jueves, 19 de abril de 2012

DECLARACIÓN DE GUERRA, MIGUEL OYARZÁBAL

DECLARACIÓN DE GUERRA

A pesar de los cuarenta y tres años que llevo “juntado con la poesía”, como dice una mujer que he amado. Sin embargo, desconozco como se redacta una declaración de guerra. Pero hoy siento la obligación de hacerlo.

Pareciera que soy uno de los tibios que siempre he criticado.

Viniendo de un abuelo que decía “La política es porca” ó un profesor que nos decía en Instrucción Cívica “La mala no es la política muchachos, los malos, son los políticos” y así aprendí a no participar.

Mirando hacia atrás, creo que no lo he sido: Voté por primera vez en el ’73, a los 25 años. La gran perra… por primera vez, a los 25 años, ejercí, como todos los de mi generación, el derecho fundamental de los ciudadanos en una democracia plena.

Desde aquellos tiempos, siempre sufragué a conciencia y sin dejarme llevar por los consejos tendenciosos; entendí que no debía votar en contra de Perón, sino a favor de mis pensamientos y así ha sido hasta ahora; no obstante, siempre he respetado la decisión del pueblo, no las dictaduras militares.

Reconozco no tener filiación política, no frecuentar los actos partidarios, ni buscar el acomodo ó las ventajas de los políticos.

Mis compromisos: Como escritor, con la palabra y sólo con la palabra; como Narrador Oral, con las historias que guarda la gente; como periodista, con la verdad clara para todos; como Discapacitado Visual y ser humano, con quienes carecen de la vista ó la tienen disminuida.

Como periodista y aunque más de una vez, debí bajar la cabeza por un sueldo de hambre y hasta me han echado por eso; he soportado la censura.

Tampoco tiré la toalla, cuando en el ’86, con un gobierno Radical en la Provincia, fui amenazado con un sumario sin sustentación alguna, que podía dejarme sin trabajo y eso para un discapacitado como yo, pudo haber sido catastrófico; pero con el apoyo de la buena gente, hice frente al sumario y salvé el barco.

De todos modos, siempre he sido un ciudadano tranquilo, aunque tuve motivos por los cuales enojarme.

Para decir la verdad, a esta altura: Estoy cansado, harto, podrido.

Observo, como supuestos peronistas, devenidos en kichneristas, proclamando la defensa de un modelo de país Nacional y Popular, que nos llevará a la recuperación de la identidad y las Malvinas, a un desarrollo sin precedentes y a la inclusión social en todos los campos. Nos manosean con una desfachatez, que ya es insólita, de tan burda.

Para ellos, la construcción del país comenzó en el 2003 con Néstor Kichner y hace nueve años que está en el camino ascendente.

Todo: A pesar de las falsedades del INDEC. Del clientelismo, en el que caen los más humildes, los acostumbrados a vivir de arriba, los camporistas rentados y los escaladores inescrupulosos; creo saludable aclarar, el clientelismo no nace con Perón, viene desde los conservadores, cuando votaban hasta los muertos; pero el desparpajo de estos tiempos, lo vuelve impresentable.

Observo: Las batallas con los sectores productivos. Las restricciones a las importaciones de insumos para la industria y la salud ó los libros. Los corralitos verdes. El techo a las paritarias y no a la negada inflación. La cerrazón en las relaciones internacionales, fruto de una política económica aislacionista. La complicidad en la devastación de las redes viales y ferroviarias, cuyo paradigma son los 51 muertos y 700 heridos de la tragedia de Once.

Sin embargo: Nada se habla de seguridad jurídica. De la estabilidad en la promoción seria de las inversiones; de Políticas de Estado a largo plazo. A la vez que se aprieta a las petroleras y se intenta forzar la estatización de YPF.

El desbarajuste presente, digo, desmiente la validez de este modelo.

De alguna manera y con buena voluntad, aunque nos duela, las cuestiones podrían ser conversables ó por lo menos, intentar si se puede rectificar en algo el rumbo. Porque todos los gobiernos han cometido errores y siempre ha existido la posibilidad del disenso, que es lamentable, ahora, no encuentra lugar en el escenario oficialista.

Lo grave y que me llevó a pensar en la presente declaración; son otras situaciones, como la valija de Antonini Wilson, el avión de los hermanos Juliá, el caso Skanska, los viajes y alquileres de Jaime, la censura encubierta de los medios con la embestida contra Papel Prensa, el manejo discrecional de las pautas publicitarias y los monólogos en Cadena Nacional.

Pero la gota que rebalsó el vaso de la tolerancia, es el escándalo del caso de la ex Ciccone con el vicepresidente envuelto en un posible tráfico de influencias y hasta un probable negocio fraudulento en la impresión de billetes. Nuestros queridos pesos tan vituperados ¡Los sopes, los mangos, los morlacos! Cada vez más desprestigiados y depreciados.

Como si fuera poco, tras un largo silencio del Vicepresidente, sólo roto para salir con la guitarrita como un verdadero pendejo; de golpe y porrazo, rompió su mutismo para protagonizar en el mediodía del Jueves Santo, una conferencia de prensa convertida en monólogo, donde sin ofrecer ningún tipo de aclaraciones, ni aguardar preguntas; despotricó contra todo aquel que estuviera cerca de la causa que lo involucra, bastardeando también a las instituciones de la república y lo peor, no sé si se dio cuenta, se bastardeó a Sí mismo y su figura de Vicepresidente de la Nación.

Para colmo, cuenta con el respaldo irrestricto de la titular del ejecutivo, quien con escándalo y todo, prefirió al niño amado, al Procurador General de la Nación, viejo peronista, cuyo único error, fue no sujetar la causa que enturbiaba al joven funcionario y cerraba el camino a una empresa desconocida que se estaría haciendo cargo de la más importante imprenta de seguridad del país.

Hace muchos años, por cosas mucho menores, los legisladores se batían a duelo. Hoy y ante acontecimientos de suma gravedad, ni siquiera se agarran a piñas para salvar el honor ó por lo menos, para romperle la cara al otro, los únicos que amenazan con guantes de boxeo, son Moreno y Reposo en la asamblea de papel Prensa; el segundo, ahora candidato a la Procuraduría General de la Nación. ”La Biblia y el calefón” de Discépolo, está en el más alto nivel Nacional.

Además de poner en papel esto… ¿Qué puedo hacer? No soy más que un escriba, jubilado de la Administración Pública y dolorido por lo que le pasa a mi país. Pero con la bronca a cuestas: ¡Declaro la guerra! A los que pretenden a toda costa, atornillarse en el poder para beneficiarse y desde el insignificante lugar que me toque, voy a dar batalla por cada pedacito de tierra, por la gente y las instituciones de mí querida República Argentina.

Miguel Oyarzábal

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