto nuestras máscaras caen
y a una señal del ángel sin nombre estremecido
bajamos este rostro hacia la dura tierra
y el inservible rostro respira por la lluvia
Dulce Orfila tu boca la miel de tu garganta
naturalmente gimen con su verbo amoroso
en bocacalles lívidas y cuadrantes solares
barriendo los espejos libres de la colina
Casi no conocemos las noches del vacío
La mujer peligrosa de ensombrecida prole
con saliva imantada que el espacio destila
un licor venenoso derramado entre flores
El vacío es de Dios y se aferra a su llama
Hace ver primaveras Camina entre abedules
Allí el puente es un limbo de oro negro y banderas
Un remoto país y un doliente fantasma
"ALABE" LA LEONA
Corre la leona en un zaguán de pétalos
su viento acelerado
Su fuego frío oxida la penumbra
inventada en la luz clara y oscura
a rayas movedizas y turgentes
Desde su templo de ópalos labrados
corre la leona a ráfagas
y con ella su espejo Su aire en círculos
La perdurable estancia que vacila
El tinglado de baba clamorosa
El diamante cavado en fresco belfo
Y con su trampa doble de la muerte
el collar de la horca inesperado
Corre la leona como si fuera llama derramada en altura
De terraza en terraza sucumbe su agonía
De árbol en árbol su dominio triste
Hasta caer pesada y voluptuosa
encerrada en el oro de su vicio
Defendiendo la presa hasta salvarme
ENCERRADA EN LA NOCHE
De puente a puente
el pan humedecido de la niebla
Cuando el otoño enciende sus dalias ahuecadas
sus crueldades reunidas en un grito
su cuerno de abundancia glorioso como el vértigo
Los cuerpos florecientes recién estremecidos
Cae la lluvia flotando de plano en los biseles
hasta empapar la soledad herida
Arrojando penumbras de vino derramado
en la línea que acerca el mar al horizonte
donde las aves mágicas empollan los océanos
De puente a puente
han pasado los ángeles
Han registrado al viento la fecha de mi nombre
Han consumido el rastro de fuego de mis huesos
Han padecido atados al frío con mi muerte
Despojos del corazón serán mi casa
mi agonía mi cólera mi caos
Esta rosa de otoño encerrada en la noche
sin que jamás se enteren las luciérnagas
MIENTRAS EL MAR JADEA
La salamandra anfibia muere lenta
con su pezón abierto a resplandores
Amante ciega va doblando rasos
Rezuman sangre sus prensiles verdes
Adivino a las dulces salamandras
donde los astros vivos se alimentan
Yo desterrada y mis crecidos ríos
reclaman a su arbitrio rosas huecas
Los perfumes del alba son aquellos
mientras el mar jadea en el espejo
NO ME SOMETA EL ROJO
Con las nubes de cielos
que entrechocan sus grupas oscuras
los cipreses ondulan y gastan las joyas del aire
Abajo el rojo desnudo Besa en la playa
su alquimia de matices sutiles
Su abanico espejado en el agua blanca
Y al oído nos enrostra su ira
con agresivas ruedas calientes
Mas de pronto el vacío se abraza a los pies
como una trémula serpiente asesina
No me someta el rojo
no me sometan sus flores -aparejos de soledad-
No me sometan sus olores malditos de tierra inmunda
No me sometan sus insondables órganos
que plañen y se ahuecan
en una marea de ojos ciegos
Básteme el dolor
Sus armaduras frías que corroen la noche
Sus cascabeles lisos consumidos en brasas de antiguos huesos
-Brasas que un perro aviva en sueños-
hasta separar de la muerte su anillo de vida
hasta fundirse con las sublimes bocas adolescentes
que abrieron para el amor y también para el olvido
Hasta girar con el rayo
y retomar su agrietado camino imprevisible en el polvo
EL SALTO DE UN CABALLO
No tardaré en llegar
a los despojos sobrantes de luz
que enhebran la vida de las islas
Contemplando el ritual incesante del mar
Colmada de caparazones
Estallarán completamente inmóviles
Extraños océanos Confusos océanos
Llorados sobre mi penitencia
Con la muerte de tantos ávidos ojos
mirando hacia mi sangre
Como cálices de flores sitiadas en su fiesta
En órbitas vibrantes de artificios
sobrevoladas de ángeles
En fisuras de cielo donde la noche escinde sus ríos
Sus diamantes estáticos
Sus fríos escalpelos de hermosura
No tardaré en llegar
a los despojos sobrantes de sombra
con carruseles cósmicos y blancos elefantes dormidos
A sabiendas descorreré los velos de mi muerte
Y en los perfectos espejos encendidos
el salto de un caballo desbordará el azogue
Y LA TERCERA MUERTE
El hogar de las uvas Lago oscuro
Embudos afilados sucediéndose
Narcisos Piedras rojas
Biseladas coronas de la luna
Arenas y eucaliptos
confrontados a luces de iridiscentes filtros
En pura llama seca En híbridos aromos
Amantes de los rostros de la muerte
El hogar de las uvas Nuestro olvido
Será la horca del mar aventurarnos
Para él que destila ambrosía
toda criatura es lastre vengativo
Dibujo tembloroso de un roedor gigante
Flores de azufre en viaje huracanado
La hidra con dientes de hiena-pájaro
lanzada hacia imantados trópicos
Cortezas retorcidas como agujas feroces
que arremolina el eje de la tierra
Y la tercera muerte es la del vino
Presiones de jazmines
entrelazando las espadas del sol
(Piedad Piedad el venturoso niño)
Densa música de oboes ahuecándose
Cuatro mil metros bajo el ramaje de la ola
Música triste al son de inflados relojes
En copas fluorescentes su brebaje de hinojos
Su enamorada soledad ardida
Maderas planetarias sumidas en un bosque de avispas
durando y perdurando en el panal gozoso
No sed No manos silenciosas de aire ciego
No puertas y memorias revertidas
No clamor hacia un dios tan voluptuoso
No herida alondra en medio de una música
Sino el lejano hogar y su delicia
(Piedad Piedad al venturoso niño)
DE BRUJA MELANCÓLICA
Carne desmemoriada
Sus bestias que retoñan suspirando
entre puertas secretas y párpados cerrados
Arrasan terraplenes y puentes de mi llanto
Queman como un incendio viscoso enfurecido
Asomada al perjurio de ávidas madreperlas
Atraviesa en astillas y crujidos de nombres
mis dalias lastimadas mis tinieblas del frío
Pudo soñar así –dulce sombra insaciable-
siervo de cacería –carne desmemoriada-
para salvar al cielo lleno de eternidades
Agitar sus relámpagos de ardor y desafío
cerca del amarillo desnudo de los pájaros
¿Casi en el corazón supo comunicarme
sus fantasmas de piedra caliente y pecadora?
¡Su culebra de fuego a mi sangre asustada?
¡Oh! He perdido mi casa
He sellado mi lengua de bruja melancólica
Donde a besos se enseñan los nombres de los árboles
¡CUÁNTOS PERFUMES! ¡CUÁNTOS CÓDIGOS!
Trae y lleva el viento
mariposas que nacen de tus axilas
Sobre un límite de ideas cautelosas
que perfilan tus dominios
El mar depone a nuestros pies
su amarga desventura
Entierra almendras en su ola
Mueve velos como siglos ¡Oh Dios! Purificándonos
Su estandarte a jirones Su cáustica memoria inextinguible.
Embanderados estamos aquí por el oleaje
Por sus frutos sellados
Sus murallas gastadas del vacío
Herrumbres solitarias de la noche
heridas en andar hacia el incendio
donde en círculos fieles el corazón estalla
¡Cuantos perfumes! ¡Cuántos códigos
que dirigen la muerte!
Somos el mismo grito repetido en las antípodas
Una hoja obediente debajo de la tierra
El esqueleto que erosiona a la rosa en su médula
Las hebras de sangre más allá de este miedo
Trae y lleva el viento
mariposas que nacen de tus axilas
LOS ARTIFICIOS
Cambian de dirección los páramos
¡Oh segadora araña! ¡Segadora caricia!
¡Segadora iniquidad que desquicias los ejes de la tierra!
Más ceremoniosa Más perversa
Más mortífera que la peste en el recinto de los dioses
Indescifrable voz
Corroes una boca donde los gestos balancean la dicha
Tú, que sometida entre pólenes
No has de tornar ya nunca al pasado
Pues la muerte te adelanta y te corrompe
con su pájaro oscuro de plumas mojadas
con su noche de trompo instantáneo
que abandona a una playa híbrida
chispas de espejos ignotos
peces carnívoros a la deriva
Flores obscenas listas para el ultraje
Cambian de dirección los pájaros
Y los mares mezclan caudales frenéticos
y en la tierra entretejida de perjurios
reducciones y ocultos pecados
hay una sola respiración devoradora de sí misma
tan imposible de asir como la flauta de la vida
tan transparente como un helecho de nieve
sometido al vapor de la luna
Pegada estoy a un ombligo
que precipita cautelosos misterios
manantiales del desamparo, cráteres del sexo,
vacías corolas del suicida
En torno a grandes aviones
con el hechizo de puertos en Marte
De infinitos latidos inventados
En ojos donde la niebla se aposenta
Cambia de dirección mi sangre
Oh Dios, si calladamente pudieras invadirme
con tu medrosa cría de faisanes
con tu muda trompeta de guerra
Ya jamás intentaría sobrevivir a un lirio
POEMAS DEL LIBRO BALANZA DE CEREMONIAS (1992)
Su gran hongo pálido
Todos los tristes de la tierra, mezclando en un mismo cubilete
nuestros dados oscuros.
Oh Cuidad los abalorios Cuidad las alabanzas Que detengan
el fulgor del deseo frente al bronce quemado de los ángeles
Esos escarlatas invisibles que desnudan la piel del elefante
Que nos tocan y rugen Que nos tocan y trastabillan Que nos
tocan y cubren el corazón con una marea ciega
Entrégate a los membrillares del agua ven a conocer sus
riesgos Vibra eternamente en el oro rotundo de los campanarios
Que el verdugo defienda su collar de amatistas Más tierno
que la suplicante del mar Que niños enterrados en jardín de
cenizas Que el olvido y más olvido en carne viva de la muerte
¿Será la sustancia de Dios que nos reúne? ¡O el colibrí
fantasma que detuvo su goce en la criatura? ¿Acaso la esplendidez
del alce confundió a la metralla? ¿O se junta polen de
luna en el ombligo de las vírgenes?
¿Será que anda de incendio en incendio la venenosa duda Y
su gran hongo pálido desciende a conocer la sombra?
Pro mundo
Infinidad de veces nos vemos la mirada
Una gran nave gótica La ventana ojival y la pulsión maniquea
de la condena, van cerrando con furia los párpados de
los aparecidos
jacintos y anémonas marinas son mapas esplendorosos que
exhibe la resaca Diluye sus golfos en sarapes negros llenos
de infancia Llenos de antiguo monte
Los máximos toreros apostarán en la faena de la sombra
Aprendí a usar mis lágrimas
Aquí el pro mundo nos aturde Nos hace comensales de los
peces alados
Primacía del fauno
Pez y betún para las ruedas del carro del Faraón Ellas
Apagarán los clamores de Egipto
En ese dilema que sobrecogen las furias, valga el ajuste
Perfecto de la antigua dulzura
Me siento pulir como la muerte en un metal fundido entre
muchas raíces Resonancia de trueno tienen las voces que me
nombran Y lo desconocido es un embrión mutilado en un
huevo de brujas
Compases de alharaca bastan para determinar el bullicio del
viento Colinas reverentes en la brillante primacía del fauno
La cruz errática Las demoliciones El pasajero de la Creación
dirigiendo en zigzag las aves rapaces
El dedo de Satanás ha resuelto el oráculo A mis espaldas
tiembla la intensidad de sus desnudos Beso a beso la crueldad
multiplica los incestuosos arcángeles
¿Para atemorizar el placer? Para ocultar con lienzos enlutados
su delicada impudicia?
Aullemos como malditos cerdos con las patas en alto
La sudestada avanza Mi lengua, seduce los oscuros entre soles
eróticos
Los amantes se giran
El trópico de cáncer cautiva lentos péndulos Ingresa en la
blancura sin malquerer su música
Va a descubrir la maga que lo gire en el mundo Va a descubrir
Idénticos ya no superponibles Dexogiros que avientan
las ventanas del viento Va a descubrir girando quiero amarlo
de cerca Giran las parsimonias en ahuecadas órbitas Estrellas
sospechadas que con la bestia giran Las carmelitas
giran con sus rosarios púdicos Giran en las caderas y el
ombligo indefenso Giran chorro de amor de mirarte y tocarte
Giran de sollozar eternamente océanos
Este polvo que gira y la locura gira Los amantes se giran
para siempre jamás
Hay que tocar cuidado
El pez xifo pasea sus membranas heridas, acariciando
piedras livianas de la muerte Antiquísimo pez como un niño
dormido Tal la tribulación La levedad del alma
El tórrido contacto voltea mariposas El himen se deshace en
espumas He aquí la magnitud del desamparo de espejos que
nos muestran su alumbramiento mágico y pesan en el aire
hasta asfixiar la rosa El atrás de otro día El mínimo cabello
He dejado de amarte Y se abre entre mis manos un ropero
vacío Largos trapos de noche visten a la demente Pulseras
de oro negro que naufragan tobillos No hay sitio que me
plazca desde que no te alumbro Hay que tocar el sueño con
ardientes milagros Hay que tocar la llama secretamente de
antes
Hay que tocar cuidado esas violetas pútridas Hay que tocar
un límite plenamente loado
Reptar el infortunio de loza con hormigas La rabia de mi
cuerpo bajo tu sexo en rabia
Mi pupila de noche donde navega el día
Piedra de suavidad
El fanal de una tórtola se disuelve en el cielo De los jacarandaes
chorrea miel azul
Guardo en mi corazón el desamparo que respiran los muertos
La trayectoria bautismal del poema Los fragores del mar
Del inasible mar La llave que abre las cartas de los prisioneros
El refucilo adelantándose a la rosa Los piratas del sol
Que enarbolan un remolino de oro con su séquito
Y extraigo de la piedra de suavidad, el inquietante cárdeno
que sustrae mis besos
Envuelta en ciclámenes
Ayer moría resignadamente en libélulas espléndidas Las
aniquilaciones Las penetrantes miradas convergían a mi
pulso
Yo caminaba entre cipreses en la gloria del faro intocado
Nada más justo para resucitar y desvanecer Para tornarse
en rosas de inca innominadas En ciegos insectos artesanos
de su abismo
Ayer moría entre ajadas nalgas y maliciosos conjuros
del amor Incapaz de fundir mis brazaletes De hacer polvo los
labios Los altos hornos del beso
Mi cintura golpeada por los vientos del este Los cardúmenes
navegando en sus galaxias La resonancia del águila del mar
Ayer moría enredada en la luz En la clorofila azarosa de mi
sangre En el rayo azul del espectro de todas las cosas
Moría con los ídolos de sombra Las hierbas indefensas Las
ardientes iniciales del sueño Los miriñaques de Dios
Hueso sonámbulo
Corazón, guarda tus vociferaciones Donde los muérdagos
conducen la mascarada del sueño
Oh cuántos trotamundos Cuántas islas dolientes que desbordan
el sexo Madrugadas de amarga flor y niños tiritantes
que flagelan los trenes
Los anzuelos que arrojamos al mar traen al vacilante
corazón suspendido Nuestra mascota es un hueso sonámbulo
Lastima el esplendor de las antípodas Las huellas digitales
del invierno Las miradas tiránicas del sol Sus rigurosos signos
Porque nada duele más que la fláccida corona de intemperie
Que el cotidiano viaje de recorrer las muertes.
María Meleck Vivanco
Poemas inéditos
Vestidos de entre casa
Mundo llegó a mi boca, como una red espesa de frutillas. Hubiera querido despedirme. Incendiar todo lo que dejaba entonces. En lágrimas abiertas con llaves de amaranto, como si el desatino fuera conspiración, danzar inagotable, soterrado desvelo, un archipiélago trizado y escondido.
Yo iba lamiendo azufre de los montes. Mis desvarío, era morada cripta pegajosa, ramos de austeridad y sobresalto, sol que gozaba sobre frondosos párpados de arena.
Luego vendrían los arrebatos de la lluvia. Las confidencias. Luctuosos vestidos de entre casa, tapando hacia mis ojos los crespones. Regresados de un faro. En el transmundo de un abrazo desecho de cumplidos
De maleficios para el placer, alevosamente desangrado.
Los trámites del gozo (9no canto)
Postillón de mi carne. Cada brújula anota su condena. Y en el fuego insepulto rodeado de balcones, hay remoción de sexos - un bello escapulario de locuras -
Conocí el desamor - sus tijeras de filo - Balazos de oro rojo para el vuelo del ánade. Presencia de esa rutina triste. Y arriba del solsticio, puntillas delicadas con volados sensuales. Trapos desencantados para llorar a gritos y extramuros heridos de mudanzas.
Santo desaliñado es el azar. Luna que sobrevuela defiende sus cachorros. Campanillas sin dientes, son vulvas desdeñosas, perfectas, disfrutables, que apoyan picaflores en un lugar sin eco.
Apenas rasguñadas por las bestias del mar
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