sábado, 23 de mayo de 2009

CAFÉ LITERARIO LUZ Y LUNA, JORNADA DEL 25 DE ABRIL, MARTA ORTIZ, ROSARIO, ARGENTINA


Marta Ortiz nació y vive en Rosario, Santa Fe; Licenciada y Profesora en Letras graduada en la UNR. Publicó El vuelo de la noche (La Editorial, Univ. De Puerto Rico, 2006, primer premio de cuento, Bienal Internacional de Literatura P. R. 2000). Fue finalista del Certamen Latinoamericano de cuento EDUCA (Universidad de Costa Rica, 1997).

Cuentos y poemas suyos en antologías: Los cuentos, Fundación Victoria Ocampo, Bs. Aires, 2007 (II premio, Concurso de Cuento “V. Ocampo” 2006-2007); integra la antología en preparación correspondiente al II premio del I concurso de poesía Alejandro Roemmers (Fundación Victoria Ocampo, 2008); Ganadores del II Concurso Nacional de Cuentos E. Gudiño Kieffer (Bibliográfika 2005); La noche de los leones, (La Cachimba, Rosario 1994), Cuentistas Rosarinos (UNR editora, 1999), Poetas rosarinos (UNR editora, 2005), Poetas rosarinos (UNR editora, año 2007); Poetas del tercer Mundo (Ciudad Gótica, Rosario, 2008); cuentos para jóvenes en Un libro para mí (Homo Sapiens, Rosario 1999). La sangre que llegó al río (cuento) se publicó en el número 237 de la revista Casa (Casa de las Américas, La Habana, 2004).

Autora del relato El casamiento de Diamela y el Ciempiés, escrito para el espectáculo didáctico musical “Zoo…nando” (2008-2009) creado por el Pro Música para Niños Rosario)

Colabora en revistas culturales del país y del extranjero, y en el suplemento cultural del diario La Capital de Rosario.

Ha participado en Congresos, encuentros de escritores, ciclos de lectura. Ha presentado libros y revistas culturales y coordinado mesas de lectura y de debate en diversos eventos.

Desde el año 2003 coordina en su ciudad los talleres de Lectura y Escritura Ópera Prima y un taller de Lectura crítica.




Espera

Acechábamos incrédulas

una señal un atisbo

en la noche serena.

Helaba.

Yo seguía la cinta de luz

en la cadena de automóviles

ella moderaba el sesgo desbocado

en las piruetas del cachorro

olfateaba como yo

oteaba el aire intenso

se cargaba de partos.

Yo tildaba las ramas

rapadas dos o tres hojitas

tardías

como pelos fatuos.

Auscultaba

por encima del árbol

y más alto aún

fuera del entorno deshilado

de las luces de neón

y un cierto resplandor nevaba

añicos copos

cristalizaron mi cuerpo.

Aterida,
palpó en la piedra
la paloma el tibio simulacro,

nidos de ceniza tocaron tierra.

No quedan dudas:

el invierno coagula entre nosotros



Me detuvo el límite



el tapial partió en dos

parcelas el terreno

la infancia repartida

entre los frutos de la tierra.

Mi padre hendía minuciosa

la huerta

como la otra

que mi abuelo piamontés labraba

en tardes amarillas

de otoño

él miraba a lo lejos

a ver si el aire devolvía

la imagen

que la memoria empobrecía.

Desde un fondo de tiempo

la niña mira

sostiene diademas de flores secas

la mece un urgente caudal

de hondo cauce.

No detiene la payana

de pulidos carozos de níspero

aprende

trucos de malabarista.


Temperatura



No solo la fiebre tensa el atardecer.

También la hora

la luz morada

los filamentos.

También el límite

racimos de ausencias

como ramos de violetas.

Siluetas de piedra

merodean los bordes

arborecen la plaza.

Suben repican

maldoblestar retumbo agudo

de campanas.

Sostengo a tientas el inmenso carillón:

alguien sacude

para mí

badajos de lágrimas.

la acacia

en el cálido equilibrio del verano

madura plumas amarillas

enlaza un alto recodo

en el íntimo paisaje de estucos

y espejos

a intervalos

deslíe una espuma de oro

bruñe las veredas.

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