martes, 13 de enero de 2009

NELSON SIMÓN GONZÁLEZ, CUBA, PREMIO JULIAN DEL CASAL,(UNEAC)

HECHIZO PARA ATRAER LA LLUVIA
Nelson Simón Gonzáles, Poeta, narrador, ensayista, Pinar del Río, Cuba, Premio Julián del Casal (UNEAC),

Para que lloviera en mayo, dijo…”Caballos…”. Y sus palabras se volvieron de repente, briosos corceles transparente.
Sus largas crines y colas se enredaban como olas en el viento...
¡Un momento...!, y arrastraban con su oleaje, como un frágil equipaje todo el canto de un sinsonte y el cogollo de las ceibas las palmas y siguarayas que encontraban por el monte.
Dijo "Pradera...", como si el cielo lo fuera.
Y sobre las nubes, infladas pero sencillas, crecieron verdolagas amarillas, tierna yerba, romerillos saludando desde el borde de los trillos, dormideras, aguinaldos que no eran más que un pre¬texto de abejas y mariposas -cansadas de soportar el orgullo y mal genio de las rosas.
Dijo "Felicidad...".
Y todo fue realidad. Al silenciarse los gallos, en uno de los caballos galopó por la pradera. De miel y de azúcar era el veloz trote, y las nubes se pensaban que los cascos que las hollaban, eran cascos de guayaba.
Como quien deletrea la luz de una canción, dijo: "Co-ra-zón...", y el cielo se abrió el pecho dejando escapar por la herida sus latidos: se oyeron truenos, los techos temblaron bajo los rayos y galoparon caballos...
¡La noche quedó partida...!
¿Quién pudo haberse dormido?
¿Quién no vio pasar las brujas con la regadera en mano?
¿Quién ha visto, alguna vez, llovizna sin mayo y la ciudad, bien temprano, contemplándose en los charcos?
El mundo estaba desteñido, parecía lavado con lejía y luego tendido al sol.
Solo Escarlata, Bijol y Añil, tenían color; lo demás era trans¬parente o blanco, aburridísimo...
Un día, mientras las tres brujas volaban bajo un aguacero de mayo para ponerse más bonitas, vieron como de sus túnicas, roja, amarilla y azul, chorreaban pequeñas góticas que al caer sobre la yerba, los troncos, las flores y las casas, iban tiñéndolas de tonos pálidos que luego la misma lluvia borraba.
Como las brujas son muy avispadas —no porque tengan agui¬jón sino por lo rápido que piensan— enseguida se les ocurrió que un poquito de color no le vendría mal al mundo y pusieron tres tanques —transparentes— bajo los chorros de una canal, para recoger las aguas de mayo (de todas todas querían ser her¬mosas). Y con el pretexto de querer colorear el mundo, se zambulleron tapándose la nariz y asomándola, a cada rato, como un pez espada para tomar aire y de nuevo, glub, glub, glub..., volver a sumergirse.
A los dos días el agua empezó a teñirse, primero rosadita, amarillita y azulita; a la semana, roja, amarilla y azul. Al mes, tinta y retinta..., y las brujas salieron, de su largo baño, tan feas como siempre y un poco anémicas.
Después de saborear y reponer energías con un bocadillo de tarántulas aliñadas con ají guaguao y vinagre de toronja, monta¬ron en sus escobas y comenzaron a pintarlo todo. Bijol inició su trabajo por el Este, Escarlata por el Oeste y Añil se encargó de colorear el centro de arriba abajo.
Al terminar, el mundo estaba horrible: todo a la derecha ama¬rillo, todo a la izquierda rojo, en el centro azul. Para colmo, mayo había acabado y tendrían que esperar un año, para limpiar aquella chapuza.
— ¿Y si lo arreglamos? —dijo con suave voz azul la bruja Añil.
—Esto no lo arregla ni el médico chino —gritó con colérica voz roja la bruja Escarlata.
—Nos llevará tiempo, pero creo que entre las tres podemos lograrlo —susurró con voz amarilla y dulce, la bruja Bijol.
Aquello fue una fiesta, las escobas trotaban por el cielo y sobre ellas galopaban Añil, Escarlata y Bijol, retocando aquí, salpicando allá, y en tanto pinta y repinta pues se hacían cosqui¬llas con las brochas y casi se desternillaban de risa.
De cada salpicadura o retoque fueron saliendo colores nuevos.
Por donde pasaron Añil y Bijol, la yerba se puso verde.
Por donde se revolcaron Escarlata y Añil, las flores tomaron tonos que iban del violeta al morado.
En cuanto techo se sentaron a descansar Bijol y Escarlata, las tejas se encendieron de naranja.
Algunas cosas decidieron dejarlas de su color, cada una eligió las que más le gustaban.
Añil, como era suave y soñadora, regaló su tono azul al cielo y al mar.
Escarlata tenía un carácter fuerte, era toda ímpetu y pasión, por eso tino a la sangre, a los príncipes negros y a los besos.
Bijol era alegre como la vida y así dio color al sol, a las frutas maduras, a los girasoles y a los canarios.
Al terminar su trabajo, el mundo había quedado tan bonito que decidieron abrir una tienda de pinturas en la que todavía se la pasan mezclando e inventando colores, y cuando algo se des¬tiñe por aquí o se mancha por allá, con sus artes de brujas trotan y vuelan sobre sus escobas y al instante todo se ve limpiecito, como acabado de crear.
Las brujas mueren en invierno, se marchitan como campánulas, van encogiéndose cuando el frío les hiela los pies y la nariz. Sus vuelos son cada vez más bajos, casi rasantes y el sonido gris del viento entre las ramas y los cables telefónicos, les hace perder el rumbo y estrellarse.
Cuando las brujas mueren, no van al cielo ni se convierten en cenizas; sus amigos y familiares no lloran, no se enlutan ni se tornan serios y silenciosos, sino que visten hermosas túnicas estampadas, grandes pamelas adornadas con romerillos y verdolagas recogidos en el campo y tocan panderetas, guitarras criollas y a veces hasta alguna que otra mandolina porque, cuando las brujas mueren, no van al cielo ni se convierten en cenizas, sino que se encogen hasta volverse cebollitas.
Al llegar la primavera, cuando el campo está bien verde y la tierra huele a lluvia, las demás brujas alisan sus melenas, montan sus escobas y por las noches, con los jolongos llenos de cebollitas, vuelan sobre los prados y jardines esparciéndolas con una ter¬nura inusitada.
Luego amanece, y como un delicado mar: blanco, rosado y amarillo, las brujitas se mecen sobre sus frágiles tallos en espera de que llegue la noche y con ella por fin, su primer vuelo a las estrellas.


ENVIO

Luis E. Aguilera
Director Nacional
Sociedad de Escritores de Chile
Presidente
Sociedad de Escritores de Chile (SECH),
Filial Región de Gabriela Mistral-Coquimbo
Fonos (56-51) 227275 (56-51) 243198
Celular 90157729
sechfilialgabrielamistral@gmail.com
luiseaguilera.57@gmail.com
luiseaguilera02@gmail.com
www.luiseaguilera.blogspot.com
La Serena - Chile

No hay comentarios: