martes, 30 de diciembre de 2008

DANIEL RIVEIRA, ROSARIO, ARGENTINA

VISITADOR MÉDICO

Como tigre al acecho
merodeas las puertas
de los consultorios.
Con tu valija llena de promesas:
cajas con pastillas
y folletos que explican las bondades
de los medicamentos,
esperas el momento
de dar el zarpazo
y aduñarte del médico.
No digo que te odio,
pero tu trade de los domingos,
tu corbata haciendo juego,
tus zapatos lustrados
relucientes y dueños
de las salas de espera,
me tienen muy molesto.
Por favor
te lo ruego,
es un trato,
no me robes el turno
y yo olvido el silencio.

CAMAS HOSPITALARIAS

Cuchetas, rebatibles.
De una plaza, plaza y media, dos plazas, king.
De algarrobo, de cedro, de bronce, de hierro forjado.
Ajustables con control remoto.
Tradicionales, americanas, camas nido, redondas.
Plegables, turcas, rebatibles, catres.
De hoteles, de cabañas, de moteles,
de trenes, colectivos,
con cajones, desarmables, solares, de agua.
Sofá cama, con sommier
Rotativas antiescaras
Ortopédicas.
A todas las seduje.
En algunas desfalleci.
En otras amé.
En casi todas
me entregue a la placidez del sueño.
Pero a las que abandoné sin culpas,
dejándolas:
acongojadas, abatidas
quejosas, y enfadadas
fueron las camas hospitalarias.

LA CALLE DEL SANATORIO

La calle donde vos vivís,
me regresa a los amores,
a la tierra prometida,
a sudores.
En tanto,
la calle del sanatorio,
me regresa a jeringas,
a bisturí, a camillas,
a internación, a dolores,
mas volver a recorrerlas
es una delicia
que solo yo reconozco.


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