sábado, 16 de mayo de 2009

REVISTA ISLA NEGRA 5/183 CASA DE POESÍA Y LITERATURAS

Isla Negra 5/183
Casa de poesía y literaturas.
2004 – Mayo- 2009
suscripción gratuita. Lanusei,Italia. Dirección: Gabriel Impaglione.
Publicación inscripta en el Directorio Mundial de Revistas Literarias UNESCO
revistaislanegra@yahoo.es - - http://isla_negra.zoomblog.com

PoesíaHispanocanadiense

Luego de una convocatoria a nivel nacional para organizar la presente Antología, (a la que respondieron 18 poetas), J. Pablo Ortiz-Hernández, además de su contribución poética, se ofreció a preparar la introducción. Meses más tarde me la mandó y quedé muy impresionada por lo original, rigurosa y creativa. La estructura consiste en una introducción al estilo más clásico, a la que le sigue la sección de los excelentes poemas participantes, para luego deleitarnos con un ensayo literario que testifica la lectura profunda que ha hecho, y sigue un final fuera de lo ordinario: un epílogo y un poema formado por versos tomados de los poemas participantes, creando, de esta manera, un Poema Coral, que representa la unidad simbólica de este grupo de poetas hispanocanadienses.
Entre las actividades del Registro Creativo que tendrán lugar en el 45 Congreso de la Asociación Canadiense de Hispanistas, Carleton University, Ottawa, del 23 al 26 de mayo, 2009, se instalará la Primera Antología Mural y Virtual de la Poesía Hispanocanadiense, lanzándose simultáneamente Isla Negra en la pantalla de la sala.
Este esfuerzo -cálido desde el principio-, la participación de poetas de excelente calidad, un prólogo sorprendente que nos une, es otra vez símbolo de que las fronteras se diluyen y el río de la lengua materna abre cauces donde quiera que estemos, dándonos la libertad de nuestra palabra más íntima, en una “entrañable patria lingüística” como dice J. Pablo, que incorpora todas nuestras modalidades expresivas..
Mi agradecimiento personal, y enhorabuena a todos.
Nela Rio
Poeta argentino canadiense
Presidenta del Registro Creativo
de la Asociación Canadiense de Hispanistas



Dieciocho voces de la poesía hispano-canadiense:
una comunidad que se escribe a sí misma

Desde sus inicios, la poesía ha enaltecido las huellas y los ecos del mundo de formas y modos heterogéneos. A partir del romanticismo hasta el presente, la noción de comunidad, que revelaba una forma de vida social caracterizada por un nexo orgánico e intrínseco entre sus miembros, ha sido ejemplificada por gremios de artistas o generaciones de escritores que comparten un interés común al testificar la vida, honrar la memoria y/o enaltecer la palabra. La polémica al hablar de una poesía hispano-canadiense no se encuentra cerrada ya que la comunidad de poetas que escriben en castellano a lo largo de sus diez provincias, tres territorios y, aún más allá de éstos, crece a pasos firmes cada día. A la par del inglés y el francés, que como idiomas oficiales han dado un sinnúmero de muestras literarias en Canadá, las letras hispánicas (considérense también autores angloparlantes y francófonos que escriben en español) han venido a cubrir una superficie de expresión para los artistas que forman, en este territorio, una entrañable patria lingüística. Son algunos de esos creadores los que hoy se reúnen en esta -mínima- antología poética para dar muestra de un hondo legado que se suma y complementa a la historia literaria y la cultura canadienses.
Hugh Hazelton, como algunos otros, ha ubicado las primeras muestras de poesía hispano-canadiense en la comunidad de españoles exiliados -tras la Guerra Civil- y establecidos en Toronto después de 1939. Hazelton señala que la substancial oleada de expatriados hispanohablantes no se daría hasta los años sesenta y setenta en que, principalmente, los regímenes dictatoriales y represivos llevarían a uruguayos, chilenos y argentinos a exiliarse de manera permanente en Canadá. La vorágine de conflictos políticos y económicos en las décadas subsecuentes traería emigrantes tanto de Colombia, Bolivia, Perú, El Salvador, Guatemala, Venezuela y México que pronto formarían una comunidad literaria que se extendería a los grandes centros urbano-universitarios como Toronto, Montreal, Vancouver o, se arraigaría a pequeñas comunidades universitarias como Calgary, Edmonton, Ottawa y/o Winnipeg (3-7). No es sino hasta a finales de la década de los setenta y principio de los ochenta en que Jorge Etcheverry y Hazelton sitúan la gestación de una colectividad de autores, completamente establecidos, que comienzan a publicar de manera periódica en territorio canadiense. Sin el aislamiento que sus predecesores habían experimentado, una actividad editorial fusionada, a manera de proyecto solidario, se abriría paso a sí misma como reflejo de una multitud hispanohablante en que el exilio, la memoria, la conciencia histórica, la existencia y el olvido marcarían los motivos a seguir a lo largo de su trayectoria discursiva. Como ejemplo de lo anterior, Jorge Etcheverry, en su artículo “Una literatura en castellano en un medio anglófono” (2005), atribuye a Naín Nómez, Eric Martínez, Gonzalo Millán y José Leandro Urbina la fundación de Ediciones Cordillera como la primera editorial exilada chilena de Canadá.
Cabe mencionar que durante gran parte de la década de los ochenta se establecen las tertulias y recitales poéticos en lengua española a través del territorio canadiense, pero no es sino hasta a mediados de los noventa con las series de lectura El Dorado (llevadas a cabo cada mes por parte de Luciano Díaz, Arturo Lazo y J. Etcheverry) en que dichos encuentros literarios toman suma importancia. A la par de las dinámicas de tertulia, antologías como la edición trilingüe de Literatura Hispano-Canadiense de Diego Marín (1984); la Antología de literatura hispano-canadiense de José R. Varela (1987); Palabra de poeta de la Mexican Association of Canada (1988); la Antología de la poesía femenina latinoamericana en Canadá de Daniel Inostroza (1992); así como Boreal: Antología de la poesía latinoamericana en Canadá editada por Luciano P. Diaz y Jorge Ercheverry (Hazelton, 12-14) -por mencionar algunas-; forman parte del corpus literario ponderado por la práctica editorial en Canadá. No se puede hacer a un lado la capital contribución que la obra de Hugh Hazelton: Latinocanadá: A Critical Study of Ten Latin American Writers of Canada (2007) representa para los estudios especializados en dicha materia. Así también, con encuentros de poetas hispano-canadienses, como es el caso del Festival de la Palabra y de la Imagen -llevado a cabo en Toronto organizado por Margarita Feliciano- hasta el congreso anual de la Asociación Canadiense de Hispanistas, se han empalmado a las letras hispánicas un número considerable de poetas de trayectoria así como noveles. No podemos pasar por alto, por igual, la difusión que de la poesía hispana escrita en Canadá realiza la artista y poeta Nela Rio como presidenta del Registro Creativo de la Asociación Canadiense de Hispanistas.
La materia lírica producida en este extremo del Continente Americano ha experimentado, desde la vanguardia hasta la postmodernidad, con matices y texturas temáticas que siguen innovando y, a la vez, continúan guardando una conciencia de las letras antecesoras. Si bien, en un principio, el exilio y la memoria inundaron las letras hispanas en Canadá, hoy en día, los temas son diversos y van desde el sujeto y la gran urbe; la noción de una conciencia quebrantada; la búsqueda existencial y el nuevo espacio; la naturaleza, el mito y el deseo; la América alterna; como también, los nuevos mapas identitarios que son trazados en estas laderas del Norte; por indicar sólo algunos. De las letras femeninas -que las hay en gran proporción- Etcheverry, en “Notas sobre la escritura femenina latinoamericana en Canadá” (1998), ha señalado la importancia de la expresión lírica engendrada por mujeres sin connotaciones, necesariamente, feministas. Aunque Etcheverry sí reconoce en algunas figuras -como las de Marilú Mallet y Carmen Rodríguez- un “radicalismo” que mantiene, como plataforma, “su compromiso político-social” con el género símil y con los grupos marginados de Latinoamérica. Por tanto, a la cabeza de toda esta empresa poética se encuentran algunas casas editoriales que han sobresalido y dado a conocer los trabajos de dichos autores y autoras, y como ejemplo de ello se distinguen: Ediciones la Cita Trunca, Ediciones de la Enana Blanca y/o Ediciones del Unicornio Verde (Hazelton, 14-17).
Así, en esta antología damos muestra de dieciocho voces dentro de la enorme plataforma que constituye la poesía hispano-canadiense y, como apuntase Víctor de Lama: “cada antología crea un nuevo canon y ese canon es el resultado de un concepto sobre la historia literaria” (9-10). Dicho así, esperamos que este repertorio poético, entonces, se sume a la tradición inaugurada por aquéllos que, exiliados, iniciarían una nueva travesía replanteando el modus operandi de una comunidad que se escribiría a sí misma a partir de la búsqueda, la esperanza y el desplazamiento geográfico como un proceso estético-emocional. Con ello, se instaura una dinámica de relación y acción recíproca a través de la experiencia lírica de todos los que hoy -dentro de un firmamento simultáneo- enaltecen la dicha de la escritura. La presente antología constituye un punto de partida -a medio camino- de un itinerario que tiene como objeto la aproximación al fenómeno de la voz y la palabra trasmutados en poema. Los poetas que aquí aparecen, desde New Brunswick, Québec, Ontario, Manitoba, Saskatchewan y Alberta, nos confieren un fragmento de su íntima travesía por los mundos y picaportes en que han transitado.
J. Pablo Ortiz-Hernández
University of Calgary
Marzo, 2009

Referencias
Etcheverry, Jorge.“El ojo escindido: autores latinos en Canadá”. Crítica Cl. (Dic.18,2007). http://www.critica.cl/html/etcheverry_03.html

__ “Una literatura en castellano en un medio anglófono”. Lakúma-Pusáki.(Otoño, 2005). http://www.poesias.cl/latinocanadiense01.htm

__ “Notas sobre la escritura femenina latinoamericana en Canadá”. Poética de escritoras hispanoamericanas al alba del próximo milenio. Ed. Lady Rojas-Trempe y Catharina Vallejo. Miami: Ediciones Universales, 1998.

Hazelton, Hugh. Latinocanadá: A Critical Study of Ten Latin American Writers of Canada. McGill-Queen's Press, 2007.

Lama, Víctor de. Poesía de la generación del 27: Antología crítica comentada. Madrid: Edaf, 1997.

Marín, Diego. Literatura Hispano-Canadiense: Cuentos / Poesía / Teatro. Toronto: Alianza Cultural Hispano-Canadiense, 1984.

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Jorge Cancino
Chile

Poeta, escritor, cineasta. Residió en Argentina entre los años 1973 y 1977, fecha en que se establece en Montreal, Canadá. Ha publicado: Juglario, (1985), Exilium Tremens (1991), cuentos. Narcosis, (1996) Guión cinematográfico. Coproducción Canadá-Argentina. El Duro Disco de la Memoria, Montreal Tango, Tango Piazzolla, cine.video.- 2003. Miramar Miramor Miramar (2008).

Ahora

En el mediodía de la vida
un recuerdo anaranjado llega tranquilo
y transparente a posarse en mi memoria insegura.
Te veo inmóvil
con labios intact y perfumados
parada en la esquina de los amores escondidos
de la infancia que vivimos con olor a niebla
entre barcos y pescadores
con arrullo de olas y oscuridad marítima.
El Tiempo reanuda su marcha
y las puertas de la memoria
se cierran lentamente.
Sólo queda tu perfume de Yerba Buena
y tierra morena




Volar tomados de la mano
entre el éxtasis y la felicidad
con la primera novia
pertenece al pasado.
Transcurridos raudos los años
en blanco y negro y color
nunca volveremos a tener primera novia.
Las que han venido después
son sólo las mujeres de nuestra vida.
Todas ellas tuvieron su primer novio
y con el volaron hacia el éxtasis y la felicidad





La noche vino a dormir contigo
en tu cama inmaculada
mientras la luna gigante alumbraba mi soledad
y el mar plateado dormitaba perezoso
dejándose mecer por el viento otoñal
de un abril lejano en el tranquilo sur
de mi edad joven.


Navego por las aguas rabiosas
de mi existencia festivalera y terrestre
sin medida ni tiempo uniforme
buscando besos nuevos y ajenos
en otoños y veranos
en primaveras y en inviernos largamente esperados
en los antiguos hoteles de mi vida
decorados con papeles pintados en Europa.


Renzo Franco Carnevale
Venezuela

Egresado de la escuela de Comunicación Social, facultad de Letras, de la Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas. Ha publicado en periódicos y revistas locales como Correo Canadiense y Mapalé en español y Corriere Canadese, en italiano. Trabaja regularmente en corresponsalías para periódicos y revistas extranjeras. Recibió una Mención Honrosa Especial en el Concurso de Cuentos Nuestra palabra (2006) por su cuento “La casa acribillada de enfrente”. Publica cuentos y poesía regularmente en revistas literarias tales como: Almiar, Mapalé, Poesía + Letras, Isla Negra, entre otras. Reside en Toronto.

Poemas del libro inédito: Lanzapájaros
Revolverse

Atrapas gaviotas con tu espejo de mano
caben todas en tu palma
es solo un argumento basto como el aire:
viento plural
cierto e incierto
País de adentro – demonios claros –
claros demonios lanzados al espacio
del hueso del cielo a tu piel
se deshacen las gaviotas
memoria retornante
retirada de todos los pájaros sigilosos,
Caligrafía de ríos en el viento
el terrible desespero de beberte
la lumbre doble en el recuerdo
la lluvia cambiante
el mismo polvo a ser brazos, cuerpo,
tus formas giran y danzan
y vuelven a ser pare ti
las rocas van colocándose en sus sitios
buscan la huella que dejaron cuando eran pesadas
en tus dos manos las hojas giran
los aros de Saturno en tus manos son de hojas secas
las nuevas viejas vuelven a las viejas plazas de la ciudad
las olas mansas regresan a su afán retornante
yo estoy con tu canto en el espejo
los mismos escarabajos barren el reloj, la brizna vacía
plantado en la playa del lago
como una banca solitaria
Interrogo las vocales anglicanas mientras revivo
tan sublime y preciso en la nada
me baño con la herida del sol
me forjo una espada con las piedras que el agua odia
y de la sangre tiño el viento, las arenas, el presente
me vierto por la madriguera de los ratones
y el espejo queda en la playa:
apunte de gaviotas


Septiembre

El pez lento por el odio encendido
lento pez volador, hijo de la profecía
de fuego intermitente,
caen los gritos
gritos terribles de arriba, de abajo, gritos del fondo
los ojos se abren en la mano
pero permanecen por siempre cerrados en la muerte
mañana confusa que abarca el mundo
indeciso hacia arriba el humo
polvo sin orientación que viaja hacia el norte,
miro –siempre lejos pero cerca- reventarse en la cúpula
de los templos
las estatuas
millones de escombros en el precipicio
con la mirada del lente me bañan
llueven cuerpos, fragmentos
el polvo de la ciudad me persigue/ sostiene su falda de cenizas.
cuentas, sangre
la muerte confundida esta entre la vida y la muerte
velas suspendidas en el aire, son dos frailes
a quienes el rostro se les deshoja
naufragan con todo el peso del vacío, los muros de vidrio fundido
se inclinan a cerrar el paso
al abrirse el instante bajan por sus propias escaleras
de sangraza y gente.
puede tocarse el mundo reincidente
una isla de fuego
postes de cobras firmes
silban páginas quemadas
desplomadas farolas lloradas por otro faro.
bajan ahora ruidosas,
se hacen en el acto
un vestido de plumas grises
y caminan por las calles
cada vez más en la partida


Partículas

Una hormiga de oro sube espacios baleados
balada en el muro
trasnochante la lengua de hierro
como serpientes en la campana
sin escuchar, por los agujeros que deja la tierra
en lo más profundo de la materia
el polvo que fue Mozart
reconoce el sonido
Wolfgang Amadeus no es el enlace
alguien más, debajo de las fuentes, abre los chorros oxidados
para arrastrar todos los polvos del polvo


Templo

Lo que oigo: la voz, calavera de mono
manchas de imágenes audibles y cráneo,
tal vez esto que veo son pájaros que giran sobre el hierro
millones de formas y presencia sobre el metal
figuraciones, ojos inexistentes que miran la realidad
reflejos.
Las formas titubean,
el sueño del mandril es tangible
el del hombre es abismo
ambos
cierran un ojo para confundirse en un solo gesto.
Latir de inmovilidades eternas
mientras el humano hace cúpulas de vitrales
en el infinito afán de verse en el cielo
el mono se trasunta hacia el árbol, hacia el oscuro ramaje.
El hombre se reconoce en una iglesia
el silencio es sonido en el templo
el santuario susurra palabras de viento
quieto.
Se ríe la estatua del mono
gárgola exterior que escupe cien monedas de agua.
Un pez se alumbra con la última luna hacia abajo
-lanza plateada que se precipita.
mientras la tormenta llueve la noche.



Gabriela Etcheverry
Chile

Escritora, crítica literaria y promotora cultural. Tiene dos maestrías de la Universidad Carleton y un doctorado de la Universidad Laval. En 2007 publicó la novela Latitudes. Su novela inédita Guayacán: tesoro y lujuria se sitúa en Coquimbo, Chile. Cuentos de “El árbol del pan” (2009) y “Tú y yo” figuran en Retrato de una nube, La Cita Trunca, Mundo en Español, Coquimbo Times y Alter Vox. Uno de sus cuentos ganó el primer premio en el V Concurso “Nuestra Palabra”, Canadá, 2008. Poemas suyos han sido publicados en Reembou 1, Alter Vox, La Cita Trunca y algunos sitios web. Actualmente dirige la revista literaria electrónica Qantati y trabaja en una nueva novela que se sitúa en Gravenhurst, el pueblo natal de su esposo, en Canadá. Reside en Ottawa.

Cansado

Arroja de tu mente todo pensamiento
de nada te sirve empollar ideas que son huevos hueros
repite tercamente los inútiles movimientos del día
que te pierden en el gris azulado de la gente y las cosas.

Deja en la almohada los nombres que hirieron tus sueños
la mujer que te invitó a compartir su lecho
entre risas y palabras que no entendiste
el cabello espejeando en el último sol de la tarde.

Ahoga tu pavoroso despertar en el rito cotidiano
girando en la vorágine de papeles
tomando café
mirando mil veces la punta de tu corbata roja
—color de los triunfadores—
levantando el teléfono
recitando la lección aprendida
que el cristal de tu voz cansada
empuja sin convicción por invisibles hilos.

No le opongas resistencia a la mañana
aunque el único fin del amanecer sea salir al trabajo.
Cuando termine el día tus pies te llevarán a casa
arrastrando el mismo caparazón de ayer
intentando no pensar
anhelando solo un poco de aire limpio
para poder respirar de aquí a mañana.


La muda

La muda lleva milenios
echada en su rincón
atisbando con ojos cansados
más allá del último cerro.

¿Será ese el cuerpo del amado
que por fin viene a su encuentro?
los brazos en los brazos
los ojos en los ojos
cerrando la garganta
que la montaña
abrió en su cataclismo
empujando un torrente
de piedras y lodo.

¿Será ese el cuerpo del amado
que por fin viene a su encuentro?
a fundir en un roce
las mitades abiertas
a celebrar en un canto
el gran encuentro del alma.

¿Cuánto más podrá esperar
la carne desgarrada
ese chorro de luz?

La muda lleva milenios
echada en su rincón
los ojos lánguidos vaciados
más allá de la línea
que demarca el cielo del mar
atisbando al horizonte
la silueta del amado.


La perdida

Y desde ese día
se negó a alimentar sus huertos
dejó de construir casas y
se fue a vivir a la tierra de nadie.

En ese silencio reconocía sus fuegos.
En ese desierto les daba nombre
y los iba extinguiendo
con sus manos desnudas
uno por uno
plegaria a plegaria.

Ya no tiembla en la nieve de inviernos ajenos
ni la aterra el retumbar del trueno
ni siente en carne viva el azote del relámpago.

Se llenó de polvo su mesa
que producía las fragancias todas del pan.
Se secaron sus senos
que destilaban la tibia leche de su dulzura.
Los ojos siempre a la distancia
se la ve vagando
en los espesos mares de la desazón
que no tienen puerto ni playa.


Sed

A la memoria de Julio Miralles
Solo te echaste a andar
a consultar el oráculo
en la cima de la montaña.

“Lo mató la belleza”
dice tu epitafio.
La inmortal juventud.

Refulgías de tu propia lumbre
cuando paraste a descansar
a orillas del manantial del poeta.

Bebiste del agua
que bajaba serpenteando
entre árboles y rocas.

Te distrajiste
mirando los pájaros
admirado de oír cómo sus cantos
se confundían con tanto verso
las voces de otros poetas
que bebían del mismo manantial.

Muy lejos el oráculo
demasiado empinada la montaña
y ya se hizo de noche.

A mitad de camino
alumbrado por las candilejas del amor
adormilado con el canto de los pájaros
con los versos de poetas de ahora y de antes
te dormiste.

Nunca llegaste a saber tu destino.


Jorge Etcheverry
Chile

Poeta narrador y crítico chileno. Doctor en literatura, coeditor de Split/Quotation. Embajador en Canadá de Poetas del Mundo y miembro de Poetas Antiimperlistas de América. Últimas publicaciones en las antologías El lugar de la memoria. Poetas y narradores de Chile (2007); Latinocanadá de Hugo Hazelton. (MacGill-Queen’s University Press, 2007), Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras. Editorial ÉTNICA (2007); 100 cuentos breves de todo el mundo de Sergio Gautvel Hartman, (Ediciones Desde la Gente, Argentina, 2007) y en The Changing Faces of Chilean Poetry: A Translation of Avant Garde, Women’s ,and Protest Poetry de Sandra Herron, (The Edwin Mellen Press, 2008). Reside en Ottawa.

Nacimiento del tópico

Cuando he apresado el tiempo por las repeticiones
he cubierto calles y nombres de ceniza
Lo he medido también por mis heridas
pero han sido escasas y no bastan
para las numerosas mediciones
que nos gastan las manos en ajenas labores
Yo pudiera establecer
que sólo soy una nota de tu melodía oh tiempo
pero sería decir cosas que se ignoran
o taparnos los hechos con mentiras
como en efecto hace la poesía.

No es extraño

No es extraño
que se estremezcan los cables
Que nos permiten conocernos incluso mediando grandes distancias
más rápidamente que las migraciones
que perviven cuando termine de sonar el violín para nosotros
y sus notas modulen
en cien distintos idiomas
la voz de locutores, hombres y mujeres
y los satélites nadando en polvo cósmico
detectan una oscuridad que avanza de modo imperceptible
y sean los únicos despiertos
quedando nuestro sueño bajo la ceniza.



Enumeración de animales

Primero los gatos, subdivididos en: claros y obscuros, sinuosos (persas) y arrepollados (con frío)
Osos: de verdad, con ojos brillantes, de peluche, con lengua de pañolensi, que abrazan.
A su vez, respecto a su color: Polares, negros y blancos (polares)
o sino, respecto a su color: negros y blancos, de mitad hacia uno u otro de esos colores
Luego animales volantes:
Pájaros
El resto
Como pájaros:
1) blancos, grandes
el resto, hasta los mirlos y los cuervos
1a) del mar: albatros, petreles
de otros ámbitos : cóndor, águila--albatros, petreles
Cósmicos: el ave fénix (como la dibujan los chinos)
En el resto:
abejas
mariposas
otros
abejas: a) metálicas o no, según la intensidad de su misión
b) agrupadas o sueltas (caso hipotético). En el primer caso siempre zumban
mariposas: gigantes, azules
comunes, de égloga
según su comportamiento y origen:
a) brotadas del vientre de una muchacha asombrada (ver lámina uno)
b) otras.


VI (del “Cuaderno de bitácora”)

Hay una nueva intención acurrucándose, como un feto prematuro, detrás del vértice que forma la intersección de los dos senos frontales sobre la nariz. Nuestra, es decir, de nosotros. Como que parece que llegó el tiempo de dejarse ir un poco loose, como se dice por aquí, o terminar con úlceras. No nos vamos a resignar a vernos atados de pies, o con anteojeras. No de manos, ya que en realidad no estamos haciendo nada. Es muy difícil poder incluso expresarse. Uno empieza aclarándose la garganta con la mejor de las intenciones, cuando ya los contertulios dejan que sus ternos se conviertan en corazas, y nos devuelven cada una de las palabras proferidas en forma de tábano o de cualquier bicho dañino. Más adelante se reunirán en conciliábulos, cuchichearán juntos, pese a ser los únicos en la sala de reuniones, y menos que nadie yo, para emitir juicios condenatorios. Luego el lunes, algunos de los más circunspectos mandarán algunas cartas prohibiendo la pronunciación (no pronunciamiento) de nuestro nombre, la escritura de nuestras iniciales, por cualquiera persona que se respete en los cuatro ángulos del mundo.



Margarita Feliciano
Italia-Argentina

Traductora y ensayista. Estudió en la Universidad de California, Berkeley, en la Universidad de Florencia (Italia) y en la Universidad de California, Los Ángeles, especializándose en la literatura de las lenguas romances. Desde temprana edad sintió afición por la poesía y los arquetipos mitológicos. Entre sus publicaciones cabe mencionar los poemarios binlingües español-inglés, traducidos por la misma autora , Ventana sobre el Mar / Window on the Sea, Circadian Nuvolitatis, El portal de la Sirena / The Mermaid's Gateway y De Viajes y Rodajes / Break-In Voyage. Además de la creatividad literaria, Margarita Feliciano se dedica a la enseñanza a nivel universitario y a la difusión cultural. Ejemplos de este último contexto son la creación de la asociación sin fines de lucro, Celebración Cultural del Idioma Español (CCIE), fundada en 1992 y la creación de la Casa Editorial ANTARES, fundada, en el año 2006. Reside en Toronto.

Este año

Este año el naranjo
ya no florece.
Es estéril la tierra
en su abandono.
La casa languidece;
la hierba crece ausente
y el ventanuco en lo alto
es un ojo ciclópeo enceguecido.
Los rayos reverberan:
Son saetas que caen en el vacío.


Sombra
A Alfonsina Storni

Baja hacia el mar, la pensativa sombra
Sus pies huellan la arena de la orilla.
Baja a no regresar hacia la tierra,
se adentra entre las olas y las algas.

Reverbera en el mar la luz distante,
serpentea y se acopla con el agua.
La sombra pensativa ya no mira,
ya ha caído el telón irrevocable


Salida

A veces nos atrae hacia la tierra
aquello más recóndito del alma,
esa roja amapola en los trigales,
la luz perdida que vuelve a renacer.

A veces, sólo a veces en la vida,
contemplamos el paso de los astros,
momentos en que fluye la ternura
de un ruiseñor en el jardín sagrado.

Yo sé que te has dormido en el instante,
que ahondas en el tiempo intermitente,
moviéndose en las cosas cotidianas
que avanzan de puntillas en la tarde.

Estandartes que saltan al vacío,
que desnudos se mecen y flamean,
se doran a la orilla de tu sueño
en el ramaje oscuro de la noche.

Círculo

Existe un mundo nuevo
que fluye de la nada;
nace, ola por ola,
en el vaivén del mar.

Se escucharon las voces
del prodigio de un bosque
y el gotear de una lágrima
flamendo contra el viento.

Espacios siderales
que no fueron hallados
por ese fin siniestro
que remoza los días.

El germen de las horas
desfila irremediable;
bandadas de gaviotas
desgranan sus adioses.

Las horas se despiden
con mano oscura y grave,
con un pañuelo blanco
que sale de la nada.


Hugh Hazelton
Estados Unidos

Escritor, traductor y editor que enseña traducción en la Universidad Concordia en Montreal. Autor de cuatro poemarios, es también activo en la traducción de los autores latinoamericanos radicados en Canadá y de la poesía quebequense al inglés. Su traducción de Vétiver (Signature, 2005), un poemario del autor haitiano-quebequense Joël Des Rosiers, ganó el premio del Gobernador General de Canadá a la traducción francés-inglés en 2006, y su estudio Latinocanadá: A Critical Anthology of Ten Latin American Writers of Canada, fue publicado por McGill-Queen's Press en 2007. En la primavera de 2009 saldrá Antimateria (Cita Trunca), la versión española de su último libro de poesía, Antimatter, publicado con CD por Broken Jaw Press en 2003. La poesía de Antimateria es declamatoria, politizada, experimental, a veces concreta, recitada, balbuceada y cantada por el autor, que cree que la poesía tiene que morder, acariciar, burlarse, enfrentar, lamentar, nombrar, imaginar, recordar, invocar, oponerse y reflexionar.

Llegan
a Caleli e Yvonne América Truque

del Sur
por avión autobús o corriendo por el desierto y bosques norteños
con sus maletas de poemas y manifiestos arrugados
los ojos llenos de mundos idealizados arrancados
a culatazos y balazos
pero que "se realizarán un día no tan lejos" están seguros

llegan en jóvenes parejas que discuten todavía entre ellos
y luego luchan juntos para establecer una cabeza de playa
para estos chiquillos
que miran todo con cara de asombro
como si fuera una escena de película
mientras los hermanitos lloran cuando se les trae al cine
y la gente de aquí los mira con escándalo

llegan y se establecen y entran a empleos duros y mal pagados
"solamente por un tiempito, ¿viste?, hasta que organicemos algo"
fortalecidos por sus creencias en el valor de todo trabajo humano
para seguir laborando en cualquier cosa, viejo
y luego el sábado por la noche
van a peñas en sótanos de iglesias
con danzas folclóricas y comida típica y escuchan a sus paisanos
leer cartas de solidaridad en altoparlantes gastados que no se oyen muy bien
y luego bailan salsa y cumbia y danzas de allá
mientras los chicos corren chillando entre las piernas de los padres
que toman otra cerveza y analizan de nuevo cómo carajo realmente fue
que los milicos tomaron el poder
llegan a refugiarse exiliarse ganarse la vida
en los mismísimos países
que a menudo financiaron el derrocamiento de sus presidentes
limpiando las sedes sociales de las multinacionales que desde hace años
van explotando a sus familias y saqueando a su nación
países que los aceptan pero que a menudo
rechazan sus documentos y descartan sus diplomas
y les mandan a sudar en fábricas donde la gente local nunca se ve
o a volver a hacer los estudios y luego comenzar de nuevo
que dificultan la entrada de los abuelos
y cuando intentan organizar sindicatos con una retórica revolucionara
incendiaria que les da miedo a los obreros de aquí
—pero que termina por animarlos—
y luego los dirigentes gremiales les dicen que
"este tipo de retórica no se usa mucho por aquí, ¿m'entendés?"

llegan de países que valoran la palabra y el arte
que ellos celebran en sus tertulias y recitales de poesía en bares-humaderas
donde los clientes habituales los observan con curiosidad o asombro
mientras ellos proclaman sus versos
y luego se autopublican en minúsculas revistas
editadas en su idioma
y se riñen entre egos y tendencias
pero se juntan también todos para el próximo lanzamiento
y para jurar sobre el alma de la tatarabuela
que el poeta más mediocre de allá vale pero mil veces
el mejor soso premiado de aquí
y que la osadía de vanguardia no se conoce
en este país donde nadie se atreve a contradecir la autoridad

llegan y andan ignorados desconocidos por las calles heladas
donde los vagabundos duermen en las cajas automáticas de los bancos
no tan diferente finalmente de lo que dejaron allá atrás
salvo en versión más opulenta
y sus costumbres de conversar
de solucionar los problemas juntos
de pensar en la comunidad
dejan sus semillas entre los bohemios, artistas y rebeldes de acá

y un buen día se despiertan y se miran el reflejo y se dan cuenta
de que los años han pasado y todavía están aquí
con su familia sus amigos y su profesión
que los milicos están cediendo el poder muy pero muy lentamente
y que sus hijos hablan más inglés o francés —carajo— que su idioma natal
y que ellos mismos cuando vuelven allá
usan frases inesperadas medio raras que vienen de los idiomas de aquí
y que finalmente ellos conocen mejor esta orilla lejana
donde viven en relativa tranquilidad

pero, eso sí, ellos nunca se dan cuenta
de todo lo que le han aportado y dado
a la gente de aquí


Ángel Mota
México

Desde 1990 radica en Canadá. Es Doctor en literatura comparada de la Universidad de Montreal. Como docente ha impartido cursos de literatura migrante y talleres de creación en la misma universidad. Es co-director de la revista literaria Helios y fue el Director del periódico político y cultural Énfasis. Sus poemas y cuentos han sido publicados en libros colectivos y revistas tales como Troc Paroles, Pagès Editors (Barcelona) y Éds. Adage (Montreal), Primera antología del cuento hispano-canadiense (Ottawa), The Apostles Review (Montreal), Helios (Montreal), Quaderno del poeta (Cosenza, Italia), Hispanic Culture Review (Virginia), Intermidias (Vancouver), Dire (Montreal).


Un silencio sube
y baja
por un hilado
abierto, boca abajo.

El silencio
mira la eternidad
y sonríe,
se hiela
en un pequeño esfuerzo
que culmina en la nada.

Y después,
cuando el sol calla
su rostro
Se levanta y la boca allana
los rasguños de la madrugada.




Muerdo ese espasmo
de ventisca
que en parsimonia
conduce al tiempo
a la paz de tu cuerpo.

Y así por enigma,
salto al índigo
vértice de tus
labios.

Abrazo la vorágine
corriente
de tus senos.

Limpio con el vuelo
de tus seines
la envidia
de nuestro tiempo.
Ahi te anidas
sentada en el sigilo
de la mano
como una sombra
apenas escrita
en el pudor
de un murmullo.

Ahi estás escrita,
como un abismo
acompasado,
tierno
y enterrado
en el latir del tiempo.
Hacia el ocaso
como dejado
en esta recámara
de memorias,
arropo el frío
que viene y se posa
en un atice de mi cara.

Conmuevo las arrugas
de la cama,
del cielo en el espejo
hasta hacer de mis lagrimas
un timbre sonoro
en tu cuerpo.



Teobaldo Alberto Noriega
Colombia

Es Licenciado en Filología e Idiomas, Master en Lenguas Romances, y Doctor en Literaturas Hispánicas. Profesor de literatura hispanoamericana en Trent University, Peterborough, Ontario; Profesor Adjunto en el Programa de Postgrado de Estudios Hispánicos, University of Western Ontario, Canadá. Autor de La novelística de Carlos Droguett: aventura y compromiso (1983), Novela colombiana contemporánea: incursiones en la postmodernidad (2001), y numerosos ensayos de crítica literaria aparecidos en publicaciones especializadas. Su trabajo poético ha producido hasta el momento seis importantes títulos: Candela viva (1984), Duende de noche (1988), Ars Amandi (1998), Polvo enamorado (2001), Doliente piel de hombre (2005), y la antología Pasión articulada (2007).
Duende de noche
A Clinton Ramírez, Hernán Vargascarreño,
Martiniano Acosta, y Javier Moscarella

El grito:
ese hilo amargo
que sube a mi garganta
pero que no se escapa
esa garra de acero
que me destroza el pecho
y no conoce treguas.

La lágrima:
siempre esa gota
empañando mis ojos
impidiendo que pueda yo
acercarme a la otra orilla
el espejo quebrado
vibrando en mi memoria
multiplicando imágenes.

Y el otro:
constantemente el otro
llevándome de mano
por la vida
zigzagueando el misterio
sin desvelar mi todo
sufriendo de prestado.

Esta es mi noche
amigo
aquí yo soy el duende
que acumula silencios
aquí me parto en dos
y regenero
me alimento de sobras
entierro mi perfil
adoro el fuego
me pongo mi disfraz
y me desangro.
(Duende de noche, 1988)
Visión marina - I
A Rosa M. Garrido

Esta luz que me ciega, azul encanto
Esmeralda quebrada al mediodía
Centelleante vitral, líquido canto
Agitado sonido en armonía

Estallido violento ante la roca
Madreperla de espumas en mi orilla
Salina fuente que al saltar me toca
Y con su yodo alivia mis heridas

Es mi fiebre, es mi afán, es mi agonía
Cristalina inquietud, pasión de cuna
Rumor del viento que me mece ausente

Nostálgico calor siempre presente
Ancestral resplandor de sol y luna
Iluminando fiel la vida mía.

II
A David Sánchez Juliao

Este mar que aquí ves: espuma en roca
Estas aguas: rescate de mi olvido
Son lo que son: cadencia oscura y loca
Pensamiento feliz: placer que vivo

Por ellas llego: trasciendo mis temores
Tenaz me oculto: cartílago en sus algas
Reproduzco el milagro: sal de amores
Yodo en su resplandor: azul nostalgia

Líquido errante: me transforma en otro
Dejo de ser: desciendo hasta el abismo
Calma mi sed: ya no me reconozco

Renazco en su rumor: vuelvo a mí mismo
Y sigo siendo: espuma
sal
y
yodo.
(Ars Amandi, 1998)


J. Pablo Ortiz Hernández
México

Es licenciado en Letras Hispánicas por la U. Autónoma de Guadalajara, obtuvo el Diploma en Creación Literaria por la Sociedad General de Escritores Mexicanos. Cursó la maestría en literatura española medieval por la U. de Calgary. También, ha realizado estudios en el programa de maestría en Filosofía y Lógica en la UAG. Impartió clases de Semiótica y literatura en la U. de Arizona y la U. Panamericana. Ha publicado, además de artículos en revistas especializadas, los poemarios El sueño del dinero escarabajo y otros poemas (2004), Ante la oscuridad (2005) y De no pedirle al viento la noche, hoy en el silencio (2007). Cursa el doctorado en Letras Hispánicas en la U. de Calgary y enseña para esa institución.

Piromanía en mar abierto

Arrojado en una corriente de aguas turbias,
el aliento de honor se ha extraviado.
Alguien llora en los densos flujos del mundo.

Alguien llora como si en un momento de luz,
fuese a desvanecer en el silencio de las almas.
Hay una caravana que se aproxima como silbato
de trenes que resuenan, esperan y desaparecen.

El tiempo corre en calles de circense melancolía.
Tres palabras que no se han escrito y, sin embargo,
me he echado de brazos abiertos a un campo de batalla.
En mi rostro caminan los poetas, los muertos y
aquéllos que llama la noche.

No hay escudos ni barreras en este espacio,
sólo guerras y bienaventuranzas de podredumbre.
Estas aguas revueltas de esperanza hoy,
recorren un exhalar de cuerpos que han sido olvidados,
de pieles en combate con la ácida nieve de abril.

¿Qué esperanza existe en esta tierra donde las horas
resplandecen en caídas con aroma a pirotecnia?


El faro

Si el sueño habita en la espera,
entonces es la búsqueda el pensamiento.
En este risco llueve posibilidad,
balbucean los huesos y truenan los espacios,
la libertad reside en el revés de lo oscuro.

Aquí, camina una mujer que lleva el nombre del silencio.
La sangre corre por sus muslos,
le han dictado lo decible,
y lo indecible también.
Alguien escribe con una voz a cuestas
lo que de este mundo, la locura puede sólo hablar.

Allá descansa una mujer, amortajada y pútrida como la noche.
Déjenla gritar,
aquí, nadie escucha, nadie hiere.
Duermo.


Augurio

Cuando los árboles comenzaron la sonata,
el viento había partido.

Subí a una nave que me llevaría al Norte,
el Norte, y ahí, exactamente en ese punto de partida,
fue donde perdí la soledad.

Caminé por un desierto que a mis pies resquebrajaba.
El desierto, la luz en círculos de caos que caían como en un espanto,
y después, vino enero;
enero tinto con la luz de desventura precipicio,
como un rompecabezas que en silencio y en espirales me llevaba en tormenta de partida.

Cómo gritarle a la pena y ponerle un altar con veladoras
que desplieguen llamas con el color de las preguntas.

Los rebaños caen en sueño eterno y, ¿el Norte?
Ése, toma una siesta de encrucijadas…


Diminutas del tiempo

Desgajar mitades de ocio en el desierto,
cuánta dicha descansa hoy sobre las piedras.

Del amor,
sólo los restos de cabello que caminan por mis dedos.
Es la plena desventura de tus ojos,
que mirándome están en bocacalles, mi piel.
Quebranto de naturaleza y mañanas del Poniente.
Páginas de la noche y astrolabios cerrados,
confuso detraimiento de geografías angustiosas.

Es la hora de la infamia y el silencio.
Es la hora de agusanar las bóvedas tornasol
que caen como desde un nido.
-Miren a éste que se va y vuela-

Y vuelo…

Nela Rio
Argentina-Canadá

Poeta, escritora, artista e investigadora. Nueve poemarios publicados (Canadá, España y Honduras); poemas y cuentos (finalistas en concursos internacionales) en antologías y revistas de 12 países. Traducciones al inglés, francés, catalán y portugués. Crea “metáforas visuales”, Arte Digital, que combina con su escritura: ocho Libros de Artista. Su DVD Francisca, trilingüe, incluye su arte, ha sido expuesto en universidades y galerías en Canadá, EE.UU., España, Honduras y Argentina. Catedrática (J) de St. Thomas University, Canadá. Investigadora de literatura hispanoamericana siglos XVI-XVII. Miembro de League of Canadian Poets, Writers Federation of New Brunswick, la Academia Iberoamericana de Poesía. Por la promoción de poetas españoles e hispanoamericanos ha organizado 27 exposiciones. Con el mismo propósito es ahora presidenta del Registro Creativo de la Asociación Canadiense de Hispanistas.

De La inocencia del enigma (o la fantasmagoría de la lucidez). Libro de Artista: en papel hecho a mano con 11 “Metáforas Visuales” Poesía, arte, diseño y encuadernación (2004).

Unánime cuerpo

Tercamente insisto en ser de alguna parte.

Voy transcurriendo en un mar de geografías,
camino despacio y busco espejos
de cosas que no existen,
sin embargo se repiten brillantes en lo oscuro.
Llevo una conversación a solas
que me pongo como una larga bufanda
en los días en que el existir es un quehacer
y entonces entiendo este cuerpo
que quiere ser de alguna parte.
Cuerpo unánime que parece una plaza,
no lo habitan trozos de seres pertinaces
ni arrogantes horas que se anuncian intocables,
es completo en su expresión reciente.

Mi cuerpo y yo, que al pasar nos miramos,
vivimos juntos en el tiempo acumulado.
Sólo que, en alguna parte, asomada entre la hierba,
deben estar los ojos de la primera huella.
Desafío al nucleo

La distancia,
entre la diafanidad del filo
y la curva engarzada, tiembla.
El pensamiento
se adhiere a la materia,
mágico atributo de la vida,
recinto en que estalla la síntesis constante,
la verdad desconocida
la curiosidad intransigente.

Desafiando al núcleo
certeramente la pluma traza una estela.
Cuerpo en llamas

Si llegara y se detuviera en el idioma
y en el gesto preciso
--abierto y terso, casi como un espejo--
si pasara dejando lo que asedio
--breve y confuso, casi sin anatomía--
yo, cruzando este camino que fluye,
llegaría a la otra orilla.

Si apelara al alto surtidor
--resonantes brillos y breves comuniones--
si acomodara la cifra de los músculos y nervios
--solidarias venas y abarcadores ciclos--
yo tendría una voz como un cuerpo en llamas.

La línea espiral

Vidas contiguas
metiéndose unas dentro de las otras,
procreándose en horas inquietantes,
llegan a una cierta geometría.

Múltiples, agitando referencias invisibles
y deliciosamente corpóreas,
emanan apoyadas en soplos de verdades quietas.

La línea espiral,
alejándose continuamente del centro trazado
las arrebata y acerca.
Y nos encontramos en el vértigo,
en la sorpresiva tarea de crear el centro.


Lady Rojas Benavente
Perú-Canadá

Es catedrática en la Universidad Concordia en Montreal desde 1996. Obtuvo su formación pedagógica en Filosofía y Literatura en Lima, la Maestría en la Universidad de Ottawa y el doctorado en la Universidad Laval de Québec. En 1994 fundó en la Universidad Ottawa la asociación Crítica Canadiense Literaria sobre Escritoras Hispanoamericanas (CCLEH) e inició el debate sobre los derechos de las mujeres y su participación activa en la vida histórica y artística. Sus investigaciones abarcan teorías poéticas, narrativa, poesía y drama, feminismo, educación contemporánea, derechos humanos y la inmigración latina en Canadá. L’Harmattan de París publicó su poemario Etoile d’eau/ Estrella de agua (2006), traducida al francés por Nicole Guy. Sus poemas y cuentos han aparecido en Canadá, Perú y Francia.

I. Flor de amor. Canto de la amada

Ojos asoleados y atigrados
emergen de profundos volcanes
donde la lava surca tu ser todo

Miras la flor de mujer y te embelesas
alegre contemplas su silueta matutina
inflorescencia espigada
germina el tallo
perfume de planta salvaje
pétalos puros de aire
rocío en la piel dulce

Tu ardiente mirada toca el sépalo
vibran los estambres
ondean los filamentos
las anteras de los senos cosquillean
tiembla toda la planta-mujer
ladea el cuello
sonríen sus labios
sonríe el rostro
mirada ardiente de ambos

Flujo enamorado
oleaje enérgico de moléculas nerviosas
veloces caricias
se inflama el corazón
besos fugaces
insaciables sed y hambre de cuerpos
tocan las manos
extremidades magnéticas
sensación eterna de placer
aleteo de héliconius doris-viridis
mariposa agitada en el vuelo roza la flor
magia de Eros

En pleno campo ardiente de magnolias
las lenguas buscan la miel ajena
manjar dulzura de bocas juntas
se enlazan las piernas y los brazos
río ebrio junto con río ebrio
caudales alborotados
uno dentro del otro fluyen juntos
juntos fluyen

Cáliz de vida
cráteres de fuego en torbellino
ternura corola de sueños
polen divino vuela aletea
ardientes magmas
cimas y hondonadas
polvo de estelas
se atraen y germinan


I. Fruto de la pasión. Canto del amado.

Te busco por doquier
prenda mía, jardín mío
néctar y fuente de delicias
amada ausente
música de mujer
ritmo ignoto emana de tu vientre suave
paraíso en el calor de tus senos erguidos
tus dedos palpan el dorso mío
tu fuente se abre a las delicias del amor
te estremeces al contacto de mis ansias
flor roja bella entre las bellas
más pura que el agua del torrente

¿Por qué huyes y te escondes
entre los matorrales?
¿Quién te persigue
y te acosa noche y día?
Si mis ojos te embrujan
los cerraré para olerte
Si mis palmas y uñas dañan tus membranas
te cuidaré por doquier
Si mi palabra y tono te asustan
me haré mudo
Si grito cuando me abandonas
y lloro de espanto
es porque te amo con locura

Ven, regresa a nuestro edén
No me arranques la ilusión
Sufro sin tu gracia
Sin tus caricias
soy un animal herido
Perdóname los celos
Te llevaré de nuevo al mar
fuego sagrado
mi amor no muere
vive en ti y vive por ti

Eternamente tuyo.


I. Palabra erizada de gozo

Desgarrado el capullo
se fascina el voluptuoso pájaro
Escribe en el pergamino del vientre
con punzón ardiente
“Eres mía, eres mía”
Hipnotizada la caracola se requiebra
se quiebra y se clava el grito
el golpe de las olas resuena fuerte dentro
el goce fogoso de la sirena
repique de dulzura
Afiebrada guarda el estuche de la perla
donde vibra la felicidad inmensa
de dos amantes que juegan y estallan
se aprietan y se enroscan
en la encrucijada de la vida
se deleitan en el paladeo
se muerden, se arriesgan
y se estrujan
se precipitan y desfallecen
se ahogan mutuamente
se queman de incendio humano
y palpitan
en la hoguera del puro regocijo



Françoise Roy
Canadá

Nació en Québec en 1959. Estudió Geografía (Bachelor of Science —Summa Cum Laude—, Universidad de Maryland, 1980; Master of Arts —Cum Laude—, Universidad de Florida, 1983) con Diplomado en Estudios Latinoamericanos. En 1990, pasó el examen profesional de la Sociedad de Traductores de Québec. Ha trabajado como traductora e intérprete, profesora de inglés, francés y redacción, y como representante en ferias del libro. Ha publicado dos novelas (en español y en francés), ocho poemarios y una plaqueta de poesía, y un libro de cuentos; ha traducido cerca de cincuenta libros y una obra de teatro adaptada de Fernando del Paso. En 1997, recibió el Premio Nacional de Traducción Literaria otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México. En 2000, obtuvo el Diplomado en Traducción de la Asociación Mexicana de Traductores. Vive en Guadalajara, México, desde 1992.

Cirugía

Esa herida de bala que tienes en la cabeza,
parece que se desdibuja cada mañana
deslavada
por las aguas bondadosas del amanecer.
Y qué herida la tuya.
(Yo no soy traumatóloga: qué sé yo
de arterias femorales y tumefacción,
de plaquetas y septicemias).
Suturo lo mejor que puedo
la pequeña huella de labios entreabiertos
en forma de “o”
que delimitan su orilla.

Tengo la sabiduría de las parteras,
el saber milenario de los astrólogos,
pero tal vez, aun así, un día, en algún lugar,
(sólo las sustancias corporales tienen necesidad de lugar)
por más que logre detener tu pequeña hemorragia
(que con la paciencia de un reloj de agua
te va desangrando)
tal vez, digo, llegues al borde del hueco tibio,
el sepulcro ondeante donde mi amor
ignorando la sangría que te va matando
te espera inmóvil.


Sangrado accidental
para Khaled

El accidente sellado dentro de las paredes discretas de un cuarto.
Sangre. Los labios del destino rozándonos.
Sangre tan blanca como la nieve, plasma tan amarillo
como la luz del desierto que sólo tú conoces
desde las primeras cámaras de la memoria.
(La luciente pizarra del día barrida por una granizada
en camino hacia la mezquita, por ejemplo,
mientras te aferrabas a la mano de tu padre.
(La mano un velo protector sobre tus dedos pequeños:
tenías cinco años, un guijarro en el pedernal de la vida.)
Te han dado una amplia selección de recuerdos
de donde comer: tu padre llorando bajo la fronda
de un olivo, el solar arrebatado por la guerra.

Pero los recuerdos aletean, blanco séquito de mariposas:
quién sino yo sabría decir el ataúd que es tu corazón
relleno para vestidura con las piedras muertas de la cárcel?

Tan hermosas horas que pronto se volverán pergaminos,
un puñado de minutos en nuestro haber, mezquinamente contados
por el dios mísero de la escasez,
ralo tributo a la enramada que ha de florecer
en el árbol del Tiempo plantado hace mucho por Saturno,
horas que se deslizaron sueltas bajo las placas de metal
de tu corazón, preso en su armadura, para suavizar sus lindes
dibujadas en el mapa de mayo por reyes extranjeros,
un ejército de ocupación.

Tan hermosas fueron, estas pocas horas,
que podrías creer en Dios de nuevo,
una luz que parpadea, sin lastre arriba de tu alma.

III) El rostro de Venus
Atráeme, correremos.
THÉRÈSE DE LISIEUX

Dama del azúcar.
Doncella de las cosas que quitan el sueño.
Nada de guijarros en su puño, de alimañas en sus labios \ no tira tajos ni estocadas.

Un ramo de asfódelos brota de los pliegues de su túnica; un tapiz de altarreinas se desenrolla solo bajo la suela de sus manos.

Cuánto almíbar en la cuenca del oído, cuánto satén en las colgaduras del tálamo, mientras el cabrilleo de la piel signa la eslora de los lechos en las altas y bajas horas de la noche.
Oigan, agucen el oído, ahí vienen los frutos perfumados del amor, helos aquí, acariciando las proas de esos ataúdes donde los amantes mueren brevísimas muertes con el dulce vaivén de las olas: a la hora nona de los zumos, el cielo se torna baldaquín y la luna menguante (), testigo de cuerpos deslavados por la luz.

Imán, blanco centrípeto de minúsculos cometas, les festones de venustos rostros se enredan en su eje blando; los besos caen () al volateo de su mano de espigadora; la hilación de lujosas telas se da sin más en las fieles, pacientes ruecas del tiempo.

En ese instante, ahora, una duda me asalta. Dios,
o cualquiera sea tu nombre: sólo pido una ayuda:
pero que ahora me ayudes no secretamente como me eres,
sino esta vez claramente y en campo abierto.
CLARICE LISPECTOR (LA PASIÓN SEGÚN G.H.)
I

En aguasal maduró la quemadura. Recorrió todos los alambiques posibles, para acabar aquí, en la más íntima probeta de mi mente. Ha llegado la hora de despojarse de los agravios del mal amor, del susto de amarte en silencio.
El grupo de hadas, rozagantes, con un gato blanco de mascota, saben cuando el líquido, cuya composición es parecida a la de las lágrimas, está listo para la operación de olvido. Juntas asemejan el movimiento de los juncos en la brisa; mueven la caldera con sus cucharones, a la expectativa, y arrojan algo de sus polvos dentro del caldero. Soy terrestre. Salvo por mis sueños, no entiendo de magia.
Me despertaré sin recordar tu nombre. El haz del encuentro se habrá apagado.

II

El portal enlamado permite el sonoro cruce de tus pasos. Hace tiempo que no he visto semejante pasadizo entre lo exterior y lo interior. Cada paso que das te acerca a mí, pero un pársec nos separa todavía. Yo que soy querenciosa, habré de esperar silente, algunos siglos más, los labios inmóviles como nevada virgen, hasta que tu órbita se acerque a la mía.
¿Cuándo sería, ese encuentro de un adán y una eva ocultos en cuerpos contrarios, igual al abrazo del sueño? Con ese Dios tan mudo, lo único que oigo es el estridor de los grillos, las cigarras, y demás músicos del campo. ¿Qué respuesta habría de darme quien tiene los labios zurcidos con alambre de púas?



Roberto Viereck Salinas
Chile

Es profesor de literatura hispanoamericana, periodista y escritor. Cursa sus estudios universitarios en la Universidad de Chile, donde además se desempeña como docente hasta 1999. Es doctor en Filología Hispánica por la U. Complutense de Madrid. Viereck emigra a Canadá en 2003, donde reside actualmente desempeñándose como Profesor Asistente del departamento de Estudios Clásicos, Lenguas Modernas y Lingüística de Concordia University, en Montréal. Tiene varias publicaciones y ha recibido premios y distinciones. Ha trabajado, además, como periodista e incursionado en el teatro como director de pequeñas obras con estudiantes universitarios y también como actor, guionista y director en el campo audiovisual. Entre sus publicaciones destacan los poemarios Canto al Canto (2001) y Madre Matria (2002).

Media estación
a C. C.

A veces,
Cuando el invierno ha terminado
Y todo vuelve a germinar
Te preguntas porqué, trocito de hielo,
Has también de derretirte
Bajo la sombra del cuadrante
Más metafísico del “Drive way”.

Solo y lento como un diamante
Te interrogas por los cristales
Y las lluvias que no pudieron contigo,
Por los vientos que te amenazaron,
Los soles pálidos que te endurecieron.

A veces,
Cuando el invierno ya se ha ido a vagar por el mundo
Te detienes a mirarte desaparecer
En los lagos, en los océanos
Inmensos de la incomprensión.

A veces,
Cuando el invierno se cansa de sí mismo
Deja un trozo de sí
En ti y en mí
Para que juntos engendremos
El próximo verano.
La llaga

No llega la llaga
A profundidad tanta
Que el suspiro ate
Alrededor de una flama
Cintura alguna
que ahogar pueda
La pasión viva
Con palabras muertas.
Mariposas

Todo es tan real
Tan deliciosamente real
Que mi mariposa se eleva grácil y colorida
Y entra en mi ojos
Y juega en mi boca
Y se posa en mis oídos
Sin que ninguna flor deje de existir
Ni el viento cese de soplar.

Nada es tan real como las mariposas
Que se cuelan tan livianas
Y regresan tan graves hacia el mundo.

Al reino deslenguado de los gusanos.
Poesía

La voz duerme
En los músculos
De los sueños.

El poema despierta
En los campos
Del combate.

La poesía va sonámbula
Entre armas
Cargadas de futuro.
Alejandro Saravia
Bolivia

Hizo algunos estudios en comunicación en la Universidad Católica de La Paz y luego literatura en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz) y las universidades de Ottawa y Montreal (Canadá). Vive y trabaja como periodista en la provincia de Québec. Entre sus publicaciones figuran: Lettres de Nootka (2008), Oilixes helizados (1998) y La brújula desencadenada (1996).

Frente al Museo de Winnipeg

me doy cuenta de que estoy perdido
en esta ciudad de las Praderas
le pregunto a una pasante
dónde queda la calle de mi hotel

con un paso de distancia ella me mira
como queriendo empujarme con sus ojos azules
con sus blancas y sedosas manos que aferran más
la empuñadura de su cartera

me mira con pupilas dilatadas
retrocede un paso, dos, y luego me responde
i dont’t know!
mientras apura su marcha
y se va por el fondo de la ciudad

cruzo la calles, sigo perdido
mientras veo avanzar despacio
como caminando desde otro tiempo
una familia de las Primera Naciones

la madre, el padre y los dos niños
me miran a los ojos
sin huir de mis pupilas
sin mostrar distancia
como reconociendo
a un hermano perdido

ando perdido en Winnipeg
y aunque los tres indígenas tampoco saben
en qué costado de la ciudad está
la calle de mi hotel
ellos me dicen con los ojos
que están dispuestos
a perderse conmigo


Los viejos combatientes

los viejos marxistas latinoamericanos
comen una pizza en la calle Baubien
los antiguos militantes socialistas chilenos
van a la Société des Alcools a comprar su vino tinto
para celebrar el septiembre chico en el parque Angrignon
los ex simpatizantes de Sendero Luminoso
escuchan los sábados de lluvia en el barrio de Rosemont
la guitarra hermosa en las manos de Raúl García Zárate
¡adiós pueblo de Ayacucho, morada del alma!
los ex combatientes del Frente Martí de Liberación Nacional
enseñan a sus nietos los rudimentos de la salsa y la cumbia
en una fiesta de sótano en una iglesia de Côte-des Neiges
los que levantaron en alto el brazo montonero tras la injuria de Ezeiza
compran sus pedazos de entraña pa’ la parrijha
en el mercado Jean-Talon como si fuera el de San Telmo
los que armaban y desarmabas un fusil FAL sandinista en Chinandega
le piden a su nieta una explicación sobre las funciones del Ipod
en un salón de Laval mientras afuera cae la más hermosa nieve
la abuela que escondió bajo su cama a combatientes
de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca
pelea con su nieta que no quiere una foto de Rigoberta
al lado de un póster de un jipjopero en el barrio de Villeray
el ex miembro de las Autodefensas Unidas de Colombia
transformado por el horror de las decapitaciones en El Salado
les repite una vez más a sus dos hijos que su verdadero apellido
no es ni Escobar ni Uribe sino Pérez
mientras los lleva de la mano a la escuela en el barrio de St-Michel
en el camino se encuentra con un ex guerrillero de las FARC
los refugiados se miran con el rescoldo de un antiguo y ciego odio
el reflejo es buscar la pistola en la cintura, el fusil en bandolera
meterle bala, coño
lanzar una granada de fragmentación contra el otro hideputa
pero sólo les rodea la inmensidad del invierno, el frío que los desarma
mientras sus niños se saludan y se van a clase caminando
platicando en un francés que les cuesta cada vez más entender
a los viejos guerreros que les siguen con la mirada
hasta que se pierden entre los demás niños
venidos de todas las heridas del mundo


Cartas de Nootka

ellos eran, esto lo pensaban,
españoles
leales súbditos del rey Carlos III
cuando se lanzaron a la mar
timón hacia las aguas del Pacífico Noroeste
en sus frágiles maderámenes
los bargueños de sus sueños
rebosantes de oro y especias

no todos los marinos venían de Cádiz,
La Mancha u otro jirón de tierra seca y amarga
estaban también los nacidos en las Américas
el capitán Juan Francisco de Perú
el naturalista José Mariano de México
hablando castellano a bordo de las fragatas
Princesa y Favorita
a punto de zarpar del puerto de San Blas

las espadas colgando de los anchos cinturones de cuero
los asustados caballos, los misterios de las brújulas
bogando hacia el desconocido Pacífico Noroeste
el que baña las costas de esta frágil, fetal Canadá
donde flotan sin que nadie les escuche
los fantasmas de José María Narváez,
Dionisio Alcalá Galiano, Cayetano Valdés y Bazán
todavía buscando bajo las aguas de sal
la medida de la angustia y la distancia

por la noche en el puente
bajo la lámpara de aceite que la mar mece
el navegante del Alto Perú
diseca lentamente en el papel
las secretas venas del océano

a la distancia, en tierra firme
los indígenas observan desde sus casas
la extraña y silenciosa luz
que danza sobre las oscuras aguas

bosques, salmones, águilas
las musgosas rocas, el aire de sal marina
aquí estás en Nootka
la tierra de los nuu-chah-nulth
que nada saben de virreyes españoles
cuando al cuchillo ruedan
las rojas perlas de la muerte
las aguas bautismales
que la tierra bebe callada

de día
bajo los altos cedros rojos
el mexicano José Mariano
dibuja con papel y tinta china
el rostro del Jefe Maquinna
en su piel escritos
los senderos de dolor que vendrá

generaciones y siglos después
esos dibujos
se convierten en las astillas de un espejo
uno más que refleja
las ilusiones que Canadá va inventando

aquí se perdieron los caballos
el óxido devoró los mosquetes
y los hombres que hablaban castellano
se hicieron viejos y frágiles
mientras la Nostalgia
quebraba una tras otra
sus costillas solitarias
hasta que la suma de los días y las lluvias
la niebla, las aguas saladas
pudrieron las maderas del fuerte
los muros ya inservibles se derrumbaron
y la pólvora se quedó muda
en Santa Cruz de Nutka

fue un tiempo
en que el mar, the sea
era la mar
y un tree
era un árbol

junto a las lenguas indígenas
el castellano era entonces
la más nueva, la más fragante novia
en las costas del norte del Pacífico

sin embargo los mapas
los libros de historia
apenas guardan la frágil memoria
de Santa Cruz de Nutka
el capitán Vancouver
de pie en lo alto de la Asamblea provincial
parece decir que sólo el inglés y el francés
fueron las únicas lenguas
que llegaron
cuando Canadá era sólo una
extraña palabra indígena

esta isla no se llama más
Cuadra y Vancouver

bajo las aguas del océano Pacífico
sólo los corales de Gorgona
todavía guardan en silencio
el verdadero nombre
de Mozino Point


Ejercicio de inmigración

el inmigrante, el que viaja
de la n a la m
bajo las atentas pupilas
de la i
los diminutos ojos
de la historia y el silencio

yo el inmigrante
el que vive sin mí
el sinmigrante
sin + mi = (g) rant (e)

el inmigrante
el personaje de la fábula
inframoderna
a quien las lenguas cortan
y recortan en pedazos
e identidades de plástico

el inmigrante
el gran temerario
el que no duda de la luna
del maternal pezón de su lengua

el inmigrante
el que le da migraña
a la migra
el que le dice a la muerte:
te vas sin mi, gran tecolote

el inmigrante
el que se sumerge
debajo la g
bajo el agua de la frontera
genital y fragante

el inmigrante
el que hace florecer
sus huesos bajo la tierra
aunque nadie le ponga una cruz

el inmigrante
el que canta
hasta hacer suyos
todos los rincones de la tierra

inmigrante
ante mí late
la gran tierra
mi tierra


Ramón Sepúlveda
Chile

Estudió en la Universidad de Chile y vive en Canadá desde 1974. Miembro fundador de Ediciones Cordillera y de varios talleres literarios. Colaborador de diarios y revistas canadienses. Sus textos han sido publicados en la República Dominicana, México, Estados Unidos, Chile y Canadá. Estos han formado parte de varias antologías, incluyendo: Literatura Chilena en Canadá, Canadá, 1982, Cruzando la Cordillera, México, 1986, Symbiosis, Canadá, 1995. Retrato de una Nube, Canadá, 2008. Publicó en inglés con Split/Quotation el libro Red Rock en Ottawa, 1990 y su versión en castellano en Chile en 1991. Su relato “The Reception” figura en el texto de enseñanza del inglés: Pens of Many Colours, publicado por Seneca College, Toronto, 1997.

Perros intelectuales

en mi aldea adoptiva
hay un parquecito
al final de la calle Frank
al lado de Jack Purcell

este es lugar de encuentro
para los vecinos del barrio
en su mayoria solteros y solteras
que sacan a pasear sus perros

no nos equivoquemos
estos son perros de aire acondicionado y televisión
no les interesa la naturaleza
ni menos el parquecito

los amos tiran frisbies
pelotas y risotadas
hacen muecas y ruidos bucales
que en mi pais se confundirian
con piropos vulgares y groseros

como el calor estival es duro
los perros indiferentes
fingen pensar en Heiddeger o Foucault
y se tienden a la sombra de los árboles
para que con sus frisbies y sus pelotas
sus amos los dejen tranquilos y no los güeveen.


El poeta invitado se comió todos los canapés

era la fiesta del aniversario
y, yo poeta sin esperanza
había sido invitado
especialmente

aunque para ser poeta me faltaban
algunas cosas fundamentales
eran de vocabulario y de sintaxis,
pero también de estructura y de talento

nada serio me dijo Arturo
que no me preocupara
que igual llegaría
antes del medio siglo
a escribir como un verdadero santo

santo imitador
de los que saben, pensé
lo único malo es que la cincuentena
la había pasado
hacía ya media docena

y así llegaba a Montreal
a decir poemas míos mentirosos
porque se me ocurrió decir
de puro pudor
que eran de Neruda o Nicanor.

una vez arriba
y para acompañar
una banda hip hop
me circundaba
haciendo gestos impúdicos
y percusión bucal

mientras más indecente
era el cantar
más aplaudían a aquel grupo singular

yo recitaba enérgico
y con voz en cuello
el cantar de Neruda Pido Castigo

el único problema que tenía
aquella noche
es que había salido sin comer
y ya era cerca de las diez
en Montreal

había una mesa con canapés
y otra con cerveza y vino tinto
qué gente más civilizada pensé
y me abalancé sobre los sánguchitos

quiero castigo, dije
y comí como famélico
todo lo que mis ojos vieron
sobre la mesa

fui una maquina de engullir,
dientes de metralleta
mejillas inflamadas, y
cuando poco quedaba sobre la mesa
un músico joven se me acercó:

vamos, poeta me dijo el rapero
remoje la garganta con este tragullo
y déjenos algo de mastique

no ve que no queda mucho


Crónica de una lectura anunciada y la novia que fumaba

El programa de Margarita
ese año anunciaba
voces andinas y rioplatenses
en el Canadá

como allí figuraba mi nombre
a las cuatro y media
viajé por las autopistas
desde Ottawa
hasta Toronto, la limpia

venía con prisa
porque como de costumbre
era pasada la hora
de mi momento en el podio

después de estacionar
di la vuelta tras el
Glendon Hall, patio principal

y allí sentada sobre una jardinera de piedra

hallé una mujer vestida de novia
fumando de mal gesto

el novio, o quizá ya marido
también fumaba y maldecía.

siete bomberos en sus trajes de batalla
rebobinaban las mangueras
al costado del carro bomba

poco trabajo me costó entender
que la alarma de incendio
había expulsado a la calle
a poetas y narradores
músicos y charlatanes
del Glendon Hall

y también a la pareja de novios
y sus invitados
la muchacha de blanco
no tenía el humor de Arturo,
ni de Pablo o Margarita

amenazaba al desgraciado
que había tocado la alarma
y traído a los bomberos

En el día de su boda.



Luis Thenon
Argentina

Nació en Buenos Aires, el 28 de agosto de 1950. En 1980 de establece en Québec. Obtiene una Maestría Es Arts y un Ph.D. en letras en la Universidad Laval, donde es profesor titular en Études Théâtrales desde 1992. En 1985, la serie de poemas En el Mar, fue publicada en la Anthologie de la Littérature Hispano-Canadienne, Alliance culturelle hispano-canadienne, University of Toronto.

De De mares extraños (libro inédito)
I

Tienen los continentes
una deriva eterna
una pendiente de sales insurrectas
en la bordura de los mapas
un aire único de tempestad acontecida

El hombre se arrodilla junto a la costanera
mira el inmenso espacio de las olas
no comprende la muda orfandad de su estadía

La vida se le ofrece como una luz que lo encandila
sabe que estar ahí no es suficiente
que los pueblos esperan en la lucha
que se resuelven de estar en la contienda
como una aterradora despedida

Mar de mar
en la angostura de su suerte
mar de mar
confinado a su medida
el hombre mira el rostro
acaricia lo ausente
mira el rostro tenaz de la agonía.


II

Es extraña la libertad del movimiento
la repetida ruptura de las olas

Es extraño este mar

En cada ondulación que se disipa
llega la espuma como la última risa de su acento
se deshacen sus ritmos en silencios
se consumen sus brumas en el viento

Pero la ola nace y muere a cada instante
como una flor de hielo
llega al límite de pasos en el agua
y el hombre que la aguarda
mira la dimensión del horizonte
imagina puertos lejanos
mundos relucientes que lo llaman distantes

Cada ciudad al borde de una línea de arena
tiene una ola inmensa en su recuento
Entra el agua golpeando la piel como una herida
llena de cicatrices las palabras
enmudece en las velas
como en una ilusión arrepentida

Es extraño este mar que me circunda
esta ola sin rumbo que me acecha
Voy a intentar la suerte de la espuma
voy a quedarme en brazos de la arena
porque de estar al borde de mi mundo
se ahogan en mis labios las consignas de guerra

Y vuelvo al corazón de cada océano
que se lleva mi barca y mi ceguera


De Los trapecios del mundo (libro inédito)
El tranvía con velas
I

Hoy es tiempo de andar
recuento de los días ajenos a mi tierra
de comprar cintas y collares en medio de la fiesta

Llamaré a vendedores de todas las provincias
donde quedaron las huellas impalpables
al son de la palabra perseguida

Gritaré desde el atrio
que las kermeses tienen payasos de cera
máscaras de silencio
venta de baratijas y aduladores de rodillas

Después
dibujaré un tranvía que me lleve hasta el puerto
bajaré por las rampas
andaré por la arena como un pez asustado
tropezaré con cada estrella caída
entraré en cada caracol deshabitado

Mi tranvía con velas por el Cabo de Hornos
pasará la tormenta
dejará estelas en la piel de Neptuno
hasta la Cruz del Sur
y se undirá en la arena

Como una herida nueva
marcará la distancia que me separa de la noche
con ruido de osamentas
y dejará en la costa huellas de espuma blanca
para que se confundan las ballenas

El tranvía con velas
II

Un día
uno más de los tantos acumulados en la espera
regresará el tranvía desde el destierro de las olas

Bajaré del tranvía con una sola pierna
con una sola mano
una sola cabeza
en la picota de los que se olvidaron mi presencia

Caeré como una fruta vieja
donde la fiesta sea costumbre de olvidar
amor a borbotones
parodia de hosamentas

La feria seguirá en torno de la bruma
cantará salmos y bienvenidas

El hijo no será prodigo
no sabrá leer las estrellas
ni volverá a sentarse bajo ningún olivo

Solamente habrá vuelto
y eso le alcanzará



Luis Torres
Chile

Vive en Canadá desde 1977. Hizo sus estudios en la Universidad de Manitoba y en la Universidad de Toronto. Su libro El exilio y las ruinas obtuvo una mención honrosa en el Premio Casa de las Américas del año 2000 y fue publicado por RiL, Santiago, Chile, en el año 2002. Es jefe del Departamento de Francés, Italiano y Español de la Universidad de Calgary y presidente de la Asociación Canadiense de Hispanistas.

De El exilio y las ruinas
Confirmación

Yo sabía que odiaba esa tierra.
Sabía las ruinas de la memoria y el tiempo.
Sabía la miseria del amor que no esperaba.

Esas palabras que nadie quiso recibir
y que dijimos al vacío.

Esas cenizas solas que nos abrazaron.

¿Dónde estarán nuestros ausentes
y sus voces que clamaban
hacia el sur?

¿Dónde estarán sus rostros enterrados?
¿Y el fuego de una herida
sin remedio?

¿Dónde el agua y la sombra?
Y la imagen que nos deja,
¿dónde, entonces, dónde?


El sueño

Y era otro el rumor de los maderos en la isla
aquí en la fábrica,
y el sonido que salía de sus bocas
era el rumor de nuestras ansiedades;
éramos nosotros que sonábamos
castañeándonos los dientes en aquella encrucijada;
éramos nosotros señalados en la dispersión del lugar
y de sus muros;
nosotros confundidos con los que allí volvían
jurando maldiciones entre dientes.

¿Era el retorno acaso estar frente a esas palabras
que al volver ya nada señalaban
sino el revés de las cosas?

Silencio, silencio.
El instante retratado y un gesto del cemento nos mira.
En el principio: espacios, túneles, el lugar,
la fábrica,
sus habitantes despedidos,
aquéllos que subían y bajaban,
sus horarios y sus penas.

Desde una esquina del sueño que escapábamos
nos miraban a estos desterrados que volvían,
y escuchamos que zumbaban lanzaderas
otra vez por los escombros,
y una larga tela caía en los telares de la fábrica.

Ésta es tu mortaja, decían, ésta es tu mortaja.

Y no podíamos despertarnos de aquel sueño
en la noche
del sur.


Testimonios I

Y vimos agua dando sombra a los rincones,
vimos rotas cañerías oxidadas
que brotaban como brazos o raíces de los mismos muros,
manos secas, cavernosas,
petrificadas en las luces de artificio
o sangrientas venas de cuerpos rotos arañándonos con ansia.

Porque nosotros,
forasteros y engañados en la propia tumba nuestra,
éramos los mismos muros;
porque allí fuimos las paredes quebrajadas de la fábrica,
la unidad aquella que alguna vez fuera y ya no era
y era sólo el destrozo de sus arterias oxidadas.

Nadie clamaba por nosotros en esos sitios,
nadie nos esperó con su brazo en alto
para decir,
has vuelto,
hermano, hermana mía,
ven, abrázame y llora.

Ya nos habían devorado y expelido.
Ni la memoria de los que colgaban de allí,
nada los estremecía.


Otredad

Entonces,
en el límite de la invención,
cuando los haces ya caían de los cerros,
y en la penumbra quedaban nuestras manos cercenadas,
desgarradas del cuerpo,
tocando sólo sombras que eran ellas mismas,
tornándose manchas en la amplitud de aquel baldío,
entonces, algo sonó en el aire carcomido y decrépito de la fábrica,
un estremecimiento sopló en las piezas infinitas.

Y allí, perdidos en la humedad de las paredes,
haciéndonos manchas que salían de los muros,
como si de ellas brotara la verdad,
como si en ellas y por ellas pudiéramos al fin encontrarnos,
supimos qué buscábamos,
nosotros exiliados también en el retorno,
supimos que en el fondo éramos esas ratas
que raspaban nidos dentro de sí mismas,
supimos lo que la palabra con el revés de suyo señalaba,
pues allí, frente a nosotros,
colgados de los techos,
estaban los habitantes de la fábrica;
allí estaban los antiguos habitantes,
frente a nosotros,
colgados de los techos,
atados a los muros,
como fantasmas que florecieran cuerpos,
vestimentas
desgarradas
y
desnudas.


Julio Torres- Recinos
El Salvador

Es profesor asociado del departamento de español de la Universidad de Saskatchewan, en el oeste de Canadá, donde enseña cursos de lengua y literatura española e hispanoamericana Ha publicado los libros de poesía Nosotros, Crisol del tiempo, Una tierra extraña, Fronteras y Hojas de aire. Sus poemas y cuentos aparecen en varios sitios de la Internet, así como en antologías. Julio Torres ha dado recitales de su poesía en Canadá, Centroamérica y otros países. En el 2008 editó, junto con Luis Molina Lora, Retrato de una nube: Primera antología del cuento hispano canadiense, que reúne más de cincuenta cuentos de veintidós autores hispanos residentes en Canadá. Su poesía ha sido traducida al inglés, al francés y al italiano.

Dos hermanos

Dos hermanos tengo,
dos hermanos misteriosos
que de la mano
me llevan como a niño,
el amor y la muerte.

Dos esfinges en la loma
que aparecen y se van
que sonriendo
muestran su rostro.

La esfinge del amor,
esa doncella altiva
que me sonríe
y me deja en silencio,
tal vez nunca la entienda,
la de la muerte
es la única
que con promesa cierta
me espera
a que la conozca
en un ritual
de sombras.


Exilios

Los exilios se construyen
como pirámides de sueños,
de hombres, de esperanzas,
de mujeres y de años;
pesadas y anchas al principio
como para borrar así
su sombra o su origen,
o como para con su
pesadez insistir que todo
intento de olvido sólo
es torpeza, autoengaño.

Después, dicen, los recuerdos
se vuelven más livianos;
el tiempo se apiada
y nos oscurece la memoria.
Serenidad

Cae la noche.
Los remeros dejan de hablar
y descansan. Sólo el mar
con sus aguas
tienta el barco.

Tengo miedo.
Me hablas de mi hijo.
Ha crecido solo
y no tiene padre.
Triste época, Penélope,
triste tiempo
para andar de país en país
y oír la palabra extranjero
en boca de la gente.

Tener que respetar
nuevos dioses.
Hablar nuevas lenguas
en búsquedas inútiles,
probar nuevas comidas.
La noche cae
y tú te acercas de modo ciego,
amorosa, con tus navíos


La luna, tu silueta

Como todas las cartas,
ésta llegará tarde.
Pero es que esperaba
decir el último adiós
y ya sabes los adioses
te martillan los sentidos,
son como la espuma del río
que se queda en la ensenada
girando hasta marearse
hasta que se va con la corriente.
Que ahora la soledad
nos muestre el rostro,
que mis palabras encuentren
su espejo o su fantasma;
que los pájaros se escapan,
que no vuelven, que se han ido
por la ruta de la ilusión.
He aquí esta carta
y aunque el tiempo ha pasado
que sientas, cuando la recibas,
el temblor de estas manos
que pasado el tiempo
te buscan, te encuentran
junto a la ventana, la luna
tu silueta suave sombra.



Después de las fronteras:
Un sólo picaporte, -un epílogo-

La geografía de las multitudes
Avanzaba una caravana como si el mundo fuese a venirse abajo. Era el horizonte y, detrás de él, venían los ecos de todos los que tienen las vísceras, el alma y la pasión -aún- en las regiones al Sur de las dos fronteras. Y ya venían aquéllos dibujando las cartografías de la extranjería, del desarraigo, de los huecos, de los escondites -que al parecer, se les escapaban de las manos-. Había una llave, una sola. Había un cerrojo y un túmulo de miradas que presenciaban la otra realidad que guardaba silente detrás del picaporte. La profecía se había cumplido.
Cruzaron océanos y continentes, recorrieron las tierras prometidas y se mantuvieron en silencio, hasta que el verbo les trastocó la razón. Se acercaron así, a un espacio delirante, casi sagrado. En pergamino, llegaron a mi puerta los ritos de los que atestiguan el mundo y sus desavenencias; de los que han legitimado, la partida, el dolor, aun la pérdida. En folios que despedían aromas de sol y lluvias tardías, estaba la tregua y el Eros. Los duendes, los inviernos (que nos calan en los huesos, nos enamoran y nos arrullan) y las señales del socius venían en hojas sueltas que tuve que distribuir como en un concierto de mausoleos e inscripciones de empuñaduras. Al llegar la tarde, Ulises, había encontrado su Ítaca. Los portales se abrían de par en par y no tuve que mirar a través del picaporte, para darme cuenta que el universo, como mar abierto, se despliega desde dentro. Eso lo saben los poetas que aparecen hoy -aquí-, en una vía llena de vehementes pasadizos, fantasmas y actos dignificantes.

De las llaves: en (nueve) -actos-
I
El mar y otros ritos:
-(Jorge Cancino), el que “dormitaba perezoso”-
-(Renzo F. Carnevale), como “aros de Saturno” y como el “espejo queda en la playa”-
-(Luis Thenon), “tienen los continentes una deriva eterna”-

II
La ensoñación de la naturaleza:
-(Margarita Feliciano), “la hierba crece ausente”-
-(Teobaldo Noriega), “Tenaz me oculto: cartílago en sus algas… y sigo siendo espuma… sal y yodo”-
-(Roberto Viereck), Mariposas “que se cuelan livianas y se alejan pesadas hacia el mundo”- (que es el nuestro)

III
El Eros
-(Ángel Mota), “como una sombra apenas escrita en el pudor de un murmullo”-
-(Gabriela Etcheverry) “¿cuánto más podrá esperar la carne desgarrada ese chorro de luz?”-
-(Teobaldo Noriega) “ese espeso vapor que sin piedad exhalas”-
-(Lady Rojas), “perfume de planta salvaje”-
-(Nela Rio) “si llegara y se detuviera en el idioma y en el gesto preciso”-

IV
El socius y la urbe
-(Hugh Hazelton), “y luego luchan juntos para establecer una cabeza de playa… van a peñas en sótanos e iglesias”-
-(Alejandro Saravia), “me doy cuenta que estoy perdido en esta ciudad de las praderas”-
-(Ramón Sepúlveda), “como el calor estival es duro… los perros indiferentes fingen pensar en Heidegger o Foucault”-

V
Yo nostalgio, tú nostalgias…
-(Jorge Etcheverry) “No es extraño que se estremezcan los cables… quedando nuestro sueño bajo la ceniza”-
-(Françoise Roy) ¿Cuándo sería, ese encuentro de un adán y una eva ocultos en cuerpos contrarios, igual al abrazo del sueño?

VI
De ésta y otras existencias
-(Renzo F. Carnevale), “en el infinito afán de verse en el cielo”-
-(Julio Torres-Recinos), “después, dicen, los recuerdos se vuelven más livianos”-
-(Renzo F. Carnevale), “con todo el peso del vacío”-
-(Luis Torres) “sabía las ruinas de la memoria y el tiempo… ¿dónde el agua y la sombra?-
-(Luis Torres) “ya nos habían devorado y expelido”-

VII
De la muerte
-(Renzo F. Carnevale), “La muerte confundida entre la vida y la muerte”-
-(Julio Torres-Recinos): “Me llevan como a un niño el amor y la muerte”-
-(Luis Torres), “¿Dónde estarán sus rostros enterrados?”-

VIII
El espejo y el otro
-(Teobaldo Noriega), “llevándome de mano por la vida”-
-(Nela Río), “voy transcurriendo en un mar de geografías… mi cuerpo y yo, que al pasar nos miramos, vivimos juntos en el tiempo acumulado”-
-(Luis Torres) “Y allí, perdidos en la humedad de las paredes… como si de ellas brotara la verdad… supimos qué buscábamos”-

IX
El silencio (la música) y los inviernos
-(Gabriela Etcheverry), “en ese desierto les daba nombre y los iba extinguiendo”-
-(Renzo F. Carnevale), “una hormiga de oro sube espacios baleados balada en el muro”-
-(Ángel Mota) “Un silencio sube y baja por un hilado abierto, boca abajo”-

De las voces
Ya había escrito Paul Ricoeur que la metáfora, a favor de la función poética, se da como un discurso de despojamiento para acercarnos más al mito a través de un acto de liberación y descubrimiento. Para Mircea Eliade este tipo de acto está vinculado a la calidad que le da el ser reproducción de un acto primigenio: “repetición de un ejemplo mítico”. Para el poeta -en términos de Eliade- la repetición perpetua de gestas abordadas por otros y de proezas paradigmáticas determinadas “denuncia una ontología original”. Es por ello que dicho acto no merece sentido, situación y/o circunstancia, sino en la medida en que revive un quehacer fundamental es que se sustenta. En este diálogo intervienen las voces de los que escriben y re-escriben dichas proezas desde la lejanía, desde el exilio (acaso in-silio también), desde la esperanza y/o el olvido. La metáfora del expatriado no sólo se remite al vivir fuera de un territorio propio -por lo menos no en esta caravana de poetas- sino que va más allá, se emprende a través de una voz y un silencio que dialogan sobre la ensoñación de una nueva Atlántida, de una nueva y anónima utopía, de una patria que renace intrínsecamente. Estas voces que reproducen de manera casi mítica una ontología del nuevo espacio, saben de la razón y el alma vagabunda, del sentimiento esteticista y el olor de libertad, del corazón quebrantado y de la tenue niebla que cubre las mañanas en este territorio que han hecho tan suyo (que hemos hecho tan nuestro). Ser y fundamento se equiparan en la empresa de la metáfora. Los poetas que hoy se reúnen dan fe de una válvula incondicionada que guarda su esencia más inescrutable como un fondo-abismo del que dejan salir a todos los dioses, musas, mitos y fantasmas. Para Heidegger, este fondo se muestra cuando se despliega su esencia como causa y ratio; se muestra cuando “el pensamiento mira escuchando y escucha mirando”. Los poetas saben del emplazamiento de todo lo existente. Los poetas, como testigos e histriones, emprenden este “salto”: ¡bendita-trasgresión! Éstos, se miran a la cara y saben que en un fulmíneo motivo se esconde -sin vuelta atrás- la verdad que los acecha, los seduce y atrapa.

El (logos)

Y después
cuando el sol calla:
las olas mansas regresan a su afán retornante
ANHELANDO SOLO UN POCO DE AIRE LIMPIO
¿Dónde estarán nuestros ausentes
y sus voces que clamaban
hacia el sur?
Vidas contiguas
metiéndose unas dentro de las otras
sin desvelar mi todo
sufriendo de prestado
EN UN RITUAL DE SOMBRAS:
Hay una nueva intención acurrucándose,
Los viejos marxistas latinoamericanos
que miran todo con cara de asombro…
El Tiempo reanuda su marcha:
En la hoguera de puro regocijo
Todo es tan real
¿Qué respuesta habría de darme quien tiene los labios zurcidos con alambre de púas?
EXISTE UN NUEVO MUNDO
QUE FLUYE DE LA NADA:
La repetida ruptura de las olas…
Y no podíamos despertarnos de aquel sueño
en la noche
del sur


La profecía
Como mónada la obra de cada uno de estos poetas o ¿profetas?, consiste en la severidad de su oportuna soledad. Pero al contrario de no poseer puertas, picaportes o cerrojos debido al existir -como lo expusiera Levinas-, esta soledad nos hace participar de lo otro. Como poetas, se asume la sentencia con la cara en alto; se sabe que una abdicación del propio aislamiento y secrecía no es posible en las faldas del mito o el verso. Como poetas, se necesita escribir en soledad pero siempre acompañados de una noción del otro. Se sabe que ése está ahí, esperando a que la voz de la memoria se empalme en pergamino; a que la voz de la dicha o la catarsis se trasfiera al mundo de la razón estética. Los poetas que hoy se congregan, en esta antología, saben del lugar que la palabra ocupa en la existencia. En esta soledad que destila una suerte de presencia, se conjugan la totalidad, el silencio, el vacío, los murmullos y ecos de los que hoy no están; resonancias de lo que hoy se ha ido o la mera intuición de una nostalgia que se avecina. Detrás del picaporte, retumban las voces: augurio de un advenimiento en que la llave, la única, se ha perdido. La puerta se abre -ahora- al paso de visionarios, actantes y testigos. Ya no miro el picaporte.

J. Pablo Ortiz-Hernández





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