Marta Ortiz nació y vive en Rosario, Santa Fe; Licenciada y Profesora en Letras graduada en
Cuentos y poemas suyos en antologías: Los cuentos, Fundación Victoria Ocampo, Bs. Aires, 2007 (II premio, Concurso de Cuento “V. Ocampo” 2006-2007); integra la antología en preparación correspondiente al II premio del I concurso de poesía Alejandro Roemmers (Fundación Victoria Ocampo, 2008); Ganadores del II Concurso Nacional de Cuentos E. Gudiño Kieffer (Bibliográfika 2005); La noche de los leones, (
Autora del relato El casamiento de Diamela y el Ciempiés, escrito para el espectáculo didáctico musical “Zoo…nando” (2008-2009) creado por el Pro Música para Niños Rosario)
Colabora en revistas culturales del país y del extranjero, y en el suplemento cultural del diario
Ha participado en Congresos, encuentros de escritores, ciclos de lectura. Ha presentado libros y revistas culturales y coordinado mesas de lectura y de debate en diversos eventos.
Desde el año 2003 coordina en su ciudad los talleres de Lectura y Escritura Ópera Prima y un taller de Lectura crítica.
Espera
Acechábamos incrédulas
una señal un atisbo
en la noche serena.
Helaba.
Yo seguía la cinta de luz
en la cadena de automóviles
ella moderaba el sesgo desbocado
en las piruetas del cachorro
olfateaba como yo
oteaba el aire intenso
se cargaba de partos.
Yo tildaba las ramas
rapadas dos o tres hojitas
tardías
como pelos fatuos.
Auscultaba
por encima del árbol
y más alto aún
fuera del entorno deshilado
de las luces de neón
y un cierto resplandor nevaba
añicos copos
cristalizaron mi cuerpo.
Aterida,
palpó en la piedra
la paloma el tibio simulacro,
nidos de ceniza tocaron tierra.
No quedan dudas:
el invierno coagula entre nosotros
Me detuvo el límite
el tapial partió en dos
parcelas el terreno
la infancia repartida
entre los frutos de la tierra.
Mi padre hendía minuciosa
la huerta
como la otra
que mi abuelo piamontés labraba
en tardes amarillas
de otoño
él miraba a lo lejos
a ver si el aire devolvía
la imagen
que la memoria empobrecía.
Desde un fondo de tiempo
la niña mira
sostiene diademas de flores secas
la mece un urgente caudal
de hondo cauce.
No detiene la payana
de pulidos carozos de níspero
aprende
trucos de malabarista.
Temperatura
No solo la fiebre tensa el atardecer.
También la hora
la luz morada
los filamentos.
También el límite
racimos de ausencias
como ramos de violetas.
Siluetas de piedra
merodean los bordes
arborecen la plaza.
Suben repican
maldoblestar retumbo agudo
de campanas.
Sostengo a tientas el inmenso carillón:
alguien sacude
para mí
badajos de lágrimas.
la acacia
en el cálido equilibrio del verano
madura plumas amarillas
enlaza un alto recodo
en el íntimo paisaje de estucos
y espejos
a intervalos
deslíe una espuma de oro
bruñe las veredas.
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