miércoles, 15 de octubre de 2008

LA SIRENA DE CABILDO, PEDRO PIÑONES DÍAZ, CHILE


Hace mucho, mucho tiempo, entonces no había calendarios, por eso que este cuento de mucho tiempo; ese tiempo no controlado, pero sabemos que el sol y la lluvia pasaron muchas veces por aquí.

Entonces cuando el río se venía, se venía con grandezas, y cubría todo El Quemado, La Mora, El Guayacán, Los Algarrobos, Las Puertas, y después todo pasó a la calma. Por ahí pasaron los indios, que iban espiar el Imperio Inca y eran ayudados por grupos, de la avanzada Mapuches, justo donde han construido un puente de cemento y hierro.

Estaban ahí las piedras blancas en forma de cama donde la hermosa Sirena salía del agua para tomar sol y cantar junto a un extraño instrumento musical, su voz era fuerte y hermosa, hasta los pájaros se detenían para escuchar una hermosa voz, La Sirena esperaba que pasaran viajeros para salir a cantar y trataba de enamorar a los hombres: campesinos o vendedores, venidos de lejos que recorrían la zona con sus canastas, con objetos raros y nuevos que cambiaban por pieles o ganados; entonces por allí el dinero no se conocía, solo en trueque, que era un pacto de caballeros.

La Sirena tenía cuerpo de mujer, era hermosa, hermosísima, sus dientes de oro, daban un brillo especial con el sol, su cabellera era rubia y le Ilegaba a la cintura; se pasaba todo el día peinándose, con su peine de oro; sus piernas eran una gran cola de pescado, era una Sirena echa y derecha, señor.

Cabildo se fue agrandando, fueron llegando gentes de otras partes y muchos conocían o sabían de esta Sirena, fue querida por todos, pero ella sabía y conocía a los que querían hacerle mal, y cuando eso percibía se metía al agua y se esfumaba por meses y no salía, después aparecía allí acostada en su roca preferida, peinándose.

Un buen día, paso por allí un hombre que se enamoró de la Sirena, ella también de él, porque esa tarde de verano se besaron como prueba de unión eterna, ese santo varón recibió como regalo el peine de la Sirena, este le dijo hay que hacer una fiesta para celebrarlo, y fue así que a la Sirena se le fueron despegando sus escamas, su cola de pescado, para dejar a la vista unas muy hermosas piernas. Ella aún era más hermosa que nunca.

Nuestro Adonis, el protagonista de esta historia, tomó el peine y se fue pa' Cabildo, donde se lo vendió a un comerciante extranjero establecido en esa tierra y este a su vez lo vendió a otro y recibió mucho dinero.

El novio regresa un día a ver a su amada cargado de paquetes y comida para celebrar tan importante casamiento, pero ella no estaba, no salió nunca de esa poza. El novio la esperó semanas, meses, años, todo fue en vano. La Sirena se alejó cuando supo que sobre su lecho, los ricos latifundistas del valle iban a construir un puente. Ellos comenzaron a quemar y a cortar los árboles de ese bosque, y fue así que la Sirena desapareció para siempre. El novio no se movió de allí, y un día, pasado mucho tiempo, murió. Su cuerpo desapareció, dicen que se fue a las profundidades de las pozas del valle para vivir por siempre con su amada.

En las noches hasta el día de hoy, los campesinos y viajeros escuchan el canto hermoso, desde la construcción de ese puente, la poza se secó, ni siquiera los pejerreyes se acercaban a ese lugar, los pájaros se fueron a anidar lejos, cerro arriba.

Ese puente que finalmente ahuyentó a nuestra Sirena, se conoce hoy como el puente de La Sirena y está a la entrada de San Lorenzo, por la derecha nace el camino antiguo hacia Cerro Negro.

En los tiempos de veranos calientes de Cabildo, los jóvenes van a bañarse a las pozas, pero esa poza que conocimos como la Sirena, ya no tiene agua. Pero cuando los jóvenes se sumergen en las pozas actuales y abren los ojos bajo esas aguas cristalinas, ven pequeños peces en forma de Sirena.



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