sábado, 20 de septiembre de 2008

YAMIT CARRILLO RAVELO, cuento LA AVENTURA DE UNA NOCHE, CUBA publicado en azul@rte.

Luis E. Aguilera
Presidente
Sociedad de Escritores de Chile (SECH),
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Cuento:
La Aventura de una Noche
Por Yamit Carrillo Ravelo
Pintor y escritor: Provincia de La Habana, Guira de melena, Cuba


En un instante donde las cosas pierden su sentido; entre la nostalgia y la meditación en una mezcla rara, así se sentía Juan Quijano, en uno de estos días, tan solitario sobre un bloque de piedra y cemento donde las historias pasaban sobre el con tan rapidez que algunas ni se notaban .Pensaba que hacia tan solo; todas las imágenes venían a su mente como una abstracción pura de color, sin definirse y abrumadora; es todo tan complejo pensó. Recordaba los paseos con el abuelo, si, Alfonso el que siempre quiso que fuera pelotero, con sus tardes de practicas en vano; de poco hablar pero cuando lo asía resumía la sabiduría de meses en silencio. En su revuelco de imágenes tenia gran peso los olores, cataba desde la mas fina aroma hasta el olor del viento pasando por la luz del sol, el salitre, el caucho terminando en el tiempo, ha, el tiempo pasaba en aquella roca cuando repentinamente abrió los ojos al sonido de un claxon inesperado .

Estaba en la Habana, la pura capital, como creía estar tan solo y aquella piedra que le recordaba el desierto donde nada mas conocía en fotos, era el malecón, como Luís un amigo de escuela definiera, tan inocente de día y tan pecaminoso en la noche. De pronto alguien se acercaba, sentándose en su piedra que media como tres kilómetro y bordeaba la bahía por un lado, no tan cerca de el pero si lo suficiente para ver lo que pasaba. Este sujeto con vestimenta extravagante para el gusto de Juan saludo con gran respeto el mar, se pudiera decir que lo perfumaba con algunos polvos y brebajes que le hizo llegar, después se persignó para sacar de una maleta que portaba algo polvorienta un paño con el que cubría parte del muro, como ceremonial sacado de la maleta de Merlín una trompeta lo acompañaba, se sentó y comenzó a tocar clásicos del son; para fondo de la orquesta se encontraba el sonido de los autos, los pregones de vendedores, martillazos de constructores, algún piropo de transeúnte y chasquido del mar. Como atraído por el elixir cautivador de ese muro, para acompañar la orquesta se adicionaron unos pescadores con todo su atuendo, bien curtidos por el sol, con las manos rasgadas de las pitas, algo ahuesadas; portando en su botín que exhibía gran destreza en el oficio algunos pescados no muy grandes, ni apetitosos y pequeños pulpos. A esto se sumaba unos duendecillos traviesos, incontenibles que saltaban al compás de las notas musicales con un desborde de alegría incontenible, esos traviesos muchachos salpicaron con gotas de risas y lluvia de entusiasmo a el pobre Quijano que terminaba de realizar los últimos apuntes de su trabajo, además organizaba las ideas que nunca pudo apreciar, aislado totalmente del festival que ocurría a su alrededor. La parte mas problemática de este suceso fueron los críticos, no hay festival sin críticos, estos contemplaron el panorama y comenzaron toda una discusión de forma muy profesional de la pelota cubana, planteando temas a considerar en cualquier enciclopedia deportiva, tan fuerte el barullo que hasta el faro del Castillo del Morro dio sus quejas cuando ilumino las caras de todos como señal de agravio por tal alboroto.

Una cosquilla intolerable inundo el cuerpo de Quijano rompiendo con todo la atmósfera creada, se detuvieron los duendes , no salpico mas el mar , ensordeció la trompeta, al oír responder el celular, era la llamada que esperaba desde hace mucho .El tiempo no había sido invitado a tal espectáculo y como represaría paso mas de prisa que de costumbre; pensó también que de las pequeñas cosas se realizan los grandes actos, cerró la tapa del móvil con un aire de despedida soltando el telón de la noche que se desplegaba sobre la tarde, allá quedaba el músico en su recuerdo. Con la prisa de la cita que se aproximaba no atino ni a despedirse, comenzaba la noche en La Habana y no quería perder detalle, había planeado tantas cosas en esos instantes que el movimiento zigzagante femenino no opacaría, solo la tempestuosidad de los cabaret, clubes los aguardaba o tan solo el retorno al ese malecón de los enamorados.


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