miércoles, 23 de noviembre de 2011

CAFÉ LITERARIO LUZ Y LUNA, RAQUEL PIÑEIRO MONGIELLO, FUENES, ARGENTINA

LA PIEDRA VERDE


Mis pasos avanzaban por una calle paralela a la ruta. La estación de servicio atendía a sus clientes.
Todo era simple y natural.
La vida tenía su ritmo habitual y hasta el aire fresco del viento, dibujaba fugacidades en las primeras horas de ese día.
El sol de Funes mañanero, coqueteaba con sus rayos sobre lapachos sensuales y quería más historias de colores.
No se cuanto duró la sensación de placidez que me embargaba. Desde hacía mucho tiempo, no tenía como ese día, unos minutos para mí.
Entonces me dí cuenta de pronto, como a veces, todo es tan efímero, casi como el vuelo de una mariposa. Y no nos damos cuenta, hasta que un adiós nos sorprende.
En ese instante pasó un remisse y lo seguí con la mirada, hasta erderlo de vista.
Después ya menos distraída por el paisaje, que desde que vivo aquí se me vuelve cadencia del alma, tropecé con una piedra de color verde intenso.
Juro, me llamó la atención y la levanté del suelo, sentí que la temperatura de ella, me quemaba la palma de la mano.
Pensé que era el calor de los rayos del sol, pero no y quedé intrigada, tal vez era naturalemente así.
Después de apretarla entre mis dedos varias veces, un escalofrío recorrio mi cierpo, cuando la saqué del bolsillo y la miré, se color verde envejecido, me produjo una sensación fea, sus agujeros profundos y una línea que parecía una boca torcida impresionaron mi estado de ánimo.
No obstante todas esas sensaciones la llevé a mi casa, siempre recojo piedras, nolo puedo evita y la puse en un copón de vidrio, que ya tenía el gajo de una planta con agua.
no bien la terminé de colocar, el líquido se llenó de burbujas que comenzaron a salir por los agujeros de la piedra. Me llamó la atención ese fenómeno, pero no le di importancia.
Cuando me di vuelta, para servirme un vaso de agua, sentí la explosión del envase que contenía la piedra y cayó hecho trizas al piso. Sólo restaba para ver, sobre la mesa, el trozo cóncavo, que había quedado con un poco de agua y la piedra allí depositada como si nada.

Matilda, que estaba planchando en ese momento, se quedó con la plancha en la mano y no supe que pensar.
Enseguida tuve ganas de volver a poner la piedra en otra copa, pero ni siquiera lo intenté, algo interno no dejó que lo hiciera.
Por un rato puse distancia a la situación, un silencio muy especial se había adueñado de momento.
Entonces, recogiendo la piedra con un cartón, la tiré a la bolsa de la basura y la saqué a la calle a pedido de Matilda. Cuya mala impresión no podía esconder.
Me pareció mejor hacerlo así y terminar con el momento que había creado.
Pasó ese día y no me acordé más de asunto, me fui al supermercado, pero antes, miré el canasto de la basura y estaba vacío.
De pronto vie el cielo más oscuro, y eso era señal de tormenta.
Apuré mis pasos y llegué hasta el super, compré apurada y salí casi corriendo, un viento fuerte era anuncio de mal tiempo. El cielo se iba oscureciendo rápidamente.
Casi corrí las cuadras que faltaban para llegar a casa.
Un miedo invadió, y no me pude explicar por qué, si no era una persona miedosa.
Mientras mis pensamientos iban y venían, sentí deseos de rezar.
Vaya a saber porque tuve esa necesidad, aún no me lo explico.
Un rayo se dibujó en el cielo, por un rato se hizo una luz muy clara y expandida, rapidísiom el trueno sacudió la tierra.
Mis latidos no tenían control, hasta que por fin use la llave en la cerradura de la puerta de mi casa y a punto de entrar girá mi cabeza, miré el cesto de la basura y no podía creer lo que mis ojos veían.

La piedra verde me desafiaba y yo acepté su reto, no podía conmigo y la entré.

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