En busca del milagro
Me ahogo en sombras esparcidas
por el recuerdo de tu ser de escarcha,
al igual que barco fantasma navego
sobre historias muertas caídas de bruces.
Resucitarlas insisto, en busca del milagro
erguido sobre mi memoria latente,
descubrir el instante que macera
el gris del último relente.
Reencontrar la pálida blancura
que estrenaba aquella noche,
tu piel de aterciopelada magnolia
para el asombro de mis manos.
Es imposible penetrar
el húmedo cielo que apagó la luna,
siendo llamas mis sienes
y mieles apretadas de la primavera.
El desvelo crece
en mi jardín cubierto de rocíos,
lumbre a tu inmaterial presencia,
quijotada de una esperanza.
Glicinas y brotes
En el aura divina de la glorieta asoman
flores perfumadas de color azulado,
glicinas de dulce casa
regocijan labrados patios.
Brotes blancos dejan ver el contento
desde el cenador del jardín vestido de plantas,
arquetipo de frescos racimos que el arte
pinta y aspira en su juego de colores.
Los ojos del amanecer
llaman a cada flor por su nombre,
en la erudita visión de la luz grande
las glicinas muestran la estirpe de la tierra
fértil.
Del libro LECHO DE PIEDRAS LABRADAS,
Me ahogo en sombras esparcidas
por el recuerdo de tu ser de escarcha,
al igual que barco fantasma navego
sobre historias muertas caídas de bruces.
Resucitarlas insisto, en busca del milagro
erguido sobre mi memoria latente,
descubrir el instante que macera
el gris del último relente.
Reencontrar la pálida blancura
que estrenaba aquella noche,
tu piel de aterciopelada magnolia
para el asombro de mis manos.
Es imposible penetrar
el húmedo cielo que apagó la luna,
siendo llamas mis sienes
y mieles apretadas de la primavera.
El desvelo crece
en mi jardín cubierto de rocíos,
lumbre a tu inmaterial presencia,
quijotada de una esperanza.
Glicinas y brotes
En el aura divina de la glorieta asoman
flores perfumadas de color azulado,
glicinas de dulce casa
regocijan labrados patios.
Brotes blancos dejan ver el contento
desde el cenador del jardín vestido de plantas,
arquetipo de frescos racimos que el arte
pinta y aspira en su juego de colores.
Los ojos del amanecer
llaman a cada flor por su nombre,
en la erudita visión de la luz grande
las glicinas muestran la estirpe de la tierra
fértil.
Del libro LECHO DE PIEDRAS LABRADAS,
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