Y OSCURAS EN NUESTRO INTERIOR
Luis E. Aguilera, La Serena - Chile
Quizás debieron cumplirse los cien años desde el nacimiento del poeta Pablo Neruda, para que su hija Malva Marina Trinidad Reyes Hagenaar volviera a despertar o renacer con su triste y trágica historia, después de sesenta y un años desde la muerte de su padre. Una lápida vieja, que tiene una inscripción que reza: “Aquí yace nuestra queridísima Malva Marina Reyes; nacida en Madrid el 18 de agosto de 1934, fallecida en Gourda el 2 de marzo de 1943”, sepultura que se encuentra en el Cementerio General de la Calle Vorstmanstraat, en Holanda, y que hasta el momento de su descubrimiento se encontraba desatendida. Por los años de abandono, apenas se pedía leer la inscripción. Cubierta por los matorrales, que subían por todos lados, cobijándola por completo, como si el tiempo temiera que la inocente Malva Marina, aquella de los ojos tristes, nos fuese a contar sus dolores, sus esperanzas, sus tristezas; describirnos su desconsolada historia que aún no termina de sorprendernos. -María Antonieta Hagenaar había pagado antes de su muerte (al parecer en 1965, en La Haya, después de un corto regreso a Chile bajo el gobierno de Gabriel González Videla) los derechos de la tumba de la niña hasta el 2003.
Al ingresar al antiguo Cementerio no puede dejar de producirnos un desasosiego, un escalofrió; podríamos decir también que el tiempo se ha detenido en un verdor antiguo, de aromas y silencios. Es una tumba carcomida por las hierbas. Malva Marina reposa a la izquierda de la entrada. Sólo las lápidas asoman entre la maleza alta. Sí, la tumba de Malva Marina es bella. Tan gris y carcomida como las otras, pero en las cuatro esquinas tiene hermosos azulejos blancos, un delicado detalle, tan humano, como familiar. El vetusto cementerio fue declarado Monumento Nacional, y las tumbas que se encuentran en él se mantendrán para siempre. ¿Será una coincidencia, o Malva Marina esperaba ser descubierta este preciso año en que su padre cumpliría 100 años, y ella 61? Pablo Neruda, en aquellos lejanos días, inmerso en las tragedias de la Guerra Civil Española que avanzaba a pasos agigantados por todos los espacios, dejará de ver a Malva Marina y a su madre María Antonieta Hagenaar (madre e hija que partieron a mediados de 1943 hacia la Haya, Holanda), la bella holandesa, quien fuera la primera esposa del Poeta. Cuando huía de la hermosa nativa, Josie Bliss –La Pantera Birmana–, siendo un poeta solitario y desterrado, el de Residencia en la tierra (uno de sus libros capitales); es que se encuentra con María Antonieta, y una vez terminada la relación con esta, llega a su vida Delia del Carril, la “Hormiguita”. El vivía en la calle Probolingo; estaba en un país cuya lengua ignoraba, de la que sólo llegó a saber una palabra: “tinta”, pues igual se dice en malayo y en castellano. La juvenil y bella María Antonieta, hija de holandeses, residía allí con su familia, nada raro, pues en esa isla los holandeses comenzaron a ejercer su dominio desde 1619. Sin duda, en aquel tiempo, su joven novia le resultó buena compañía para conocer mejor la fértil isla, recrearse con sus mariposas, insectos y pájaros, recorrer las tiendas y deleitarse con los bordados, artesanías y estampados de los batik; es decir, había hallado una amiga de gran ayuda para comunicarse y no sentirse tan sólo.
Dotada de hermosura, María Antonieta, trágica figura –Maruca para Neruda–, parte con Malva Marina en brazos, ya de 2 años y con hidrocefalia, huyendo del abandono en que Neruda la tenía, y escapando de la Guerra Civil, regresa a Holanda probablemente el mismo año 1936. Así, la niña Malva Marina se alejaba con su madre de la sangrienta España, con su cabecita llena de soledades de niña minusválida, en medio de un continente de fuego,
Pablo Neruda, el poeta de la España desolada, prefiere guardar su tristeza para él sólo, porque como padre no puede dejar de estar herido hasta la médula. Tristezas que lo carcomen por dentro. Hay apenas atisbos de una niña en su segunda Residencia en la Tierra. Pablo Neruda no olvida nunca a su pequeña hija, se refirió a ella en algunos poemas de atroz expresión de dolor. Y después, calló para siempre. Poemas como este titulado “Melancolía en las familias”:
Conservo un frasco azul,
dentro de él una oreja y un retrato:
cuando la noche obliga a
las plumas del búho,
cuando el ronco cerezos
se destroza los labios y amenaza
con cáscaras que el viento del océano a menudo perfora,
yo sé que hay grandes extensiones hundidas,
cuarzo en lingotes,
cieno,
aguas azules para una batalla,
mucho silencio, muchas
vetas de retrocesos y alcanfores,
cosas caídas, medallas, ternuras,
paracaídas, besos.
No es sino el paso de un día hacia otro,
una sola botella
andando por los mares,
y un comedor adonde llegan rosas,
un comedor abandonado
como una espina: me refiero
a una copa trizada, a una cortina, al fondo
de una sala desierta por donde pasa un río
arrastrando las piedras. Es una casa
situada en los cimientos de la lluvia,
una casa de dos pisos con ventanas obligatorias
y enredaderas estrictamente fieles.
Voy por las tardes, llego
lleno de lodo y muerte,
arrastrando la tierra y sus raíces,
y su vaga barriga en donde duermen
cadáveres con trigo,
metales, elefantes derrumbados.
Pero por sobre todo hay un terrible,
un terrible comedor abandonado,
con las alcuzas rotas
y el vinagre corriendo debajo de las sillas,
un rayo detenido de la luna,
algo oscuro, y me busco
una comparación dentro de mí:
tal vez es una tienda rodeada por el mar
paños rotos goteando salmuera.
Es sólo un comedor abandonado,
y alrededor hay extensiones,
fábricas sumergidas, maderas
que sólo yo conozco,
porque estoy triste y viajo,
y conozco la tierra, y estoy triste.
Es un poema que contiene una gran carga emotiva, que nos lleva a clarificar y explicar el mal llamado abandono, el pretendido olvido del cual muchos biógrafos tratan de sacar mezquinos intereses enlodando la figura del poeta. Según el doctor Francisco Velasco, amigo y vecino de Neruda en “La Sebastiana” (Pablo Neruda vivía en los altos y el doctor Velasco en el piso bajo): “El poeta siempre se preocupó de enviar recursos económicos a la familia encargada de cuidar a Malva Marina”. Sin que nadie a su alrededor sepa las circunstancias de la vida que le aquejan, las va plasmando en algunos poemas, como en este otro titulado “Maternidad”, donde da cuenta, con su caligrafía única de tinta verde, de su sentir, sus desolaciones y orfandades nocturnas:
Por qué te precipitas hacia la maternidad y verificas
tu ácido oscuro con gramos a menudo fatales?
El porvenir de las rosas ha llegado! El tiempo
de la red y el relámpago! Las suaves peticiones
de las hojas perdidamente alimentadas!
Un río roto en desmesura
recorre habitaciones y canastos
infundiendo pasiones y desgracias
con su pesado líquido y su golpe de gotas.
Se trata de una súbita estación
que puebla ciertos huesos, ciertas manos,
ciertos trajes marinos.
Y ya que su destello hace variar las rosas
dándoles pan y piedras y rocío,
oh madre oscura, ven,
con una máscara en la mano izquierda
y con los brazos llenos de sollozos.
Por corredores donde nadie ha muerto
quiero que pases, por un mar sin peces,
sin escamas, sin náufragos,
por un hotel sin pasos,por un túnel sin humo.
Es para ti este mundo en que no nace nadie,
en que no existen
ni la corona muerta ni la flor uterina,
es tuyo este planeta lleno de piel y piedras.
Hay sombra allí para todas las vidas.
Hay círculos de leche y edificios de sangre,
y torres de aire verde.
Hay silencio en los muros, y grandes vacas pálidas
con pezuñas de vino.
Hay sombra allí para que continúe
el diente en la mandíbula y un labio frente a otro,
y para que tu boca pueda hablar sin morirse,
y para que tu sangre no se derrumbe en vano.
Oh madre oscura, hiéreme
con diez cuchillos en el corazón,
hacia ese lado, hacia ese tiempo claro,
hacia esa primavera sin cenizas.
Hasta que rompas sus negras maderas
llama en mi corazón, hasta que un mapa
de sangre y de cabellos desbordados
manche los agujeros y la sombra,
hasta que lloren sus vidrios golpea,
hasta que se derramen sus agujas.
La sangre tiene dedos y abre túneles
debajo de la tierra.
La Casa de las Flores de Pablo Neruda, en Madrid, no fue, por tanto, sólo un lugar de tertulias literarias y políticas, sino un lugar en donde coexistieron dolores silenciados de su vida privada, en donde su obra creció estimulada por los timbales de la muerte, en la danza siniestra de España en llamas, su canto poético es desesperado dejándose entrever en “Enfermedades en mi casa”:
CUANDO el deseo de alegría con sus dientes de rosa
escarba los azufres caídos durante muchos meses
y su red natural, sus cabellos sonando
a mis habitaciones extinguidas con ronco paso llegan,
allí la rosa de alambre maldito
golpea con arañas las paredes
y el vidrio roto hostiliza la sangre,
y las uñas del cielo se acumulan,
de tal modo que no se puede salir, que no se puede dirigir
un asunto estimable,
es tanta la niebla, la vaga niebla cagada por los pájaros,
es tanto el humo convertido en vinagre
y el agrio aire que horada las escalas:
en ese instante en que el día se cae con las plumas deshechas,
no hay sino llanto, nada más que llanto,
porque sólo sufrir, solamente sufrir,
y nada más que llanto.
El mar se ha puesto a golpear por años una pata de pájaro,
y la sal golpea y la espuma devora,
las raíces de un árbol sujetan una mano de niña,
las raíces de un árbol más grande que una mano de niña,
más grande que una mano del cielo,
y todo el año trabajan, cada día de luna
sube sangre de niña hacia las hojas manchadas por la luna,
y hay un planeta de terribles dientes
envenenando el agua en que caen los niños,
cuando es de noche, y no hay sino la muerte,
solamente la muerte, y nada más que el llanto.
Como un grano de trigo en el silencio, pero
a quién pedir piedad por un grano de trigo?
Ved cómo están las cosas: tantos trenes,
tantos hospitales con rodillas quebradas,
tantas tiendas con gentes moribundas:
entonces, cómo?, cuándo?,
a quién medir por unos ojos del color de un mes frío,
y por un corazón del tamaño del trigo que vacila?
No hay sino ruedas y consideraciones,
alimentos progresivamente distribuidos,
líneas de estrellas, copasen donde nada cae, sino sólo la noche,
nada más que la muerte.
Hay que sostener los pasos rotos.
Cruzar entre tejados y tristezas mientras arde
una cosa quemada con llamas de humedad,
una cosa entre trapos tristes como la lluvia,
algo que arde y solloza,un síntoma, un silencio.
Entre abandonadas conversaciones y objetos respirados,
entre las flores vacías que el destino corona y abandona,
hay un río que cae en una herida,
hay el océano golpeando una sombra de flecha quebrantada
hay todo el cielo agujereando un beso.
Ayudadme, hojas que mi corazón ha adorado en silencio,
ásperas travesías, inviernos del sur, cabelleras
de mujeres mojadas en mi sudor terrestre,
luna del sur del cielo deshojado,
venid a mí con un día sin dolor,
con un minuto en que pueda reconocer mis venas.
Estoy cansado de una gota,
estoy herido en solamente un pétalo,
y por un agujero de alfiler sube un río de sangre sin consuelo,
y me ahogo en las aguas del rocío que se pudre en la sombra,
y por una sonrisa que no crece, por una boca dulce,
por unos dedos que el rosal quisiera
escribo este poema que sólo es un lamento,
solamente un lamento.
La niña Malva Marina cantaba las canciones que su madre le enseñaba, mimada por el poeta Miguel Hernández y por Federico García Lorca, quien le escribe versos para celebrar su nacimiento. No existe en toda la bibliografía nerudiana un estudio que aborde el hecho de que su existencia debió tener un impacto en el poeta y su entorno familiar. Federico García Lorca, en cambio, sí escribió para ella los “Versos en el nacimiento de Malva Marina Neruda”, publicados recientemente, en 1984, llenos de amor, de ternura y de esa sensibilidad tan característica del poeta asesinado:
¡Malva Marina, quién pudiera verte
elfín de amor sobre las viejas olas,
cuando el vals de tu América destila
veneno y sangre de mortal paloma!
Niñita de Madrid, Malva Marina,
no quiero darte flor ni caracola;
ramo de sal y amor, celeste lumbre,
pongo pensando en ti sobre tu boca.
[...]
El Elefante blanco está pensando
si te diera una espada o una rosa;
Java, llamas de acero y mano verde,
el mar de Chile, valses y coronas.
Niñita de Madrid, Malva Marina,
no quiero darte flor ni caracola;
ramo de sal y amor, celeste lumbre
pongo pensando en ti sobre tu boca.
Poemas a una niña pálida, de cabellos y ojos oscuros, como los de Pablo Neruda. Ella no hablaba, solamente miraba con sus ojos grandes y dulces, como asustados. Sólo se sabe de una carta del poeta a su padre donde la menciona, publicada en “Neruda” de Volodía Teitelboim: “Parece que la niña nació antes de tiempo, y ha costado mucho que viva... La niña es muy chiquita, nació pesando sólo dos kilos cuatrocientos gramos, pero es muy linda, como una muñequita (...). Por supuesto que la lucha no ha terminado aún, pero creo que se ha ganado ya la mejor parte, y que ahora adelantará en peso y se pondrá gordita pronto.” Pero Malva Marina se va alejando de su padre para siempre.
El poeta Neruda, en medio del fuego que desangra al pueblo español, prosigue su compromiso, viviendo las muertes estremecedoras de García Lorca y Miguel Hernández (de este último se conoce una carta sobre Malva Marina), y otros; también organiza congresos antifascistas, y escribe España en el corazón. Regresa a Chile con “La Hormiguita”, la pintora Delia del Carril. Su padre muere en el sur. Su madre, poco después. Al sacar el ataúd del padre para unirlo a la madre, siente acercarse a Malva Marina en las palabras a su padre: “La humedad de la zona había partido el ataúd y, al bajarlo de su sitio, yo sin creer lo que veía, (vimos bajar de él cantidades de agua), cantidades como interminables de agua (...). Ahora bien, esta agua terrible, esta agua salida de un imposible, insondable, extraordinario escondite (...) me advertía otra vez con su misterioso derrame mi conexión interminable con una determinada vida, región y muerte.”
Malva Marina, el agua de su cabeza. El agua del cuerpo de su padre. Y las vírgenes en los cenotes, en México. Porque después de que el poeta Pablo Neruda organizara la huida de miles de españoles con el barco “Winnipeg” de Francia a Chile, parte a México. Malva Marina cumple cinco años en Gouda, en medio de la guerra, lejos de padre y madre, con su familia adoptiva compuesta por Hendrik Julsing y Gerdina Sierks, y sus hijos Heika, Geesje y Frederik. Si alguno de ellos vive aún, se ignora. Neruda descubre la magia de México en 1940, mientras los nazis invaden Holanda. El visita los cenotes mayas en Yucatán donde se sacrificaban a las vírgenes con cadenas de oro. También allí pareciera estar Malva Marina presente:
...pero yo, al entrar en esas soledades, no busqué el oro sino el grito
de las doncellas ahogadas. Me parecía oír en los extraños graznidos de
los pájaros la ronca agonía de las vírgenes; y en el veloz vuelo con que
cruzaban la tenebrosa magnitud del agua inmemorial,
adivinaba las manos amarillas de las jóvenes muertas.
¿Quizás buscaba Neruda a Malva Marina, doncella ahogada en el agua inmemorial de su cabeza? En 1942, Malva Marina vegetaba en Gouda. El 2 de marzo de 1943 terminó la breve vida de Malva Marina. No sabemos cómo, solo se elucubran vagas hipótesis. Pablo Neruda se enteró de la noticia en México. Ni una palabra dijo en público sobre ella. Tampoco la menciona en sus memorias ni existe algún verso dedicado a María Antonieta. Estas es, sin duda, la zona más oscura de nuestro poeta Pablo Neruda; porque: “Todos llevamos zonas dolorosas y oscuras en nuestro interior”.
Nota: Durante casi 70 años lo único que se sabía de Malva Marina eran un par de referencias al pasar. En una carta, Neruda describió a su hija como: “un ser perfectamente ridículo”. O recordemos el comentario de Vicente Aleixandre: “una criatura, a la que no se podía mirar sin dolor. Un montón de materia en desorden”. El darle a Malva un rostro e historia tuvo una importancia en la biografía de Neruda, saber que no era un ser monstruoso como parecían decir esas pocas referencias, saber cómo y con quién vivió sus últimos años, llena ese hueco que Neruda voluntariamente hizo en su vida.
Notas: Las fotografias de Malva Marina, pertenecen a Frederik Julsing y fueron rescatatadas por el escritor xhileno Antonio Reynaldos
Articulo autorizado por el autor para ser reproducido en todos los medios
Luis E. Aguilera, La Serena, Chile: (Valparaíso, 1957). Narrador. Director Nacional de la Sociedad de Escritores de Chile, Presidente de la (SECH), Filial "Gabriela Mistral" Región de Coquimbo. Productor y coordinador general de los “Encuentros del Mundo de la Cultura”. Ha publicado en diarios y revistas, regionales y nacionales. Su extensa labor la ha canalizado en los géneros de crónica, critica, ensayo y narrativa, mereciéndole ser incluido en varias antologías de Argentina, Cuba, Suecia y diferentes ciudades de Chile. Ha publicado: Crónicas Literarias (1985-1986), Las corbatas también lloran, La Casa de Las Gaviotas, El dueño de la Hora y los Duendes Transparentes, El ancho camino de la desolación. Tiene inédito el libro de cuentos El Andén de los sueños. Yemayá la virgen del mar de Baracoa, En la actualidad es conductor del programa “Dos horas de recuerdo”, en la Radio Pinamar, del sector Norte de las Compañías, y el televisivo “El Anden de los Sueños”: www.canaliterario.cl
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Luis E. Aguilera
Director Nacional
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La Serena - Chile
Luis E. Aguilera, La Serena - Chile
Quizás debieron cumplirse los cien años desde el nacimiento del poeta Pablo Neruda, para que su hija Malva Marina Trinidad Reyes Hagenaar volviera a despertar o renacer con su triste y trágica historia, después de sesenta y un años desde la muerte de su padre. Una lápida vieja, que tiene una inscripción que reza: “Aquí yace nuestra queridísima Malva Marina Reyes; nacida en Madrid el 18 de agosto de 1934, fallecida en Gourda el 2 de marzo de 1943”, sepultura que se encuentra en el Cementerio General de la Calle Vorstmanstraat, en Holanda, y que hasta el momento de su descubrimiento se encontraba desatendida. Por los años de abandono, apenas se pedía leer la inscripción. Cubierta por los matorrales, que subían por todos lados, cobijándola por completo, como si el tiempo temiera que la inocente Malva Marina, aquella de los ojos tristes, nos fuese a contar sus dolores, sus esperanzas, sus tristezas; describirnos su desconsolada historia que aún no termina de sorprendernos. -María Antonieta Hagenaar había pagado antes de su muerte (al parecer en 1965, en La Haya, después de un corto regreso a Chile bajo el gobierno de Gabriel González Videla) los derechos de la tumba de la niña hasta el 2003.
Al ingresar al antiguo Cementerio no puede dejar de producirnos un desasosiego, un escalofrió; podríamos decir también que el tiempo se ha detenido en un verdor antiguo, de aromas y silencios. Es una tumba carcomida por las hierbas. Malva Marina reposa a la izquierda de la entrada. Sólo las lápidas asoman entre la maleza alta. Sí, la tumba de Malva Marina es bella. Tan gris y carcomida como las otras, pero en las cuatro esquinas tiene hermosos azulejos blancos, un delicado detalle, tan humano, como familiar. El vetusto cementerio fue declarado Monumento Nacional, y las tumbas que se encuentran en él se mantendrán para siempre. ¿Será una coincidencia, o Malva Marina esperaba ser descubierta este preciso año en que su padre cumpliría 100 años, y ella 61? Pablo Neruda, en aquellos lejanos días, inmerso en las tragedias de la Guerra Civil Española que avanzaba a pasos agigantados por todos los espacios, dejará de ver a Malva Marina y a su madre María Antonieta Hagenaar (madre e hija que partieron a mediados de 1943 hacia la Haya, Holanda), la bella holandesa, quien fuera la primera esposa del Poeta. Cuando huía de la hermosa nativa, Josie Bliss –La Pantera Birmana–, siendo un poeta solitario y desterrado, el de Residencia en la tierra (uno de sus libros capitales); es que se encuentra con María Antonieta, y una vez terminada la relación con esta, llega a su vida Delia del Carril, la “Hormiguita”. El vivía en la calle Probolingo; estaba en un país cuya lengua ignoraba, de la que sólo llegó a saber una palabra: “tinta”, pues igual se dice en malayo y en castellano. La juvenil y bella María Antonieta, hija de holandeses, residía allí con su familia, nada raro, pues en esa isla los holandeses comenzaron a ejercer su dominio desde 1619. Sin duda, en aquel tiempo, su joven novia le resultó buena compañía para conocer mejor la fértil isla, recrearse con sus mariposas, insectos y pájaros, recorrer las tiendas y deleitarse con los bordados, artesanías y estampados de los batik; es decir, había hallado una amiga de gran ayuda para comunicarse y no sentirse tan sólo.
Dotada de hermosura, María Antonieta, trágica figura –Maruca para Neruda–, parte con Malva Marina en brazos, ya de 2 años y con hidrocefalia, huyendo del abandono en que Neruda la tenía, y escapando de la Guerra Civil, regresa a Holanda probablemente el mismo año 1936. Así, la niña Malva Marina se alejaba con su madre de la sangrienta España, con su cabecita llena de soledades de niña minusválida, en medio de un continente de fuego,
Pablo Neruda, el poeta de la España desolada, prefiere guardar su tristeza para él sólo, porque como padre no puede dejar de estar herido hasta la médula. Tristezas que lo carcomen por dentro. Hay apenas atisbos de una niña en su segunda Residencia en la Tierra. Pablo Neruda no olvida nunca a su pequeña hija, se refirió a ella en algunos poemas de atroz expresión de dolor. Y después, calló para siempre. Poemas como este titulado “Melancolía en las familias”:
Conservo un frasco azul,
dentro de él una oreja y un retrato:
cuando la noche obliga a
las plumas del búho,
cuando el ronco cerezos
se destroza los labios y amenaza
con cáscaras que el viento del océano a menudo perfora,
yo sé que hay grandes extensiones hundidas,
cuarzo en lingotes,
cieno,
aguas azules para una batalla,
mucho silencio, muchas
vetas de retrocesos y alcanfores,
cosas caídas, medallas, ternuras,
paracaídas, besos.
No es sino el paso de un día hacia otro,
una sola botella
andando por los mares,
y un comedor adonde llegan rosas,
un comedor abandonado
como una espina: me refiero
a una copa trizada, a una cortina, al fondo
de una sala desierta por donde pasa un río
arrastrando las piedras. Es una casa
situada en los cimientos de la lluvia,
una casa de dos pisos con ventanas obligatorias
y enredaderas estrictamente fieles.
Voy por las tardes, llego
lleno de lodo y muerte,
arrastrando la tierra y sus raíces,
y su vaga barriga en donde duermen
cadáveres con trigo,
metales, elefantes derrumbados.
Pero por sobre todo hay un terrible,
un terrible comedor abandonado,
con las alcuzas rotas
y el vinagre corriendo debajo de las sillas,
un rayo detenido de la luna,
algo oscuro, y me busco
una comparación dentro de mí:
tal vez es una tienda rodeada por el mar
paños rotos goteando salmuera.
Es sólo un comedor abandonado,
y alrededor hay extensiones,
fábricas sumergidas, maderas
que sólo yo conozco,
porque estoy triste y viajo,
y conozco la tierra, y estoy triste.
Es un poema que contiene una gran carga emotiva, que nos lleva a clarificar y explicar el mal llamado abandono, el pretendido olvido del cual muchos biógrafos tratan de sacar mezquinos intereses enlodando la figura del poeta. Según el doctor Francisco Velasco, amigo y vecino de Neruda en “La Sebastiana” (Pablo Neruda vivía en los altos y el doctor Velasco en el piso bajo): “El poeta siempre se preocupó de enviar recursos económicos a la familia encargada de cuidar a Malva Marina”. Sin que nadie a su alrededor sepa las circunstancias de la vida que le aquejan, las va plasmando en algunos poemas, como en este otro titulado “Maternidad”, donde da cuenta, con su caligrafía única de tinta verde, de su sentir, sus desolaciones y orfandades nocturnas:
Por qué te precipitas hacia la maternidad y verificas
tu ácido oscuro con gramos a menudo fatales?
El porvenir de las rosas ha llegado! El tiempo
de la red y el relámpago! Las suaves peticiones
de las hojas perdidamente alimentadas!
Un río roto en desmesura
recorre habitaciones y canastos
infundiendo pasiones y desgracias
con su pesado líquido y su golpe de gotas.
Se trata de una súbita estación
que puebla ciertos huesos, ciertas manos,
ciertos trajes marinos.
Y ya que su destello hace variar las rosas
dándoles pan y piedras y rocío,
oh madre oscura, ven,
con una máscara en la mano izquierda
y con los brazos llenos de sollozos.
Por corredores donde nadie ha muerto
quiero que pases, por un mar sin peces,
sin escamas, sin náufragos,
por un hotel sin pasos,por un túnel sin humo.
Es para ti este mundo en que no nace nadie,
en que no existen
ni la corona muerta ni la flor uterina,
es tuyo este planeta lleno de piel y piedras.
Hay sombra allí para todas las vidas.
Hay círculos de leche y edificios de sangre,
y torres de aire verde.
Hay silencio en los muros, y grandes vacas pálidas
con pezuñas de vino.
Hay sombra allí para que continúe
el diente en la mandíbula y un labio frente a otro,
y para que tu boca pueda hablar sin morirse,
y para que tu sangre no se derrumbe en vano.
Oh madre oscura, hiéreme
con diez cuchillos en el corazón,
hacia ese lado, hacia ese tiempo claro,
hacia esa primavera sin cenizas.
Hasta que rompas sus negras maderas
llama en mi corazón, hasta que un mapa
de sangre y de cabellos desbordados
manche los agujeros y la sombra,
hasta que lloren sus vidrios golpea,
hasta que se derramen sus agujas.
La sangre tiene dedos y abre túneles
debajo de la tierra.
La Casa de las Flores de Pablo Neruda, en Madrid, no fue, por tanto, sólo un lugar de tertulias literarias y políticas, sino un lugar en donde coexistieron dolores silenciados de su vida privada, en donde su obra creció estimulada por los timbales de la muerte, en la danza siniestra de España en llamas, su canto poético es desesperado dejándose entrever en “Enfermedades en mi casa”:
CUANDO el deseo de alegría con sus dientes de rosa
escarba los azufres caídos durante muchos meses
y su red natural, sus cabellos sonando
a mis habitaciones extinguidas con ronco paso llegan,
allí la rosa de alambre maldito
golpea con arañas las paredes
y el vidrio roto hostiliza la sangre,
y las uñas del cielo se acumulan,
de tal modo que no se puede salir, que no se puede dirigir
un asunto estimable,
es tanta la niebla, la vaga niebla cagada por los pájaros,
es tanto el humo convertido en vinagre
y el agrio aire que horada las escalas:
en ese instante en que el día se cae con las plumas deshechas,
no hay sino llanto, nada más que llanto,
porque sólo sufrir, solamente sufrir,
y nada más que llanto.
El mar se ha puesto a golpear por años una pata de pájaro,
y la sal golpea y la espuma devora,
las raíces de un árbol sujetan una mano de niña,
las raíces de un árbol más grande que una mano de niña,
más grande que una mano del cielo,
y todo el año trabajan, cada día de luna
sube sangre de niña hacia las hojas manchadas por la luna,
y hay un planeta de terribles dientes
envenenando el agua en que caen los niños,
cuando es de noche, y no hay sino la muerte,
solamente la muerte, y nada más que el llanto.
Como un grano de trigo en el silencio, pero
a quién pedir piedad por un grano de trigo?
Ved cómo están las cosas: tantos trenes,
tantos hospitales con rodillas quebradas,
tantas tiendas con gentes moribundas:
entonces, cómo?, cuándo?,
a quién medir por unos ojos del color de un mes frío,
y por un corazón del tamaño del trigo que vacila?
No hay sino ruedas y consideraciones,
alimentos progresivamente distribuidos,
líneas de estrellas, copasen donde nada cae, sino sólo la noche,
nada más que la muerte.
Hay que sostener los pasos rotos.
Cruzar entre tejados y tristezas mientras arde
una cosa quemada con llamas de humedad,
una cosa entre trapos tristes como la lluvia,
algo que arde y solloza,un síntoma, un silencio.
Entre abandonadas conversaciones y objetos respirados,
entre las flores vacías que el destino corona y abandona,
hay un río que cae en una herida,
hay el océano golpeando una sombra de flecha quebrantada
hay todo el cielo agujereando un beso.
Ayudadme, hojas que mi corazón ha adorado en silencio,
ásperas travesías, inviernos del sur, cabelleras
de mujeres mojadas en mi sudor terrestre,
luna del sur del cielo deshojado,
venid a mí con un día sin dolor,
con un minuto en que pueda reconocer mis venas.
Estoy cansado de una gota,
estoy herido en solamente un pétalo,
y por un agujero de alfiler sube un río de sangre sin consuelo,
y me ahogo en las aguas del rocío que se pudre en la sombra,
y por una sonrisa que no crece, por una boca dulce,
por unos dedos que el rosal quisiera
escribo este poema que sólo es un lamento,
solamente un lamento.
La niña Malva Marina cantaba las canciones que su madre le enseñaba, mimada por el poeta Miguel Hernández y por Federico García Lorca, quien le escribe versos para celebrar su nacimiento. No existe en toda la bibliografía nerudiana un estudio que aborde el hecho de que su existencia debió tener un impacto en el poeta y su entorno familiar. Federico García Lorca, en cambio, sí escribió para ella los “Versos en el nacimiento de Malva Marina Neruda”, publicados recientemente, en 1984, llenos de amor, de ternura y de esa sensibilidad tan característica del poeta asesinado:
¡Malva Marina, quién pudiera verte
elfín de amor sobre las viejas olas,
cuando el vals de tu América destila
veneno y sangre de mortal paloma!
Niñita de Madrid, Malva Marina,
no quiero darte flor ni caracola;
ramo de sal y amor, celeste lumbre,
pongo pensando en ti sobre tu boca.
[...]
El Elefante blanco está pensando
si te diera una espada o una rosa;
Java, llamas de acero y mano verde,
el mar de Chile, valses y coronas.
Niñita de Madrid, Malva Marina,
no quiero darte flor ni caracola;
ramo de sal y amor, celeste lumbre
pongo pensando en ti sobre tu boca.
Poemas a una niña pálida, de cabellos y ojos oscuros, como los de Pablo Neruda. Ella no hablaba, solamente miraba con sus ojos grandes y dulces, como asustados. Sólo se sabe de una carta del poeta a su padre donde la menciona, publicada en “Neruda” de Volodía Teitelboim: “Parece que la niña nació antes de tiempo, y ha costado mucho que viva... La niña es muy chiquita, nació pesando sólo dos kilos cuatrocientos gramos, pero es muy linda, como una muñequita (...). Por supuesto que la lucha no ha terminado aún, pero creo que se ha ganado ya la mejor parte, y que ahora adelantará en peso y se pondrá gordita pronto.” Pero Malva Marina se va alejando de su padre para siempre.
El poeta Neruda, en medio del fuego que desangra al pueblo español, prosigue su compromiso, viviendo las muertes estremecedoras de García Lorca y Miguel Hernández (de este último se conoce una carta sobre Malva Marina), y otros; también organiza congresos antifascistas, y escribe España en el corazón. Regresa a Chile con “La Hormiguita”, la pintora Delia del Carril. Su padre muere en el sur. Su madre, poco después. Al sacar el ataúd del padre para unirlo a la madre, siente acercarse a Malva Marina en las palabras a su padre: “La humedad de la zona había partido el ataúd y, al bajarlo de su sitio, yo sin creer lo que veía, (vimos bajar de él cantidades de agua), cantidades como interminables de agua (...). Ahora bien, esta agua terrible, esta agua salida de un imposible, insondable, extraordinario escondite (...) me advertía otra vez con su misterioso derrame mi conexión interminable con una determinada vida, región y muerte.”
Malva Marina, el agua de su cabeza. El agua del cuerpo de su padre. Y las vírgenes en los cenotes, en México. Porque después de que el poeta Pablo Neruda organizara la huida de miles de españoles con el barco “Winnipeg” de Francia a Chile, parte a México. Malva Marina cumple cinco años en Gouda, en medio de la guerra, lejos de padre y madre, con su familia adoptiva compuesta por Hendrik Julsing y Gerdina Sierks, y sus hijos Heika, Geesje y Frederik. Si alguno de ellos vive aún, se ignora. Neruda descubre la magia de México en 1940, mientras los nazis invaden Holanda. El visita los cenotes mayas en Yucatán donde se sacrificaban a las vírgenes con cadenas de oro. También allí pareciera estar Malva Marina presente:
...pero yo, al entrar en esas soledades, no busqué el oro sino el grito
de las doncellas ahogadas. Me parecía oír en los extraños graznidos de
los pájaros la ronca agonía de las vírgenes; y en el veloz vuelo con que
cruzaban la tenebrosa magnitud del agua inmemorial,
adivinaba las manos amarillas de las jóvenes muertas.
¿Quizás buscaba Neruda a Malva Marina, doncella ahogada en el agua inmemorial de su cabeza? En 1942, Malva Marina vegetaba en Gouda. El 2 de marzo de 1943 terminó la breve vida de Malva Marina. No sabemos cómo, solo se elucubran vagas hipótesis. Pablo Neruda se enteró de la noticia en México. Ni una palabra dijo en público sobre ella. Tampoco la menciona en sus memorias ni existe algún verso dedicado a María Antonieta. Estas es, sin duda, la zona más oscura de nuestro poeta Pablo Neruda; porque: “Todos llevamos zonas dolorosas y oscuras en nuestro interior”.
Nota: Durante casi 70 años lo único que se sabía de Malva Marina eran un par de referencias al pasar. En una carta, Neruda describió a su hija como: “un ser perfectamente ridículo”. O recordemos el comentario de Vicente Aleixandre: “una criatura, a la que no se podía mirar sin dolor. Un montón de materia en desorden”. El darle a Malva un rostro e historia tuvo una importancia en la biografía de Neruda, saber que no era un ser monstruoso como parecían decir esas pocas referencias, saber cómo y con quién vivió sus últimos años, llena ese hueco que Neruda voluntariamente hizo en su vida.
Notas: Las fotografias de Malva Marina, pertenecen a Frederik Julsing y fueron rescatatadas por el escritor xhileno Antonio Reynaldos
Articulo autorizado por el autor para ser reproducido en todos los medios
Luis E. Aguilera, La Serena, Chile: (Valparaíso, 1957). Narrador. Director Nacional de la Sociedad de Escritores de Chile, Presidente de la (SECH), Filial "Gabriela Mistral" Región de Coquimbo. Productor y coordinador general de los “Encuentros del Mundo de la Cultura”. Ha publicado en diarios y revistas, regionales y nacionales. Su extensa labor la ha canalizado en los géneros de crónica, critica, ensayo y narrativa, mereciéndole ser incluido en varias antologías de Argentina, Cuba, Suecia y diferentes ciudades de Chile. Ha publicado: Crónicas Literarias (1985-1986), Las corbatas también lloran, La Casa de Las Gaviotas, El dueño de la Hora y los Duendes Transparentes, El ancho camino de la desolación. Tiene inédito el libro de cuentos El Andén de los sueños. Yemayá la virgen del mar de Baracoa, En la actualidad es conductor del programa “Dos horas de recuerdo”, en la Radio Pinamar, del sector Norte de las Compañías, y el televisivo “El Anden de los Sueños”: www.canaliterario.cl
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Luis E. Aguilera
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